Capítulo 2.

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Me desperté con el ruido tan odioso de la alarma de mi celular; eran las 6:30 y me sentía como si hubiese dormido 10 horas, cosa muy rara en mí. Me levanté, me puse el uniforme (porque por supuesto, mi madre se había asegurado de que no perdiera ni un día de clase), me lavé la cara y me peiné cuidadosamente y muy prolija mi melena oscura como de costumbre.

Al bajar me esperaban con un café bien espumante y medialunas dulces.

-¡Buen día!- saludé a mi madre mientras me dejaba caer pesadamente en la silla. Mamá lucía unas oscuras ojeras, parecía que no había conciliado bien el sueño. Sin embargo no mostré preocupación alguna, podían ser producto de haberse quedado hasta tarde desempacando o por haberse quedado meditando horas y horas sobre su nueva vida.

-¡Buen día bonita!- me contestó con una sonrisa forzada intentando dejar atrás el cansancio.- ¿Lista para tu primer día de clases?

-¿Qué si estoy lista? Va a ser igual que en las películas: no voy a conocer a nadie, no me van a hablar, me voy a sentar en un rincón sola y voy a estar atrasada con los temas que van viendo.

No era tonta, ya me había preparado mentalmente.

-Eso depende de vos, podés intentar socializar, hacer nuevos amigos.

-"Hicir nivis amigiis"- me burlé. Ese comentario típico me había irritado un poco así que decidí por tomar la mochila e irme sin terminar el desayuno, sin importar que llegue unos minutos antes. Prefería irme antes de perder los estribos como lo solía hacer, menos contra mi madre.

Al cerrar la puerta pude alcanzar a escuchar a mamá que gritaba:

-¡Esta tarde van a colocar el WiFi!- Por fin, eso lo iba a facilitar todo, por lo menos podía mantenerme en contacto con mis antiguos amigos.

Al llegar al colegio, que quedaba a unas cinco cuadras, vi que era un edificio de ladrillos vistos de dos pisos. En realidad me esperaba un colegio más chico pero tenía un tamaño promedio. Poco a poco se comenzó a llenar de uniformes blancos y azules y al instante noté que las chicas llevaban la pollera un poco más corta de lo normal así que opté por subírla solo un poco de manera que mis piernas delgadas quedaban al descubierto al igual que mi cicatriz en la rodilla derecha. Cuando tocó el timbre me adentré al aula donde el profesor de historia ya estaba esperando, me ubiqué en el pupitre del fondo a la izquierda y no pude evitar notar como varias miradas se posaban en mí.

-Antes de comenzar la clase les quiero presentar a una nueva alumna.- comenzó el profesor Zaglione; justo lo que temía; justo lo que quería evitar.-Su nombre es Emma Bernasconi, es nueva en el pueblo y viene de un viaje largo desde Córdoba capital, espero que todos la incluyan y la ayuden en lo que sea necesario. Emma si precisas de algo que facilite tu estadía en el colegio no dudes en hacérmelo saber.

Lo único que pude hacer desde el banco fue asentir lentamente mientras veía como todos giraban lentamente para verme. Increíble justo cuando quería pasar desapercibida pasa esto.

A la hora de los recreos, preferí no salir para quedarme a copiar los horarios y luego tuve una entrevista con la directora, ¿están interesados en lo que me dijo?, creo que ya se lo pueden imaginar; en resumen me quiso dar su "cálida bienvenida" con su saquito color beige, su chalina animal print, rulos despeinados y anteojos gruesos. El reloj corría y me dio tiempo suficiente como para analizar el curso; al frente se sentaban los típicos estudiosos, al medio los que eran conocidos como "populares" que se la pasaban hablando de fiestas y, al fondo los más revoltosos y los deportistas, yo era la que desencajaba en ese lugar. Transcurrida las seis horas tuve que dirigirme al salón de deportes porque me tocaba Educación Física, fue entonces cuando me percaté de que no llevaba la ropa adecuada; la profesora después de hacer la típica presentación decidió que sólo por esa clase me podía quedar a ver, ¡gracias a Dios! porque los deportes nunca se me dieron bien. No pudo evitar sentir un par de risas, provenían de un reducido grupito de amigas que eran las mismas que la observaban durante las clases, pero la que más destacaba era la de una rubia natural de alta estatura y ojos color turquesa. Al tomar asistencia presté atención y me di cuenta que aquella chica se llamaba Nicole Fisher, el nombre y el apellido eran suficiente como para saber cómo era ella.

Lo que hoy tocaba hacer era atletismo y todas las pruebas de los ejercicios ¿quién las podía hacer? Por supuesto, Nicole. Ella aprovechaba para presumir sus abdominales y bíceps ligeramente marcados. Yo lo único que hacía era observarla y esperar hasta que termine la hora, esos minutos ya le habían sido suficiente como para saber que entre ellas dos las cosas no iban a ir tan bien.

Dulces sueños.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora