Capítulo 2: La primera cita.

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Asier tenía seis años cuando le dijeron raro por no querer jugar a la casita con sus amigos, él simplemente no entendía que de divertido había en ese juego. El problema no era actuar a trabajar, tener casa o pareja, el problema era cuando designaban a uno del grupo (o a veces a un muñeco o incluso la mascota más cercana) como el hijo/a de la relación. ¿Jugar a cambiar pañales? ¿A desvelarse? ¿A dar comida? ¿A trabajar por el bien de alguien más que ni quería en su grupo familiar? Nunca le encontró lo divertido a esa parte del juego, y sintió que había algo mal con él por no querer jugar a lo que mayoría jugaba.

Porque si la mayoría lo jugaba era por algo ¿no? Por años creyó que algo estaba mal con él, por no querer hacer y por no pensar como la mayoría.

Y a los doce cuando le confirmaron que era un Omega (Por supuesto, siempre había sospechas desde antes, pero era después de la pubertad que tus hormonas se estabilizan y el resultado era 100% seguro), Asier se juró no seguir pensando así, él podía ser un Omega, y podía odiar algunos de sus instintos, pero los controlaría, sería cuidadoso y sería más que solo alguien capaz de tener hijos, haría algo de su vida, algo importante.

….

El maldito llanto lo despertó de sus pensamientos, suspiró y pensó seriamente que debían existir departamentos donde además de prohibir mascotas prohibieran bebés ¡Había gente que trabajaba y necesitaba dormir! Sacudió la cabeza, un llanto no iba a arruinar su día, no después del gran día de ayer.

Comenzó su día con una gran sonrisa, no se sorprendió de que cuando llegó a su trabajo fue llamado inmediatamente por el director, y por supuesto, fue para felicitarlo por sus ideas y trabajo, su sonrisa solo creció al salir y escuchar los bulliciosos murmullos de sus compañeros. irritados por su logro. Sacudió mentalmente la cabeza, impresionado de cómo ellos tenían tanto tiempo para hablar en vez de trabajar, tal vez, si gastarán menos tiempo susurrando de la vida de otros lograrían hacer mejor su propio trabajo.

― Eh, Asier ―  Ernest, el jefe editor se acercó a él con una sonrisa en la cara, era un buen trabajador, y de los pocos colegas que parecían respetarlo a pesar de ser un Omega, pero Asier nunca entendería si era inconsciente del ambiente de trabajo o solo se limitaba a ignorarlo― . Supe que hablaste con el director ¿Fue todo bien?

― Excelente, y ya casi termino la primera revisión del nuevo libro, es bastante bueno y pase gran parte de la noche leyendo―  No comentó que tuvo energía de sobra después del grato encuentro de ayer.

― Me alegró, eres de los mejores trabajadores de este lugar, debes seguir así.

Asier sonrió ante su oportunidad.

― En realidad creo que hay muchos buenos trabajadores aquí, solo que pierden valioso tiempo conversando en lugar de trabajar.  

Ernest frunció el ceño y miró a su alrededor, por fin percatandose del silencio que reinaba en la sala, todos atentos a su vida.

― Tienes razón ―  Dijo inesperadamente Ernest mientras le guiñaba un ojo ―. Parece que se ha perdido ciertas buenas costumbres, tú no te preocupes y sigue como lo estás haciendo, vas excelente.

― Gracias.

Los murmullos tardaron horas en volver a aparecer.

Asier no creía que el día podía mejorar, hasta que recibió un mensaje de Thibaut preguntándole si tendría el sábado libre.

Esta vez ignoró las voces de sus compañeros, la jornada laboral pasó volando entre el trabajo que amaba e intercambiar mensajes con el apuesto Alfa.

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Omega infértil [Terminada] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora