No todo era lúgubre, claro que no. Tú me dabas la luz que le faltaba a mi vida,
tú le otorgaste a mi vida una oportunidad de ver desde otra perspectiva el mundo.
Tú me enseñaste a que los colores tienen millones de contrastes, al igual que las personas, que
nada es tan simple ni todo es tan complicado.
Tú me enseñaste a sonreír sin matemáticas, sin probabilidades, sin números, simplemente sin
pensar.
Qué quieres que te diga, yo no firmé ese contrato de quererte pero ya ves el amor me invadió
y tú que me enseñaste a no huir de mis sentimientos, ni siquiera los conoces.
Tú que te comes el mundo, te falta comerte a mí. Y yo vivo hambrienta cada día.
Si la vida está llena de nubarrones, pero tú consigues hacerme sentir que soy buena.
Si la vida puede ser jodida pero tú eres mi medicina contra ella.
Que me cuesta ordenar mi cabeza, y tú me la desordenas más. Tú eres mi caos, y también eres
mi paz, eres la que hace que sea valiente y le eche cojones a eso de quererte pero a la vez me
haces cobarde, me haces insegura, me haces frágil.
Porque cuanto más te quiero, más de cristal me siento, más fácil de romper siento.
No me des esperanzas, porque la esperanza mal empleada duele más que una decepción
ya sabida.
Te quiero, te quiero y te quiero. Y te quiero. Y sé que no soy original porque esas tres palabras
las usan todo el mundo, pero yo creo que después de las palabras viene la acción.
La acción confirma el te quiero o también demuestra que hay te quieros que se dicen con la
boca pero con el corazón.
Me desnudaste mentalmente, me quitaste la ropa, la máscara, todo eso que cubría todos esos
miedos y ahora siento frío, pero cuando te veo siento calor.
Me provocas tantas emociones opuestas, me haces ser mejor, pero a veces me siento demasiado
lejos de lo que eres.
Por mucho que corra, no sé si llegaré a dónde estés. Te busco en todos los lugares, te intento
atraer hacia donde estoy y cuando consigo que estés a mi lado, todos esos planes, todas esas
palabras dichas se desvanecen como ese beso que en mi mente se reproduce diez mil veces
pero nunca sucede.
Y esto no es una carta de desamor, ni de amor, es una carta de sentimientos que ni siquiera he
podido definir.
Porque definir todo lo que sentimos si podemos sentir sin definir nada.
No todo es gramática, ni todo es vocabulario ni todos son derivadas, no. Claro que no.
Estuve años intentando crear un algoritmo de mi vida y nunca ha funcionado, porque la vida
siempre tiene variables nuevas, diferentes y absurdas. Tú eres una de ellas.
Y el algoritmo se tiene que formar de nuevo... Y no creo que consiga llegar a uno fijo.
Porque la vida no es fija ni nosotros somos fijos pero podemos decidir cómo la queremos vivir
y yo decidí tirarme por la borda cuando me decidí enamorar de ti.
Qué quieres que te diga, si me gustan las locuras y más las que me hacen felices y tú me haces
feliz.
Si la felicidad no ha sido estudiada por Pitágoras ni por Aristóteles, porque la felicidad no tiene
sentido. No tiene sentido que seamos felices con cosas que antes aborrecíamos, y no tiene
sentido que la felicidad se apague de repente, como una vela de cumpleaños, como si todo
el mundo la estuviese soplando para que dejase de emitir su brillo.
La felicidad. Yo no voy a dar lecciones sobre ella, yo puede que no la haya tenido de cerca tantas
veces como las demás pero sé que cuando estoy a tu lado la siento, la siento vibrando desde la
mente hasta los pies vibrando más fuerte en mi corazón. Y ese sentimiento de emoción, esas
sonrisas constantes no pueden llevar a la dirección incorrecta.
La felicidad enlaza el dolor, pero todo tiene una parte dolorosa que hay que soportar pero
ese dolor es como el IVA que se paga por diversos bienes. Va incluyendo con el premio.
Pero merece la pena, y por ti asumo ese riesgo, también asumo el riesgo de que me pueda
romper y nadie me reconstruya, asumo el riesgo de ponerte un altar y de que te me caigas
en un segundo. Lo asumo, porque si no lo hiciera sentiría que he perdido el tiempo en no
ir a por algo que me hacia feliz.

YOU ARE READING
Siete vidas
Ficțiune adolescențiAntes era un diptongo pero luego decidí rebelarme y me convertí en hiato. El tiempo es un farsante, pero las personas quizás más. Escribo para no pegar un tiro a toda la sociedad que vive engañada con sus certezas, y una cosa os digo, la única cert...