Capítulo 1.

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Sigo sin entender el porqué. No sé si odiar a mi madre por sacarme de mi ciudad natal, Córdoba capital, por alejarme de toda mi familia, amigos e incluso de mi padre o por escuchar constantemente la excusa "es para tu bien".

Hacía ya varios meses que estaba visitando todas las semanas a mi psicóloga, todavía no sé los motivos, pero el hecho de escuchar todas las noches llorar a mi mamá o verla desganada durante el día era motivo suficiente como para buscar el consejo de otra persona, pero ¿alguna vez fue importante cómo me sentía yo?

La separación de mis padres no me causó el gran impacto que todos esperaban, después de todo mi nombre, Emma, significa "mujer con fortaleza". No era la única en su escuela que lo padecía, así que ¿para qué forzar el amor cuando ya no existe? Como era de esperarse quedé bajo la custodia de mi madre hasta alcanzar la mayoría de edad, para eso todavía faltaban tres años, mientras que mi padre se la pasaba trabajando en una compañía de autos y rara vez tenía contacto conmigo.

Era una mañana soleada, los pájaros cantaban, sentada como copiloto escuchaba a mi madre Dolores tararear "Hey Jude" de los Beatles mientras se reproducía en la radio. Sin embargo, mi humor no iba acorde al día, pues estaba muy enfadada; tenía 15 años y ya me merecía una explicación. Todo empeoró cuando el auto estacionó al frente de una casa, mi nuevo "hogar", una construcción de madera que constaba de dos pisos, un garaje y se podía apreciar que tenía un ático.

"Muy grande para sólo dos personas"- pensé recordando las mil y una películas de terror en que las historias empezaban así. Mi nueva casa destacaba con las del resto del pueblo y anteriormente había pertenecido a la familia Tamagnini pero estos se mudaron a una más pequeña cuando sus hijos se fueron para comenzar su propia vida. Todo normal, no había habido ningún asesinato ni desaparición. Nada para alarmarse.

Cuando abrimos la puerta nos encontramos con la casa ya amueblada, limpia, casi reluciente. Ambas comenzamos a desempacar y cuando llegó el momento de elegir los dormitorios, me aseguré de quedarme con el más amplio.

La habitación contaba con un enorme ventanal y un pequeño balcón de manera que a la mañana hacía que estuviese completamente iluminada. Tenía un pequeño escritorio con dos cajoneras y comencé a imaginármelo con mis típicas velas aromáticas y mi notebook regalada por mi décimo quinto cumpleaños. Pero algo me llamó extrañamente la atención: una rendija en el techo. Intento abrirla subida a una silla pero estaba tiesa por el tiempo transcurrido sin uso.

Mamá ¿me podés ayudar con esto?- grité lo suficiente como para que mi voz resonara abajo. Enseguida comencé a escuchar el repiqueteo de los pasos de Dolores al subir la escalera.

Sabía que elegirías esta habitación- dijo al mismo tiempo en que se subía a la silla como si hubiese sabido que allí justamente estaba la entrada al ático. Otra cosa más de la que yo no era consciente.

Automáticamente una escalera plegable cayó desatando una nube polvorienta provocando una tos incontrolable en Dolores, sus ojos cafés se habían tornado rojos de inmediato y su cabello rubio estaba despeinado y desalineado tras semanas sin retocar la tintura. Juntas subimos y nos encontramos con algunos muebles antiguos de la casa y un espejo enorme algo sucio.

-Woow! ¿Puedo bajarlo a mi habitación?- pregunté sin pensarlo.

- Creo que va a ser mejor que quede acá arriba Emma y esta puerta permanezca cerrada, lo único que aportó fue un gran desastre por barrer.- dijo mi madre mientras me besaba la frente.

Al bajar abrí los placares, éstos eran más grandes que de costumbre y me atreví a meterme dentro, parecía una niña con un juguete nuevo; en ese instante pensé que tal vez no fuera tan malo este nuevo cambio...

Dulces sueños.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora