No sé cómo logré llegar a mi apartamento sin ocasionar algún accidente, aunque creo que la razón por la que no sucedió nada malo, es que a esta hora no circulan muchos -si no digo cero- carros. Abrí la puerta con sumo cuidado y silencio para no despertar a nadie, aunque no lo creía posible porque aquí todos teníamos el sueño pesado.
Caminé a mi habitación y apenas entré, me tiré en la cama soltando un audible suspiro, giré la cara para ver la hora en mi reloj electrónico que estaba encima de la mesa de noche, e hice una mueca al ver lo tarde –o temprano- que era. Ya que no podría dormir nada, me incorporé en el borde del colchón y me quité los tacones antes de desnudarme completamente para entrar en el baño.
Cerré los ojos sintiendo la suave caída del agua en mi cuerpo e intenté espabilarme del sueño en el que me encontraba desde que dejé su casa. Tomando el jabón en una mano, restregué mi cuerpo con delicadeza antes de enjuagarme y pasar mis manos por donde ella paso las suyas. Mordí mi labio inferior cuando mi mano derecha pasó cerca de mi centro y siguió su camino hacia mis piernas para terminar de quitar el jabón de mi piel, junto con el perfume que se había impregnado en mí.
Salí de la habitación vistiendo un conjunto de ropa interior de encaje negro, bajo una camiseta gris que me llegaba hasta las rodillas. Me acerqué a la cocina y antes de poder entrar, me cegó la luz que provenía de las ventanas. Restregué mis ojos acostumbrándome a la nueva iluminación y encendí la cafetera.
Mientras esperaba a que la polinesia se despertara a hacer el desayuno, decidí sentarme y tomar la taza de café con toda la paciencia del mundo, revise nuevamente el reloj –ésta vez el de mi celular- y me sorprendí al notar que entre mi llegada y la ducha, me había demorado más de una hora, por lo que eran las seis de la mañana y ya entendía porque el sol estaba empezando a salir.
Suspiré sintiéndome más relajada de lo normal, mis músculos parecían pudines después de todo el estrés que había cargado al estar tan cerca de la inglesa. Sus –para nada disimuladas- miradas y comentarios directos, me habían mantenido en un constante estado de excitación del cual no podía salir ni en mis sueños.
Menos mal dejé olvidado el plan de hacerme la dura porque si no, no hubiera podido gozar de ella ayer.
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-Hasta que al fin llegas, Cabello.- Me estremecí al escuchar su perfecto acento a mi espalda y me giré arqueando la ceja.
-No sabía que tenías horario.- Reté viendo como sus ojos pasaban por todo mi cuerpo una vez más. Su sonrisa burlona me dejó sin aire y su mirada profunda consiguió mojarme completamente.
-Tú ganas.- Comentó señalándome con un dedo mientras sus sonrisa no se iba. –Ponte cómoda, estaremos un rato aquí.- Su tono ronco me hacía temblar y sus ojos verdes insinuantes me dejaban impaciente por lo que podría pasar.
-Con permiso.- Susurro sentándome en el asiento al frente del escritorio. La siento moverse y me voltee a ver qué hacía. -¿Para qué me pediste venir, Lauren?- Pregunté a la vez que asentía para que me sirviera una copa de vino.
-¿No puedo invitar a una conocida a mi casa?- Cuestionó sonriéndome cínicamente. Tragué en seco cuando se me acercó lentamente y con una mirada depredadora en los ojos, me tendió la copa de vino que había servido y me guiñó un ojo. –Solo quería conversar contigo, Camila.- Susurró al inclinarse sobre mí y quedarse a pocos centímetros de mi cara.
-¿A ésta hora?- Pregunté acomodándome en el espaldar de la silla para tomar un poco de mi espacio personal y pensar adecuadamente. Alargué el brazo para tomar la copa de su mano, haciendo que sus dedos rozaran con los míos y que una corriente eléctrica pasara por todo mi cuerpo. –Gracias.- Dije un poco ronca.
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¿Destino o Coincidencia?
FanfictionCamila Cabello es una trabajadora de clase media, quien con tan solo veinticinco años ha logrado salir adelante por ella misma y por sus dos bebés. Quedó embarazada a sus diecinueve años por un simple despiste, su novio la abandonó cuando se enteró...