Caminaba rápido, estaba en camino a la iglesia, como todos los domingos.... No me molestaba la iglesia, pero nunca he soportado los domingos...
Llevaba zapatos de piso negro y un vestido; como usualmente me visto para la iglesia; ese día se sentía particular mente diferente, sin notarlo comencé a caminar más rápido cuando escuché a alguien detrás de mí.
-señorita, se le ha caído esto- paré en seco y giré sobre mis talones, era un tipo alto, ojos verdes, cabello castaño, extendió su brazo para ofrecerme una cartera rosa con detalles dorados.
-oh, muchas gracias, lo siento
-no te preocupes,- abrió la puerta para que pasara y fue cuando lo noté, llevaba un bastón, y se notaba la dificultad para caminar; no podía flexionar la rodilla.
-bueno; vas a preguntarme que pasó al menos?- levanté mi cabeza y lo encontré mirándome fijo a los ojos... demonios.
-lo siento.- entré y encontré una banca vacía; me senté e intente ignorar su penetrante mirada clavada en mi mientras recorría toda la iglesia.
La misa comenzó.
En toda la misa no pude pensar en otra cosa; lo encontraba mirándome en algunas ocasiones, no pude evitar notar que se sentó junto a algunas personas que al igual que el, llevaban ropa blanca.
La hora de dar la paz llegó, como de costumbre comencé a dar la paz a las personas de la banca del frente y la banca de los de atrás, cuando tomé la mano de la última viejita, ella me apretó fuertemente, haciendo que mis ojos fueran directamente a los suyos.
-¿cuándo fue la última vez que comiste?- me preguntó seria y sin soltar mi mano. Yo sonreí, sabía que hablaba de mi extrema delgadez, pero como hago habitualmente, mentí para no dar explicaciones
-hoy mismo he comido un pollo, sándwich de mantequilla de maní, y fruta en el desayuno; sin contar los tres dulces de mantequilla que ha dejado el padre en la banca para los niños.- terminé de explicar y seguí sonriendo; apreté fuerte su mano para que me dejara ir, cuando...
-La paz del señor este con usted.- ambas volteamos asustadas, era el, el tipo con el que me había cruzado antes de entrar. Le ofreció la mano a la viejita y ella le dio la mano izquierda, porque aún tenía la mía atrapada. Intenté no mirarlos pero era imposible. El extendió su mano en mi dirección, la viejita liberó mi mano y atrapé la mano de el con la mía,
-la paz del señor- le dije con media sonrisa, giré sobre mis talones y fijé mi mirada de nuevo al altar; intentando normalizar mi respiración, estaba casi jadeando.
-Sabía que mi abuela diría algo muy incómodo; vine a intentar evitarlo; ¿Llegué tarde?- me preguntó, se había pasado justo a mi banca, claro la de su abuelita estaba ya completamente llena.
-justo a tiempo- dije sonriendo pero sin mirarlo, noté como miraba atentamente mi sonrisa, me puse nerviosa y la hice desaparecer en segundos. Nos sentamos y el estaba muy cerca de mi, no era algo que me molestara pero había más espacio en la banca, probablemente pensaran que veníamos juntos.... hmm; no me molesta en lo absoluto.
El momento de la eucaristía llego, me levante y casi sin notarlo; lo esperé, pero el no se levantó, esbozó media sonrisa y negó con la cabeza, entonces abuelita me tomó fuertemente del brazo
-¿me ayudas hija? Harry ya no puede ni con el mismo.- me reí un poco y lo vi a los ojos, de nuevo, el ya estaba mirándome
Así que Harry hmm, algo en el me hace sentir nostálgica, como si hubiera olvidado algo
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LIMERENCIA
Teen FictionEl Doctor Harold Garfel, no es una persona que le interese hacer amigos, no los busca porque llegan solitos, en cambio al ver tanto misterio en Acacia, intenta buscar la respuesta a todas sus interrogantes, en el caso de Acacia es solo una jóven tí...