Golpes Furtivos

37 5 0
                                    

Me desperté a la madrugada de un salto a causa de una punzada de dolor en mi espalda

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Me desperté a la madrugada de un salto a causa de una punzada de dolor en mi espalda. El ardor se extendía y la sangre tibia no tardó en emanar de la herida. Yo todavía seguía un poco atontado por el hecho de no poder haber dormido bien, pero el frío y mi espalda adolorida me ayudaban a despabilarme rápidamente.

    Cuando por fín me pude incorporar del todo, llevé mi mano derecha hacia atrás y arranqué un pedazo de vidrio que se me había incrustado en la piel. Al verlo, no solo detecté mi propia sangre chorreando; sino un fuerte hedor a alcohol y algunas astillas que no se habían terminado de desprender del todo, junto a una etiqueta que decía "whisky River Queen" en color naranja, que pude leer gracias a la luz de un farol solitario de la vereda. Intenté ponerme de pie para ir a un hospital; pero por cada mínimo movimiento que hacía, una punzada de dolor se instalaba en mi omóplato y la roja cascada chorreaba con más fuerza.

    Podía llamar a una ambulancia para que me venga a buscar, pero mi celular se había quedado sin batería, dejándome con la única opción de quedarme donde estaba  y esperar a que salga el sol para que alguna persona pueda verme,  y así ayudarme. Aunque estaba seguro que faltaba mucho tiempo para el amanecer, lo que significaba seguir perdiendo sangre y correr el riesgo de que se me infecte la herida.

    Me recosté contra el frío muro de ladrillos viejos de modo que la laceración no quede en contacto con este, y me dediqué a mirar el foquito de luz de  me estaba iluminando desde que llegué a este solitario rincón.

    Me recosté contra el frío muro de ladrillos viejos de modo que la laceración no quede en contacto con este, y me dediqué a mirar el foquito de luz de  me estaba iluminando desde que llegué a este solitario rincón

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

    Abrí los ojos con pesadez. El mundo se veía borroso y distorsionado de tal manera que tenía que mover mis pies para poder diferenciarlos de los restos de basura que se encontraban a mi alrededor. Al intentar pararme, solté un fuerte gruñido por el dolor que me causó el simple hecho de hacer fuerza; pero seguí intentando. Llevé el brazo derecho al piso y lo utilicé para ayudarme mientras apoyaba la cadera contra los ladrillos,  en un intento de hacer contrapeso y terminar de levantarme.

   Una vez que terminé, empecé a dar pasos dirigiéndome a cualquier lugar con un teléfono público. Un pie adelante, después el otro; y me iba tambaleando en medio de la vereda desierta. Es gracioso como de a momentos está tan repleto que no se puede caminar con tranquilidad, y otros en los que, aunque te esfuerces, no vas a poder encontrar a ninguna persona.

    Recordaba esas palabras de una anciana desconocida a la que le pedí ayuda una vez y nunca le había creído; pero siempre hay momentos en los que las frases cobran sentido; y este era uno de ellos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

    Recordaba esas palabras de una anciana desconocida a la que le pedí ayuda una vez y nunca le había creído; pero siempre hay momentos en los que las frases cobran sentido; y este era uno de ellos.

    Doblé en una esquina y pude divisar a un grupo de adolescentes compartiendo unas botellas de alcohol. Supe que debía ser cauteloso, pero la verdad es que no se veían para nada capaces de hacerme algo, así que los llamé.

- Hola chicos, ¿les puedo hacer una pregunta? - dije mientras me acercaba a ellos.

- Sí, ¿qué necesita? - respondió una chica no muy alta, de cabello negro y extremadamente lacio

 - ¿dónde hay un hospital cerca de esta zona? - ella no me respondió; porque antes de que lo haga, los demás comenzaron a gritar y salieron corriendo. Me di vuelta para ver por qué estaban tan asustados, y me encontré a dos hombres de unos treinta años mirándome fijamente. Los dos usaban la misma ropa: jeans negros con zapatillas y camperas del mismo color;  y en la cabeza un pasamontañas acompañado por un cuellito también negros, que lo único que dejaban a la vista eran sus macabros ojos.

    Intenté escapar; pero al darme vuelta una piedra chocó contra mi nuca y caí al suelo. Después de eso, lo único que sentí fueron dos brazos agarrarme por debajo de los míos y arrastrarme por quien sabe donde.


N/A:

No se olviden de marcar la estrellita, de comentar y de compartir

-chica 1

EYLEM. #PNovelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora