Jaulita de oro

246 17 3
                                    

Narra Mica

Eran las doce de la noche, había quedado con Nacho para ir a su casa ya que estaba sola. Hombres, tan predecibles como siempre. Primer día conociéndome y ya quería acostarse conmigo, vaya imbécil. Sino fuera por la gente a la que ayudaré con este sacrificio, o no tan sacrificio teniendo en cuenta que el chico no está nada mal, no lo haría.

Llegué a la dirección que él me había indicado. Toda una mansión de lujo. En la parte de afuera había una enorme y sobria cancela negra con la N de Nayar grabada en oro. Llamé al timbre y el portón se abrió, dejando paso a un inmenso jardín, lleno de árboles, arbustos, todo tipo de flores, palmeras e incluso un lago. ¿Trataba de impresionarme para conseguirme más fácil? que ridiculez. El jardín estaba divido en dos mitades por un camino de losas de piedra rústicas que formaban un camino que conducían hasta una enorme fuente, eso se suponía que era el recibido exterior, donde habían estacionados tres coches de lujo.

 El jardín estaba divido en dos mitades por un camino de losas de piedra rústicas que formaban un camino que conducían hasta una enorme fuente, eso se suponía que era el recibido exterior, donde habían estacionados tres coches de lujo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Llamé al timbre y esperé que alguien me recibiera.

-Has venido.-Sonrió.

-¿Acaso no debía?.-Arqueé una ceja.

-No, es que como te has retrasado una hora.-Contestó.

-Ha habido un contratiempo. De hecho donde yo vivo siempre los ahí.-Dije tensando mi mandíbula. Había vuelto a haber otra pelea de pandillas y muchos inocentes que no tenían nada que ver murieron.

-Pasa.-Me indicó.-Y no te preocupes, lo entiendo.-Dijo esto último en un murmuro.

-Bonita casa, acogedora para ser tan ostentosa.-Le dije.

-Sí, no te impresiona como a todas las demás.-Rió. Él no mentía, desde principio dejaba claras sus intenciones, por esa parte iba a ser difícil, él no tenía ataduras con nadie, y yo necesitaba atarlo a mi.

-Quiero ir a la piscina, necesito relajarme.-Pedí.

-Claro, vamos a la parte trasera del jardín.-Sonreí.

Nos sentamos en el borde de la piscina. Yo metí mis piernas hasta un poco por debajo de las rodillas en el agua, al llevas pantalones cortos no me suponía problema alguno. Me quité la cazadora y antes de tirarla lejos de mi, saque unos papeles transparentes y una bolsita pequeña.

-¿Qué es eso?.-Frunció el ceño un poco confundido.

-Marihuana.-Dije sin importancia.

-Eso es ilegal.-Noté su miedo.

-Estamos solos, y necesito evadirme.-Continué liando el cigarro y llenándolo de sustancia verde.

-Esto no es el Salvador Micaela, para relajarnos aquí no hacemos eso.-Posó su mano en mi brazo tratando de impedir que continuara el proceso. Pero ya era tarde.

-¿Nunca te has drogado?.-Alcé una ceja.

-Una vez fumé de eso, y me puse muy mal. Ya no lo he vuelto a probar.-Explicó.

Manual de lo prohibido; NachoelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora