Capítulo 2

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A pesar de que todavía fuese invierno, el sol brillaba con tanta intensidad que Margot sintió que estaba ardiendo. No sabía si se trataba del clima o de su temperatura interior, pero su abrigo comenzó a sobrar. Las temperaturas en la ciudad eran, para su gusto, más agradables que en la isla. Y estaba totalmente segura de que en cuanto llegaran a su destino, el frío aparecería con mucha más intensidad y tendría que volver a abrigarse.

—¿Qué haces aquí sola? Si se puede saber, claro.

Emily Dickens espolvoreó refinadamente el asiento de madera antes de posarse sobre él. Acto seguido, clavó su mirada con nostalgia sobre quien solía ser antes su mejor amiga.

—No sé, me gusta mirar el mar mientras pienso en mis cosas. Hacía mucho tiempo que no lo veía. De verdad, la última vez fue cuando me marché de la isla tras la muerte de mi madre.

—Venga, anímate un poco. ¿Por qué no te integras? Estamos contando anécdotas muy graciosas sobre Nellie junto a su familia ahí dentro. ¡Hay que intentar que esto no decaiga!

Margot notó algo diferente en ella. ¿Quizá se trataba de su acento? Ya no sonaba igual que antes. Ahora era mucho más fino y elegante y a penas solía pronunciar palabras obscenas. Era verdaderamente curioso cómo algo tan simple como la forma de hablar hacía que pareciese una persona completamente distinta. No obstante, su estilo de vestir también había sufrido un cambio brusco. Antes, en la adolescencia, Emily era una gran aficionada a los chándales y la ropa cómoda. Incluso a veces se vestía con las luces apagadas. Pero ahora parecía que lucir ropa de marca conjuntada se había convertido en algo primordial para ella. Había adornado su sobresaliente conjunto con joyas que, por su apariencia, eran de bastante valor. Y su pelo, que había crecido considerablemente, ya no se caracterizaba por aquellos rizos indomables, sino por unos mechones alisados y tratados a la perfección. Margot no la reconocía en ningún aspecto. Pero al fin y al cabo, tenía que aceptar que los cambios no iban a ser siempre como ella quisiera.

—Sabes de sobra que, a veces, necesito pasar tiempo sola, Emily. Y más en una situación tan singular como esta. No te preocupes, estoy bien. Vuelve con los demás.

—Me preocupas, Margot. Me da miedo que esto te afecte mucho más que al resto y acabe por destruirte —musitó Emily.

Los potentes rayos de sol iluminaron su oscura tez. Margot pudo examinar así sus tristes facciones. «Vaya, parece que después de tantos años ignorándome, sigo importándole un poco», dijo para sus adentros.

—Bueno, supongo que es normal, ¿no? Yo conocí a Nellie mejor que ninguno de vosotros. Prácticamente, pasamos toda nuestra vida juntas.

Emily suspiró con pesar. Entonces, Margot sintió el tacto de sus finas manos sobre las suyas y se estremeció. Se sentía muy raro. ¿Cuándo había sido la última vez que había hecho aquello?

—No te tortures por lo que pasó ¿vale? Ya han pasado muchos años. Y Nellie también hizo cosas horribles e imperdonables.

Una lágrima comenzó a resbalarse por la mejilla izquierda de Margot. En cuanto se dio cuenta, la secó velozmente con la manga de su blusa blanca.

—Ya lo sé. Pero me han invadido un montón de recuerdos que me he esforzado tanto por olvidar... Aunque no haya servido de nada.

—¿A ti también te da miedo esto?

Margot apartó su mirada del hipnótico mar y observó ahora los ojos oscuros de su amiga.

—¿Miedo? ¿El qué?

—Moonfall Island.

La joven se quedó callada. Otro molesto nudo se creó en su garganta. Sí, tal vez la palabra fuera esa: miedo. Pero no por lo que pudiera suceder. Los crímenes cometidos allí eran pasado. Lo que le resultaba realmente aterrador era la reminiscencia. Una mente destructiva era muchísimo más poderosa que cualquier acción física.

Moonfall IslandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora