H&I Corp

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H&I Corp, se podía leer el enorme letrero en color plata. Las puertas también estaban grabadas con esas iniciales, letras blancas y una cintilla dorada.

El auto entró al estacionamiento privado y se estaciono al final, en la parte más oscura y lejos del elevador. Kōki bajo del auto y se estiró —Fue un largo trayecto.

—Sí. Lo fue— dijo, Kōtaro se estiró y bostezó.

—Bien, vamos— dijo Shun, y Seijūrō se encaminó hacia el elevador.

—¿A dónde va?— preguntó Kōtaro al ver al pelirrojo alejarse.

—Pues al elevador— dijo, irónicamente. Los tres soltaron una risa de burla —¿Qué?

—Es por aquí— dijo Shun y se acercó a un letrero de evacuación.

—¿Allí?— preguntó dudando.

—Sí— Kōki sonrió.

—Izuki Shun, Hayama Kotaro y dos invitados— dijo al letrero.

Seijūrō se quedó estupefacto al ver cómo el letrero y parte de la pared se abría y dejaba ver la puertas de un ascensor —¿Qué?

—Vamos. Camine Akashi-san— dijo Kōki empujando al elevador a su jefe.

—Bienvenidos. Izuki-san, Kotaro-san, Akashi-san y Kōki-sama— dijo una voz calmada cuando se cerraron las puertas metálicas.

—Hola Kei ¿Cómo has estado?— preguntó, sonrió al escuchar la voz.

—Regular, Kōki-sama. Veo que usted bajó de peso, no ha dormido bien y está herido— respondió Kei.

Kōki se sonrojó al recibir la mirada sobre él —¿Algún otro error?

—No que yo haya notado. Tal vez Imayoshi-san le informe mejor.

—Gracias— dijo, y todos se quedaron callados.

—Área de logística— se escuchó nuevamente la voz de Kei.

Bajaron del elevador y caminaron. Seijūrō observaba atentamente el lugar y que las personas los miraban y susurraban cosas. Varias oficinas se dejaban ver. Tenía muchas preguntas.

—Furiiiii— se escuchó y un rayo castaño tiró al piso al otro castaño —Gracias a Dios estas bien.

—No llores, Fukuda-kun— dijo acariciándole la cabeza al castaño.

—Es que estaba preocupado por mi mejor amigo— dijo abrazándolo.

—Siento haberte preocupado— dijo sonriendo.

—¡Fukuda!— alguien gritó.

—Lo siento. Me tengo que ir— dijo, salió corriendo.

—Sigamos— dijo Kōtaro. Caminaron nuevamente hasta que se detuvieron frente a pantallas, grandes, con varias grabaciones. Gente estaba frente a varias computadoras y tecleaban rápidamente.

—Kōkiiiiii— gritaron desde la derecha y mostró a un doncel pelinegro.

—Mako-sempai— saludó, sonrió al pelinegro.

—Nos tenías preocupados— dijo abrazándolo.

—Lo siento— dijo, respondió al abrazo.

—Ya suéltalo Makoto— dijo un pelinegro de lentes. Estaba sonriendo al ver los celos del Akashi menor.

—Cállate bastardo— dijo, soltó al castaño y miró mal al pelinegro.

—Bienvenido Kōki. Me tenías preocupado— Lo abrazó y le sonrió al pelirrojo, éste sólo hizo un puño con sus manos. Se soltó del castaño y saludó al furioso invitado —Akashi Seijūrō. Un placer tenerlo aquí— dijo estrechando la mano con el pelirrojo.

Del odio al amor hay un sólo pasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora