Capítulo 3.

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El día transcurrió como lo esperaba, aburrido. Al llegar a casa me había percatado de que habían puesto el internet, lo cual me permitió poder comunicarme con mis amigos por WhatsApp. Pero leía los mensajes de mis amigas organizando salidas, ayudándose en las tareas y tirando chistes que solo ellas entendían, allí me di cuenta de que todo había cambiado, de que poco a poco me iba a ir distanciando e iba dejar de entender los chistes; después de todo, las relaciones se van deteriorando con sólo una pantalla virtual de por medio.

Aquello me hacía sentir frustrada; eran mis amigas desde la primaria, a las que le podía contar todo, las que me hacían sentir menos sola, con las que podía pasar horas y horas charlando sin cansarme. Las que me hacían querer detener el tiempo en ese momento justo en que te encoges en tu asiento de dolor producto de carcajadas constantes; es ese el momento en que te sientes la persona más afortunada y dichosa del mundo.

Esa noche opté por no cenar, me bañé, y me acosté con los auriculares que a través de ellos transmitían a mis oídos "Sweet Dreams" de Marilyn Manson. Al menos la música no cambiaba, me entendía, me invadía de recuerdos y no me juzgaba.

Absorta en mis pensamientos se hicieron las 3:00 de la madrugada y no podía conciliar el sueño; ¿por qué? ¿por qué no puedo ver a mi padre? ¿por qué mi madre debe tomarse una pastilla todas las mañanas al despertar? ¿por qué tengo recuerdos vagos del último año y medio?, la psicóloga me dijo que se llaman "recuerdos reprimidos" y son comunes después de una experiencia traumática. Es algo que al pensarlo siempre sirve como pasaje directo al insomnio.

El aburrimiento podía conmigo por lo tanto decidí subir al ático lo más silenciosamente posible. Temía que el crujido de las escaleras despertara a mi madre pero me había asegurado de cerrar todas las puertas y hacer caso omiso del sermón que me podía ganar. Al subir, vi que el espejo había sido cubierto por una sábana, la retiré y me quedé mirándome detenidamente, cada detalle: mi cabello negro creaba un perfecto contraste con mis ojos azules verdosos y mis tres pecas en la nariz que había heredado de mi padre. No era un espejo normal, me permitía ver todo con más claridad como si me transportara a un universo paralelo, había algo en él que me mantenía hipnotizada y no quería dejar de verme. Y por primera vez me di cuenta que era guapa.

Mi corazón se sobresaltó cuando noté en el espejo una figura, me di vuelta para comprobar si había algo detrás de mí pero solo la lograba ver a través de él. Lo normal sería huir pero el espejo tal vez era mágico, no podía dejar de observar. En el reflejo de la figura se podía notar que era de una mujer; pues sus cabellos eran negros largos, era muy pálida, delgada (al punto de que se le marcaban las costillas), iba completamente desnuda y curiosamente no tenía rostro.

Nos quedamos allí inmóviles, el espectro, un silencio gélido y yo.

-¡Emma!- se escuchó un grito que provenía escaleras abajo de Dolores.

Fue entonces cuando, con la respiración entre cortada, me levanté de golpe de su cama y me di cuenta que todo se trataba de una pesadilla. Estaba sorprendida de lo real que había sentido el sueño, hasta tenías mis propias dudas, se me confundían con la realidad. Comprobé el reloj y eran las 4:30, aún le quedaban dos horas para seguir durmiendo.



Dulces sueños.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora