Capítulo 5

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—¿Qué mierda acaba de pasar? ¿Y quién era esa?

Travis se acercó a Margot con preocupación. Estaba sentada sobre los pequeños escalones de madera en la entrada del bar, abrazada a sus rodillas. Todavía seguía sin poder procesar la extraña conversación que acababa de mantener con Rayla Higgs. O mejor dicho: con lo poco que quedaba de ella.

—Es una antigua amiga de la isla. Y me ha asustado muchísimo. Ahora no sé si es cierto lo que dice... O es que se ha vuelto loca de verdad.

—Seguro que es lo segundo —Frank intervino en la conversación—. ¿Vosotros la habéis visto bien? ¡Casi me cago encima! Y va caminando como si estuviera poseída.

—No la juzgues sólo por su imagen.

Rose, frunciendo el ceño, se arrodilló frente a Margot.

—¿Qué te ha dicho?

—No tiene importancia. Venga, vámonos —contestó mientras se ponía en pie. No quería sembrar el caos. Intentaría olvidar el tema como pudiese.

—Claro que la tiene. ¿Acaso no has visto tu reacción? ¿Y tu cara? Parece que acabes de ver un fantasma. Venga, desembucha.

Margot tomó aire antes de empezar a hablar.

—Me dijo que el asesino ha vuelto a la isla y que lo ve por las noches. Y ya le he dicho que eso es imposible, que mi padre está encerrado y condenado a cadena perpetua. Pero ella sigue empeñada en que no. Cuando me lo estaba contando, parecía tan real... Estaba muerta de miedo. Sólo le faltó ponerse a llorar.

—Santa mierda, Margot. Retiro lo dicho el primer día: no vendría aquí a vivir ni aunque me pagasen millones de dólares. Bueno, tal vez sí, depende de la cantidad. Pero este sitio es demasiado siniestro —habló Frank—. En cuanto cae la noche, las calles están desiertas. Y se respira un ambiente muy extraño. La gente vaga por ahí como si fueran almas en pena. Y para colmo, no hay cobertura y está todo aislado de la civilización.

Lena rodó sus ojos y le dio un leve empujón.

—Cállate, Frank, estoy intentando pensar —le dijo—. Margot ¿tú estás completamente segura de que fue tu padre quien cometió esos crímenes hace diez años? ¿Lo viste con tus propios ojos? ¿Él lo confesó?

—No... O sea, sí, estoy segura, todo apuntaba a él. Pero no le vi cometer ningún crimen. Y él siempre lo negó. Aunque supongo que es lo que hacen la mayoría de los asesinos para intentar salir impunes. ¿Qué importa eso ahora?

—Si algo he aprendido estudiando criminología y derecho durante cuatro años es que la justicia es de todo menos justa. ¿Sabes la cantidad de fallos, inocentes condenados y asesinados que ha habido a lo largo de la historia de nuestro país? Son incontables. A veces los casos se cierran sin haberse resuelto. Y se lanzan acusaciones a otras personas sólo para quitarse el trabajo de encima. O incluso debido a sobornos o amenazas de gente importante y poderosa.

Margot entonces se acordó de Paul. Esas eran las mismas palabras que le había dicho la mañana anterior en el puerto, esas que tanto le habían molestado. Pero sabía que, en el fondo, ambos tenían razón. Aunque por otra parte, nada de eso tendría sentido. El caso se había investigado durante más de cuatro años. Se habían realizado cantidad de juicios a los que nunca había querido acudir. Y su padre no había ganado ni siquiera uno. ¿Más pruebas que aquellas? Estaba convencida de que era un cruel asesino. Y después de diez años nada podía haber cambiado.

—Vale, Lena, has sacado notas brillantes y te encanta lo que estudias, lo pillamos. Pero ¿te importaría parar ya? Esto no es Mentes Criminales, ni ningún otro show policíaco. Deja de confundir a Margot. Ya ha sufrido bastante —le respondió Frank con más seriedad.

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