Capítulo 3. La penumbra

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Para Gaara, quien a lo largo de su vida había experimentado escasamente el dolor físico, aquella fue una de las peores noches de su vida. Entreabrió sus hermosos ojos esmeralda solo para notar que su vista era borrosa y un agudo dolor se hizo presente en cada fibra de su cuerpo, haciéndolo colapsar en el suelo. Sentado, apenas consciente podía sentir en la garganta una sequedad como jamás había experimentado y gruesas gotas de sudor surcaban su rostro. Parpadeo, apenas con fuerza mirando a su alrededor. Shukaku no se veía por ningún lado.

-¿Ha terminado? – movió su entumecido cuerpo tratando de levantarse –

-Oh si, ha terminado –

Gaara cerró sus ojos sosteniéndose de los frios muros. Esa voz no estaba alrededor suyo, sino dentro de su cabeza. Presiono su sien, tratando de aclarar su vista aún nublada.

-Shukaku... Por un momento pensé que moriría –

-Lo sé – respondió divertido el tanuki – Yo también lo pensé, en realidad estuviste cerca de la muerte

Y era honesto. El proceso de sellado de un bijuu era complejo y sumamente peligroso para el receptor. Si bien la primera vez le había costado la vida a la madre de Gaara, este último había logrado sobrevivir. Era raro que un bebé recién nacido lo consiguiera, y no era todo. Gaara también había sido resucitado cuando lo separaran de su bijuu. Ahora mismo Shukaku sólo podía pensar que era verdaderamente milagroso que Gaara estuviera ahí; es más, era milagroso que hubiese sobrevivido al sellado una segunda vez. Quizás era por esa persona a quien deseaba salvar tan desesperadamente, que el chico no se daba por vencido.

-Gaara - Y por primera vez en su existencia, el demonio mapache expresó interés por el bienestar de su jinchuuriki – Deberías descansar niño -

El joven Kazekage negó al instante, caminando, casi arrastrándose hasta la puerta.

-No... – cerró los ojos con fuerza al dar los primeros pasos. Un dolor espantoso, similar a cuchillas atravesándole las plantas de los pies le hizo quedar paralizado unos segundos - Necesito volver a su lado, no me quedaré lejos ni un solo instante más – reitero antes de retomar la dolorosa y difícil marcha.

-¿Ah? Gaara sí que estas cambiado – murmuró el monje observando curioso el comportamiento del pelirrojo. Sabía que al comenzar su adolescencia la actitud de Gaara con el mundo era otra, ahora sin embargo no sabía que pensar de él. Ya no parecía quedar nada del Gaara que el mismo había forjado con su sed de sangre y desprecio a los otros seres humanos – Vamos, que tan urgente puede ser ¿No hay tiempo para un trago de sake? – agregó con su ronca y cómica voz el monje.

-No digas tonterías – agregó el pelirrojo mientras caminaba sujeto de las paredes, todo a su alrededor se sacudía peligrosamente y sentía que podía desplomarse inconsciente en cualquier momento, pero no iba a rendirse por algo tan vanal como eso – Tengo que volver... Como sea– El Sabaku trago saliva y continuo lentamente hasta la entrada del pasillo, donde los mismos guardias lo contemplaron abrumados. Ambos hombres no tardaron en correr hacia él, pero su Kaze les indico con un sútil ademán que no lo hacía falta, todo estaba bien – Iré a descansar. Ustedes también pueden hacerlo. Ya no hay nada que proteger aquí – dijo ante la desconcertada mirada de ellos antes de sumergirse nuevamente entre los oscuros pasillos de su palacio y desaparecer de su vista.

*

El camino hasta su habitación jamás le había parecido tan largo, logró sin embargo llegar aún de pie. Algo que Shukaku objeto como digno de admirarse.

-¿Quiénes son ellos?

Gaara alzó el rostro mirando aún con cierta dificultad delante suyo. Varios de sus guardias rondaban la habitación del Kaze, entrando y saliendo de ella. Realmente entro en terror cuando mirará salir de la misma a Sakura Haruno. Un vuelco en el pecho, temiendo lo peor le hizo correr hasta ella pese al terrible dolor en su cuerpo. La pelirrosa lo noto al instante.

InnocentDonde viven las historias. Descúbrelo ahora