Pretty Baby

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Paul resopló un poco desilusionado cuando no vio a nadie por ahí, sin embargo el carraspeo inesperado de John le hizo pegar un salto.

—¿Qué haces aquí, nena?

«Es John... maldición», pensó asustado sin siquiera mover un músculo. No podía hablar pues se delataría, así que permaneció en silencio. John, divertido por la situación, caminó poco a poco hacia él, tomando la toalla con una de sus manos para evitar que se le cayera.

—Te he hecho una pregunta —repitió John una vez que estuvo a poco menos de un metro de distancia. Paul, conociendo a su amigo, se jaló una vez más el vestido de atrás para que dejara de mirarle las piernas —Te comió la lengua el ratón, ¿eh? Oh vamos linda, no voy a entregarte a los policías. No soy uno de ellos... si te hace sentir más tranquila, vamos a charlar en mi habitación —John se mordió un labio con una expresión muy rara y sonrió —Anda...

Paul se estremeció e intentó caminar hacia en frente, pero cuando John alzó una mano y le tocó el hombro, se exaltó.

—¡No me toques, Lennon! —dijo con voz masculina, quitándose los lentes, y olvidando que se estaba haciendo pasar por una mujer.

—¡AHHHHHHHHHHHHH! —gritó John asustado y retrocedió, pero en el acto, soltó la toalla y dejó que toda su masculinidad se notara. Paul abrió los ojos perturbado y tomó aire para...

—¡AHHHHHHHHHHHHH!

Gritar.

En seguida la puerta del cuarto de hotel se abrió y dos figuras masculinas aparecieron. Eran George y Ringo. Éstos, al ver la escena, se miraron confundidos.

—¡¿Qué es esto?! —Ringo alzó la voz y Paul y John callaron. En seguida, John recogió su toalla y se tapó, sintiendo el rostro arderle por completo.

—Oh, John, no sabía que te gustaban los chicos... —George miró a Paul de arriba a abajo y tosió —... vestidos de chica.

—¡Soy heterosexual! —se defendió John avergonzado.

—Ringo y yo te querremos tal y como eres... pero ya no compartirás habitación con nosotros —agregó Harrison mientras se aflojaba el nudo de la corbata.

—¡No soy...!

—¡¿Otra vez tú?!

John, George e incluso Paul (quién había estado inmerso en la discusión de los otros dos) miraron a Ringo.

—¿De qué hablas, Rings? —preguntó George, pero no obtuvo respuesta ya que Ringo caminó hasta donde estaba Paul y lo tomó de un brazo.

—¡Oye! ¡Suéltame! —se quejó Paul —¡Arruinas mi vestido!

—¡Es el chico que me rompió la nariz!

John se olvidó un momento de la vergonzosa situación en la que había estado y rió estúpidamente.

—Te hizo un favor —comentó sonriendo, ganándose una mala mirada por parte del más bajito.

—¡¿Qué haces aquí?! ¡Fui muy claro en prisión!

—¡No voy a irme hasta que dejen de fingir, desgraciados! —Paul se quitó la mascada de la cabeza y la lanzó desesperado —¡Paren ya!

—¡Es verdad! ¡Es ese chico! —corroboró George —¡Llamemos a la policía!

—¡¿Y armar un alboroto en pleno cuarto de hotel?! ¡No! Mejor dejemos que nos explique que es lo que quiere —dijo John y Paul lo miró extrañado.

—Pero...

John alzó una mano e hizo callar el reclamo de Ringo; George frunció las cejas confundido y después todas las miradas se posaron en Paul.

—¿Y bien? —le preguntó John.

Paul, no muy seguro de sí mismo, comenzó a relatar desde lo sucedido en el show de televisión hasta ese extraño momento. Cuando terminó, los tres chicos lo miraron seriamente y después se echaron a reír.

—¡Basta! ¡Es demasiado! —gritó John, limpiándose una lágrima falsa del ojo —¡Cántanos algo y demuestra que eres uno de nosotros!

—¡Sí! ¡Mira te doy mi guitarra! —George corrió hacia una puerta que estaba en el pasillo de la entrada y sacó su instrumento —¡Canta!

Incluso Ringo, quien al principio le parecía pésima idea que le dieran la oportunidad de explicar su descabellada idea, se carcajeó mientras sacaba un cigarrillo.

Paul tomó la guitarra y se la colgó. Sabía que se estaban burlando de él, sin embargo era el momento perfecto para demostrar la verdad. Odiando el que las cuerdas no estuvieran al revés (cómo el acostumbraba a tenerlas) suspiró y acomodó los dedos de la mano izquierda en los trastes de la guitarra. Él sabía tocar de esa forma, sólo que le era un poco más incómodo.

—Uno... dos... tres —contó en voz baja, preparándose.

Lo que pasó después, dejó sin habla a los otros tres.





I'm not a Beatle!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora