Una mañana Goliath vio en los pasillos a Lyna llorando.
Se acercó a ella y la envolvió en sus cálidos brazos, que a simple vista suelen ser fríos y duros, que siempre muestran desagrado y odio. Sin embargo, sólo Lyna capta esa atención, dulzura y mirada tan intensa que el Ángel no le había dado a nadie jamás.