Parte III

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—Hablaré con mamá. No es justo que te trate así abuelo. Quiero pedirte disculpa. Hemos sido unos inconscientes. Hoy es el aniversario luctuoso de mi tío Miguel, tu hijo. Debe ser duro para ti Abu; ya que era tu hijo menor.

El anciano quedó mudo al escuchar las palabras de Juliana. Era cierto, para él era un día muy triste. Haber perdido a su hijo de esa horrible manera era una cosa que no olvidaría nunca. Se quedó sobando sus paraliticas piernas que le recordaban lo inútil que había sido cuando intentó sacarlo de aquel incendio infernal. Todavía no olvida que a pesar de haber entrado a la casona en llamas. Había llegado tarde para salvar a su hijo. Sin embargo recuerda claramente una figura aterradora que salía del fuego y aquella risa siniestra que lo paralizó de miedo al instante del trágico momento en que una de las vigas de madera le cayera encima dejándolo inmóvil de sus piernas para siempre.

"Maldito ser, asesinaste a mi pobre hijo. Asesinaste a esos pobres chicos. Ojala te estés pudriendo en el infierno. Dios quiera que así sea"

Pensó el ancianoconsternado. Juliana trató de adivinar la expresión de rabia entremezclada con aflicción que reflejaba su abuelo. Era como si estuviera en otro lugar. Sin embargo el anciano le dijo:

—Es hora de que me lleves a mi habitación. Ha sido suficiente por hoy mi niña.

En silencio la chica llevó de vuelta al anciano a interior de la casa. Estaba visto que su abuelo había perdido las ganas de seguir con la plática. Lejos estaba Juliana de entender que debió tomar más enserio las palabras de su abuelo en cuanto a irse de aquel lugar de tragedia.

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En la casa de Eloy todo era un desorden. Estaban en pleno barajuste de empacar para la inminente mudanza. Casi todo ya había sido embalado. Solo restaba algunos utensilios de cocina y otros artículos personales, pues hacía casi una semana que la mayoría de las cosas ya habían sido trasladada a la nueva casa en un pueblo más céntrico de la ciudad y con mas opciones de estudios universitarios para Eloy. Aunque el chico no estaba contento con la resolución de sus padres no le quedaba de otra que resignarse.

—¿Sabén ya tus amigos que pronto te irás? —lo abordó su mamá, mientras le colocaba en sus piernas un trozo de torta con gelatina y añadió—. Toma. A ver si se te quita el mal humor jovencito.

—No es mal humor mamá —contestó Eloy dejando el plato en la mesa, estaba jugando en el PlayStation y no quería perder la partida—. Sencillamente no quiero irme, aquí están mis amigos. Y respondiendo a tu pregunta. No. Aún no les he dicho que nos vamos del pueblo. Se los diré esta noche.

—No te pongas así hijo. No es que nos vamos a otro planeta de hecho, aun estaremos relativamente cerca. Solo es cuestión que mantengas el contacto con todos ellos. ¡Hagamos una cosa!—propuso para mitigar el descontento de su hijo—. Les puedes decir que en lo que nos establezcamos pueden venir a pasar contigo un fin de semana en estas vacaciones.

A Eloy se le iluminaron los ojos al escuchar la propuesta de su madre. A pesar de su actitud extraña, sabía que los chicos lo aceptaban tal cual como él era, además que les tenía mucho cariño. Así que cambiando su estado de ánimo saboreó un trozo del pastel de su madre que para variar estaba delicioso.

—¡Genial madre eres la mejor! —dijo aun con resto de torta en su boca—.  Ahora si se los diré. Estoy seguro que aceptaran la idea. Ah mamá, te mandó a decir Juliana que por favor le envíes un trozo de tu sabroso pastel. y quería que supieras  que eres la mejor repostera del pueblo.

—¡Aduladora interesada! —dijo la madre de chico con una sonrisa de satisfacción por el cumplido—. Esta bien les enviaré un gran trozo para todos con gelatina incluida. Y además dile a tu golosa amiga que le haré antes de irnos una torta de tres leches especialmente para ella. Ahora busca la manera de arreglarte para la misa. Ya casi es la hora. Vamos levántate y deja ese dichoso juego.

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Ya había llegado el momento de ir al cementerio para rendir tributo a los fieles difunto en ese día especial. Donde recordamos a todos nuestros seres queridos fallecidos para hacerles saber que siempre están en nuestros corazones. La noche estaba iluminada por una hermosa y brillante luz lunar que engalanaba al cielo oscuro. De esa manera se abría el preámbulo luctuoso de la noche. Quienes no estaba en este espectáculo eran las estrellas tal vez con la hermosura de la reina de los cielos la estrellas se habían ocultado por timidez y prefirieron mantenerse invisibles.

Ya en el camposanto. Este se encontraba iluminado como si fuese el día por las velas, sirios y velones que ya habían sido encendidos por los dolientes. Las tumbas a su vez, estaba adornadas con muchísimas flores ataviadas con hermosos jarrones comprados para la ocasión. En un punto estratégico del cementerio estaba el anciano párroco Sandominguiano  que se encontraba preparado para dar la misa, a su vez haría un rosario por petición de algunos familiares por el aniversario del trágico fallecimiento de los chicos de la secundaria Gabriel Liendo.

Todos se encontraban a la expectativa de este aniversario sin embargo, era un tema del que no hablaban entre ellos por tener tan escabrosos recuerdos y porque en este mismo día, aquellos chicos a igual que muchos de los jóvenes que estaban reunidos aquí habían estado compartiendo y llenos de vida y alegría. Esto era algo difícil del digerir aún después de haber pasado quince años.

El Club del Misterio 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora