C A M U F L A J E

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Camila.

Sentí un cosquilleo en el nacimiento del cabello.

Estaba sentada en uno de los Jardines del Palacete que estaba visitando, y la vista era preciosa. Columnas alzadas entre plantas de colores exóticos, el arrullante sonido de la fuente, y el frescor del mármol hacían que la estancia fuera reflexiva.

Cerré los ojos y me recargué en la columna.
Sentía la brisa de las gotas salpicando la orilla de la fuente, y el olor de las flores me embriagó.

Antojo era poco, para describir mi necesidad de su calor.

Comencé a sentir sus dedos recorrer mis brazos, leyendo las sensaciones que me provocaba sentir su tacto, peligrosamente subiendo a mi pecho y cuello.

Abrí los ojos, y me ví sola.

Sonreí por el pequeño momento de intimidad que había tenido, y me levanté para seguir el pequeño tour, con folleto en mano.

Una de las salas del Palacete tenía vestiduras en las paredes; un suave terciopelo que sea había mantenido bastante bien, aún con el paso de los siglos.

Recorrí con la mirada cada detalle... y aspiré el aroma a mirra avainillado que aún despedía.
El olor me hizo recordar una de sus noches.

Le dije que adoraba su blazer, pero nada comparado con su piel. Casi pude sentir sus labios en mi espalda, y sus manos apretándome hacia sus caderas... Se me escapó un gemido, y apreté las piernas, avergonzada. No por el recuerdo, si no por el lugar en donde estaba... Los turistas son curiosos.

Vino a mi mente su rostro, y la forma en cómo su mirada recorría mis pantorrillas, las risas que me provocaba su lengua en mis muslos y la mirada felina que me daba... Me estremecí porque deseé que estuviera allí para hacerme repetir su nombre, mientras afuera todo mundo celebraba.

Sacudí mi cabeza para tratar de alejar las ideas, y me dirigí al servicio.

¿Era el lugar o yo era la acalorada?

Necesitaba urgentemente aliviar mis necesidades.

A la voz de YA.

Una, dos, tres llamadas.

¿Porqué la gente nunca contestaba el celular?
El pitido del buzón casi me sacó de casillas.
Aún me faltaba la mitad del recorrido y no podía creer que me estuviera pasando.
Debía ser una broma de muy mal gusto, por supuesto, así que llamé al hotel y encargué algo de comer, en lo que llegaba.
O saciaba inmediatamente mi hambre o la otra hambre me iba a consumir.

Di un último recorrido por uno de los grandes pasillos del Palacete y marqué el lugar en mi folleto; definitivamente mañana terminaría el jodido recorrido.

30 minutos después no podría creerlo.

Entré a mi habitación y el blazer estaba en la cama, junto al carrito del room service.

Lo tomé y aspiré el aroma... Y con él, una sensación familiar de calor.

"Te extrañé."

Fue todo lo que necesité para girar y sin pensarlo, le comí la boca a besos.
Mis manos se perdieron entre las hebras de su cabello, y las suyas, tomándome delicadamente hasta sentir que me faltaba el aire.

Sonreímos como dos tontas, y me recargué en su pecho.

Increíble lo que un latido de su corazón podía provocarme.

Me sentía extasiada, feliz, deseada.

Era yo, otra vez.

Sentí su mano levantar mi rostro, y me besó.

Lauren.

No quise perder el tiempo, y tumbándola sobre la cama, me senté sobre sus caderas.

Mis manos se colaron entre su blusa de flores, sintiendo como el deseo crecía con cada botón desabrochado.
Intentó incorporarse, pero no la dejé.
Mordí su cadera, y su gemido hizo que se calentara más mi sangre.

¿Era posible que me perdiera en el deseo de sentirla?

Sentí sus manos apretar mi cabello recogido, gimiendo cada vez más alto, a cada embate con mi lengua en su sexo. Podía sentir cómo su cuerpo reclamaba mi lengua, y apreté con mis manos sus nalgas, para tener más profundidad. Mi hambre de escucharla gritar fue tanta, que, en un arrebato, tomé su cuerpo y la giré, teniendo de frente su espalda.
Sonreí al ver la marca rosada en su piel por el azote que acababa de darle.

Hinqué mis dientes en su carne y observé cómo sus nudillos se volvieron blancos al apretar las sábanas.
Pasé mi lengua a lo largo de sus labios, jugueteando con mis dedos su entrada. Ella soltó una risita; sabía lo que se venía, y tal como lo imaginé, dijo mi nombre tan fuerte al penetrarla que no sé si la habitación contigua logró escucharla...

Podría no ser un hombre, pero ella cabalgaba mi mano como si lo fuere.
Sus gemidos, entrecortados e intensos me decían que pronto llegaría al orgasmo.
Con la otra mano hice que se levantara, y tomé uno de sus pechos para apretarlo y masajearlo, mientras ella me sujetaba la nuca y su boca reclamaba mis besos, mordiéndome en el proceso.

Me encantaba tenerla así.

Mis pechos se apretaban contra su espalda, resbalando con nuestro sudor. Dominarla era un placer que la vida me estaba tendiendo y yo no paraba de disfrutar.

¡Ah, sí!
¡Sigue, sigue!...
¡Mmm!
¡Dios!

Libero su pecho de mi mano y comienzo a estimular su clítoris, al tiempo que sigo penetrándola.
Ella se retuerce y gime. Me sujeta con las manos en cada brazo, y no puede controlar el movimiento de su cadera, buscando el tan anhelado orgasmo de mis manos.

Tiré del capuchón del clítoris y lo puse entre mis dedos, estimulándolo además con su propia lubricación.
Mordí su hombro cuando sentí que ella apretaba incesante mis dedos, y de pronto, contiene la respiración en el último embate, que ha sido más fuerte.

Su grito de placer retumba en la habitación.

La sostengo con mi brazo mientras explota su placer entre mis dedos. Siento cómo tiembla, del esfuerzo contenido y el orgasmo que sigue recorriendo cada fibra de su hermoso ser. Mis dedos entran y salen, despacio, buscando extender su placer, y lo logran, pues ella sigue diciendo mi nombre como si delirara y sus pulmones buscan oxígeno.
Me recuesto con ella, otra vez. Trata de recobrar el sentido, y ahora quedamos de frente.
Tiene los labios rojos, hinchados de mis besos,  las mordidas propias y de mis dientes.
Recorro su vientre, sus costillas, y su brazo, suave, para ver cómo se estremece.

"Hi, human".
"Hi, stranger".

Sonríe, y acomodo algunos mechones de su cabello detrás de la oreja.
Me regala un beso húmedo, y se acomoda entre mis brazos, para esconder su rostro en el hueco de mi hombro y cuello.

Camila.

-Me pregunto cómo rayos entraste a la habitación.

-Tengo mis métodos...

-Basta, ¡no quiero saber cómo te ligaste a la chica del room service!

-¡¿What?!
Obvio no me ligué a nadie... Aún.

Me reí, dándole un golpecito en la barbilla, porque sabía de lo que era capaz de hacer.
Su mirada se alternó entre mis ojos y boca.

Me encantaba que lo hiciera.

-¿Qué? Pasa algo?

Pregunté curiosa.

-Tu sonrisa. Me encanta cómo encaja en los latidos de mi corazón.

Y es así como siempre me deja sin palabras...

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