Nacht Pleasures

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Aquellos dulces y temblorosa labios, oh dios perdone mis pecados, pero simplemente he caído en la tentación misma, aquella piel sabor a chocolate que me invitaba a probarle, su alma de manzana que me tentaba haciéndome estremecer, tengo que hacer algo o será demasiado tarde. Lo besé de nuevo, pero ahora mancillé aquel inmaculado beso que me ofrecía, lo mancillé con las terribles gotas de mi deseo, aquel que mancho su boca con mi saliva y la allanó con mi lengua, aquel libido que saboreó su dulzura sumergiéndome en el auténtico paraíso, aún siendo indigno de alcanzarle.

[•••]

Nos separamos, jadeantes y aun podía ver en la hermosa carita tintada de carmín de mi acompañante, su inocencia, con solo un beso el pequeño se había estremecido, demonios Yūgi ¿acaso vas a atormentarme? No lo pude soportar, simplemente caí ante tu presencia, ante tus labios, ante tu ser.

—Yūgi..

—Quiero... Ha-hacerlo. —aquella tentadora revelación me interrumpió.

Y cada día pareces más aquel demonio que me invita a un acto por demás erótico, pero te pareces tanto a un ángel, con tus marmóreas facciones ¿acaso esto es a lo que llaman un lobo con piel de oveja?.

—Yo también.

Respondí firme, decidido, con un beso demandante sellamos el trato, sentí como te encogías ante el contacto y yo sonreía ante mi repentina victoria, eras mío. Sabía perfectamente que no podía mostrar siquiera mi presencia ante mis padres, así que sin rodeo alguno nos decidimos por concretar nuestro pecaminoso acto en tu casa, tus padres no estaban, un viaje de negocios, la ocasión perfecta.

No podía dejar de embriagarme con la vista de tu nívea piel y menos apartar la boca de tu cuello, aquel dulce sabor del veneno que tal vez logrará saciarme, sentí a mis sentidos tocar el paraíso, solo una pequeña probada de aquel manjar me hicieron desesperar, tu nívea piel se erizaba y estremecía ante mi tacto, tacto, oh la bella y dichosa sensación de sentir, ¿qué mejor manera que disfrutarla explorando tu piel?.

Como un deseo egoísta, no pude hacer más que marcarte como mío, miles de mordidas y chupetones que seguramente serían visibles por semanas, pero dulce joya mía, no podía evitar tener aquella hórrida amalgama de pensamientos de que alguien fuera capaz de arrebatarte de mis manos, tu belleza hipnótica para cualquiera que pudiese apreciar tu ser, por eso me sentía especial, era la única persona que había tocado aquel deleitable cuerpo, era el primero en saborearte y la copiosa sensación de satisfacción me inundó, aun tendría que casarme, pero no lo haría contigo a mi lado y fue ahí en medio de la noche y en aquellas cuatro paredes que me hicieron volver a la realidad.

—Yūgi, me tengo que casar, estoy comprometido, tenemos... que detenernos. —lo que menos quería era detenerme, no, pero tampoco quería herir a la bella causa de todos mis pensamientos.

—No impo-porta.

—¿Ah? —cuestione viendo aquellas finas facciones y su angelical carita que me veía suplicante.

—Dije que no im-importa, cuantas veces te case-ses o cuantas me use-ses, solo... Déjame estar a tu lado.

Palidecía ante cada palabra, cada respiración, cada mirada, palidecí ante aquella insólita confesión. Por la más portentosa de las verdades expresadas aquel día, esa por mucho hizo bombear sangre a toda terminal existente en mi cuerpo, mi corazón hacia un estrepitoso ruido con cada uno de sus latidos, me martillaban los oídos, lo único que pude hacer fue abrazar a mi pequeña luz y al estrecharle contra mi cuerpo susurrar contra su oído. «Nunca me abandones» sentí una lágrima sobre mi hombro, Yūgi lloraba, pero me sonrió y besó de forma dulce.

Aquel cálido y sutil beso, cargado de las emociones que no podíamos profesar con nuestras palabras, aquel cuarto se volvía cada vez más caliente, pronto todo se impregnó de gemidos y el sonido del vaivén producido por el deleitable choque entre nuestras pieles, la habitácion simplemente olía a sexo, tu cuerpo perlado en sudor y los lascivos sonidos que arranque de entre tus labios. Aquella vez que te hice mío por primera vez.

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