Capítulo 2

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Estaba aliviada. La semana finalizó y no me había tropezado con la ojiverde acento candente. Por un par de días tuve el temor de que trabajara en la misma empresa que yo, pero al parecer no era así por la simple razón de que no la había visto de nuevo. Suspiré relajándome en la bañera y sonreí sabiendo que mañana iría a ver a mis padres, aunque fuera solo a dejar a los gemelos. Iba a desayunar con ellos y con mi hermana pequeña, o no tan pequeña ahora que estaba en los quince.

Salí bostezando sin haber notado todo el tiempo que había pasado recostada en la bañera, el agua ya fría tenía mi piel de gallina y mis dedos parecían pasas. Secándome bien dejé la toalla sobre la cama y me vestí con una braga de encaje blanco, me puse un short y una camisa de pijama. Peiné mi cabello dejando que se secara al natural para que se formaran las ondulaciones que tanto me gustaban. Salí a revisar el cuarto de mis bebés y sonreí encontrándolos roncando en cada cama, viéndolos tan quietos parecían dos angelitos pero la realidad era otra y a veces me pregunto si fue buena idea tener a Vero rondando por la casa desde que mis hijos nacieron.

Regresé a mi cama poniendo la toalla donde iba antes de acostarme, me acomodé sobre mi costado derecho y apagué las luces quedando a oscuras con mis pensamientos, con mis fantasías, con un par de ojos verdes y un cuerpo para morir. Chasqueé la lengua reprimiendo el viaje de mi cabeza y opté por colocar un poco de música para que me ayude a dormir tranquilamente en este frío cuarto.

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Me desperté por un suave golpe en mi mejilla derecha, confundida y con la vista borrosa me restregué los ojos fijándome en los cuerpos que se encontraban en la cama conmigo. Sonreí negando mientras veía a Dinah durmiendo volteada con el pie al lado de mi cara; el golpe debió provenir de ella o de Michael quien estaba a su lado en la misma posición. Dylan, en cambio, parecía haberse acomodado encima de mi cuerpo con la cabeza escondida en mi cuello. Los amaba, seguro se despertaron al llegar la polinesia y le dieron la idea de acompañarme, ellos siempre cuidándome.

Me levanté con mucha delicadeza para no despertar a nadie, fui al baño haciendo mis necesidades matutinas y caminé un poco menos adormilada a la cocina. Me senté en una de las sillas de la cocina esperando a que el café estuviera listo mientras revisaba el celular. Le escribí a mi mamá diciéndole que estaría ahí pronto para desayunar junto a ellos y seguí bajando por las notificaciones, Vero me había escrito para ver si nos encontrábamos más tarde en la heladería del centro y le respondí con una afirmativa sabiendo que Dinah llevaba tiempo queriendo ir, también leí unos cuantos mensajes de personas sin importancia como por ejemplo, Austin. La cafetera dejó de gotear el líquido dentro de la jarra y me levanté sirviendo un par de tazas, tomé un sorbo de la mía para luego preparar dos vasos de leche con chocolate.

-Despierten, mis amores. Cheechee, tú también.- Los agité suavemente escuchando sus quejidos, no sabiendo cuáles eran peores, los de Dylan que nunca le gustó levantarse o el de la polinesia que hasta rodó sobre Micky.

-¡Tía, aplastas!- Se quejó el pequeño haciendo reír a Dinah.

-Eres un debilucho, enano.- Michael le sacó la lengua cuando ésta se apartó de su cuerpo.

-¿Cómo durmieron todos, invasores de espacio?- Pregunté sonriendo divertida tendiéndole una taza de café a mi amiga, quien asintió agradeciéndome.

-Bien, mami. Pero shh, sueño.- Murmuró Dylan todavía con los ojos cerrados. Reí cuando el cuerpo de su hermano impactó con él despertándolo. –Mami... Micky, despertar.- Gruñó empujando al pequeño quien sonreía divertido.

-Buenos días a ambos, príncipes.- Sonreí dándoles un beso en la frente a cada uno para que se calmaran un poco. –Aquí tienen.- Dejé que se recostaran en la pared para que pudiera darles sus vasos.

¿Destino o Coincidencia?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora