capítulo nueve

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Hace años atrás

— ¡Te toca!— exclamó una pequeña de cabellos grises, tocando el hombro de su hermano.

  El pequeño detuvo su caminar en seco con el entrecejo fruncido, ambos se encontraban en la habitación de juego donde podrían jugar sin ningún problema.

— ¡No es justo!— el pequeño niño alzó la voz con molestia—. No me dejaste correr (T/N).

— ¡Tu tampoco me dejaste correr!— formuló la pequeña cruzando sus brazos—. Así son las reglas del juego.

— ¡Entonces ya no quiero jugar!

— Hydron, (T/N) no discutan— los pequeños giraron la mirada hacia la tercera voz.

  Una mujer de largos cabellos rubios, con un vestido formal en color blanco se había acercado a los pequeños a paso firme. Había detenido su lectura para evitar que sus hijos comenzarán una pelea entre ellos, los pequeños al darse cuenta de que su madre se había levantado de su asiento sus instintos se tranquilizaron un poco.

— Recuerden que son hermanos, los hermanos deben de llevarse bien entre ellos— la mujer alzó sus manos sobre los pequeños esperando a que ellos las tomarán.

  Ya era algo tarde para que ellos aún sugieran despiertos, por esa razón la madre de los pequeños decidió que lo mejor es que deberían de descansar.

— Yo aún quiero seguir jugando mami— pronunció la pequeña de cabellos grises una vez que tomó la mano de su madre, solo que después de pronunciar aquellas palabras se le escapó un bostezo, lo que causó una risa en la mayor.

— Hay que ir a la cama (T/N)— pronunció la mujer—. Recuerda que también hay que descansar, cariño.

— Pero mamá yo también quería seguir jugando— Hydron infló sus mejillas con frustración.

— Mañana ustedes podrán jugar todo lo que quieran, pero por ahora hay que ir a la cama— una sonrisa salió de sus labios.

  Una vez que la fémina había llevado a los pequeños en la habitación, tomó asiento en medio de ambas camas para comenzar a relatar una historia. Los pequeños adoraban las historias de su madre, era algo que siempre ansiaban al momento de ir a la cama.

— Dulces sueños— la mujer beso la frente de cada uno de sus hijos.

  En la entrada de la habitación se encontraba un hombre de cabellos celestinos, él observaba cómo es que su esposa pasaba más tiempo de calidad con sus hijos y aunque él también ansiaba hacer lo mismo, su pueblo estaba en busca de un planeta habitable para la sociedad.

— ¿Cómo te fue hoy cariño?— la mujer envolvió sus brazos alrededor de el hombre, quién la recibió con una enorme sonrisa.

— Tengo buenas noticias— expusó el hombre—. Encontramos un planeta habitable para Vestal.

— Eso es maravilloso— la mujer tomó las mejillas del hombre juntando sus labios con los de él—. Finalmente nuestro pueblo tendrá un hogar.

— Igual que nuestros hijos— finalizó el hombre observando a los pequeños en sus distintivas camas.

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