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Remus Lupin junto al lago.1972

Ocurría cada luna llena. Pero nunca se había acostumbrado. A la furia, la desesperación, el dolor de la transformación. Por suerte tenia a sus amigos. Por suerte, ellos lo acompañaban, aunque no pudieran ni imaginar su dolor, lo aceptaban y querían. No hubiera soportado todo aquello él solo. Y tenía, al menos, tres pares de manos que lo sostenían en su agonía.

Crónicas de los merodeadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora