—Escucha esto, Dumbledore —soltó Amanda en un susurro malhumorado mientras apretaba su varita con fuerzas. Estaban siguiendo las primeras pistas de Gellert en Londres y se habían separado en equipos; Madeline había sumado al novato del departamento para aquello, novato que debía estar acompañándola en ese instante del otro lado de su ubicación. Al menos eso esperaban —, no sé que intenciones tienes con Maddie, pero si le haces daño... —gruñó como un perro rabioso —, juro que no responderé sumisamente.
—¿Es necesario este desplante por alguien que, supuestamente, dice no ser tan cercana a ella? Pareces muy interesada en su bienestar para estar afirmando día y noche que prefieres estar sola en esta... vida.
—Es mi amiga —afirmó entre dientes —, y sé que lo he negado, pero tengo demasiados motivos para estar en desacuerdo con lo que seas que estés tramando —añadió esquivando las raíces de los árboles —. Y uno de esos malditos motivos es que te odio como no te imaginas.
—Dime algo que no sepa, Collin —esta se detuvo y Albus se vio obligado a hacerlo también.
—Cualquiera que esté a tu lado siempre le sucede algo malo. Tú provocaste muchos caos y de ninguno te has hecho cargo —él simplemente la miró a los ojos. Tenía millones de argumentos para refutar tal acusación, pero prefirió callar.
Siempre prefería callar. Pero esta vez tuvo la excusa perfecta para hacerlo.
Amanda se escondió detrás unos arbustos tupidos y le hizo un gesto con su mirada para que hiciese lo mismo. No muy lejos de ambos habían aparecido dos hombres. Los mismos que gracias a las capuchas negras sobre sus cabezas, no pudieron identificarlos con facilidad. Los siguieron con cautela, intentando ir por sendas que le permitiesen ocultarse a tiempo de sus ojos.o
Cuando quedaron hombro a hombro, detrás de lo que parecía un muro cubierto de musgo, supieron que habían llegado al lugar correcto. Eso querían creer después de varios días de trabajo sin descanso.
—Gellert está aquí, puedo sentirlo —murmuró Albus de una manera que llamó la atención de Collin. Él sintió su pesada mirada y la miró de reojo —. Y si es así, si él está aquí, déjamelo a mí.
—¿Cómo podría confiar en ti, Dumbledore?
—Tranquila, Collin no dejaré que tu reputación se vea manchada —soltó con algo de ironía.
Volvieron a lo suyo. El par de magos se detuvieron frente a una puerta o eso parecía a esa distancia. Llevaron sus varitas hacia el frente y murmuraron algo que Amanda encontró inentendible. Sin embargo, Albus, parecía haber entendido a la perfección.
—Lo mejor será esperar —susurró la bruja agarrando al profesor del brazo en cuanto lo sintió moverse.
—No creo que eso sea lo más sensato —opinó con seriedad —. Si no actuamos ahora, dudo que tengamos otra oportunidad como esta para atraparlo.
Y sin darle tiempo a protestas, el supuesto profesor se colocó de pie saliendo de su escondite. Sería estúpido relatar que el poderoso mago no había sido visto y que por supuesto, no había sufrido heridas en aquella pelea. Pero entonces, la historia acabaría aquí y ya no tendría sentido seguir escribiendo sobre esa noche. Sin embargo, como nada aconteció según lo planeado, les contaré lo que sucedió con Albus y el gallardo espíritu de Gellert Grindelwald.
Maddie llegó en el momento justo, atacando el último oponente de pie con violencia e incluso con furia. Un oponente, lejos de ser uno simple, que estaba dispuesto a todo. Luchó mano a mano hasta que su puño logró estrellarse en su mejilla. Cayeron al suelo, sus varitas quedaron en el olvido en algún rincón de la humedecida tierra y toda magia pasó a segundo plano. Parecía una riña callejera de dos muggles ebrios a las afueras del bar, con la única diferencia de que ella era una mujer y él un hombre.
—¡Maldita! —Gellert no podía quitársela de encima y mucho menos alejar sus dientes de su antebrazo. Era salvaje, su actitud podía ser tomada por la de un animal peligroso y lo supo en cuanto vio sus ojos —, ¿qué demonios eres? —soltó con estupor.
—¡Petrificus Totalus! —ambos quedaron inmóviles. Maddie cayó a un costado del criminal más buscado del mundo mágico. Albus estaba prácticamente sin aliento, pero había logrado encontrar su varita entre los tupidos matorrales. Se acercó a ellos cojeando de una pierna y apretando su estómago adolorido con su brazo derecho. Se detuvo frente a Gellert y frunció los labios con disgusto —. No me mires así —murmuró con enojo —, esto no hubiese sucedido si me hubieras escuchado. Ahora, obtendrás lo que mereces...
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Aliados o Enemigos
FanfictionGellert Grindelwald logra escapar de las manos del MACUSA misteriosamente, y una serie de inesperados asesinatos se están llevando a cabo en Londres después de ello. El caso quedará en manos de dos talentosas aurores, con ideales y puntos de vista...