CAPITULO IV "Imposición"

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El primer libro que leí en mi vida fue uno que mi padre me regaló cuando era un niño, el Bushido, eran unos pequeños escritos que formaban una especie de código con el cual regia un guerrero samurái. Los pocos recuerdos de mi antigua familia se desvanecían con el tiempo, pero podía recordar claramente cada uno de los principios que recitaba de niño sobre aquel libro que mi padre había traído de esos múltiples viajes sin rumbo y objetivo fijo.

Dicho libro constaba de siente principios básicos, cada uno con su significado propio..."Reemplaza el miedo por el respeto y la precaución", lo recordé en ese momento. El valor heroico, mencionaba la precaución en sus premisas, y inconscientemente olvide durante el combate su significado, no había sido un hombre precavido.

Aquel sujeto había tomado a la capitana por la espalda, reaccione lo más rápido que pude, pero no alcance a llegar, alguien me había ganado en llegar.

Un fuerte golpe se escuchó, mientras el humo denso se empezaba a desvanecer con el viento.

Pude observar un brazo que se interpuso en la mano izquierda de aquel hombre, un joven con una centellante armadura había interferido en el momento que el Muraji pensaba atacar a la capitana, la espada cayó al suelo, mientras unos hombres con bandas en sus brazos cuyo símbolo una flor de cerezo, se acercaron con botes de agua y palas para eliminar el fuego, otros con sus katanas arremetieron contra los hombres que nos habían atacado.

El Kokushi había llegado al lugar de los hechos.

— Siempre estas para cubrirme la espalda—dijo la capitana con tranquilidad

— Ese es mi trabajo, capitana— respondió el lancero—¿Cómo supo que iba a llegar a tiempo?

— El tintineo de la armadura, eso es todo—afirmo.

— Por eso le diste la espalda de aquel hombre—se tomó la cabeza—. Que imprudencia.

El hombre que había salvado a la capitana, era el lancero. Aquel joven que me había retado en el cuartel, era la segunda persona más importante en el Kokushi, la mano derecha del capitán. Además había llegado con una cuadrilla de alrededor de 30 hombres, los cuales empezaron a dispersarse con los Murajis capturados.

Unos hombres se aceraron a nosotros, la mujer asustada abrazaba a su hijo, mientras Takeshi trataba de consolar el llanto del niño, el cual no se cansaba de decir que el negocio de sus padres había quedado en cenizas.

— Forasteros—dijo un hombre mientras le daba la mano a la mujer—su deber ha terminado, es mejor que no se entrometan más en el camino del capitán. No haga de las cosas más difíciles.

— ¿Qué demonios estas diciendo?—dije enfurecido mientras soltaba de mis manos el Yari — ¿esta es la forma de agradecernos por ayudar a un capitán?

— El problema no es su ayuda—alzo el niño en sus brazos—es la forma en la que llegaron hasta ese punto.

— ¿La forma?–pregunte–Desde cuando hacer justicia, tiene que hacerse de una forma determinada

— Si fuerza bruta por encima de inteligencia–agrego con un tono déspota–te haces llamar samurái aun sin seguir las normas de sus superiores.

— Hijo de...–dije eufóricamente.

La forma en la que aquel sujeto nos había tratado, está sacando la parte más fea de mi personalidad. El lancero había informo a los soldados acerca de lo que sucedía en ese momento, incluyendo que dos extraños habían escapado con armas pertenecientes al cuartel de la reclusión para "ayudar" al capitán del Kokushi. Nos habíamos metido en un problema mucho más grande que el ataque de los Muraji.

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⏰ Última actualización: Jun 11, 2017 ⏰

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