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Estúpido, mis unicornios idiota.

El despertador hace acto de presencia, son las cinco y veinte de la mañana. Con despertador me refiero a mi mamá golpeando mi trasero con la almohada una y otra vez. Al reloj de cabecera me encargué de dejarlo fuera de combate ayer.

Después de recordarle lo mucho que la odio por despertarme a esta hora, mamá besa mi frente y sale de mi habitación.

A pesar de que la rutina también es nueva para ella, le parece lo más normal levantarse a estas horas por su horario de trabajo. Yo pienso que es abuso infantil.

Me levanto y me preparo mentalmente antes de entrar al baño mirando mi chancla roja tiroteada al lado de la entrada por un buen rato. Me tomo mi largo tiempo duchandome -gran parte de la razón por la que tengo que estar arriba tan temprano- y salgo con mi ropa interior puesta luego de perfumarme por completo.
Oler bien es importante, dice papá.

Al salir veo que la ventana está abierta y me cago en todo porque ya está entrando el tiempo de verano, lo que hace que esté inmensamente claro a las seis de la mañana.

Por el noveno piso en el que vivíamos antes, se me hace la más normal del mundo vestirme sin tener que preocuparme por la ventana así que el hecho de que Akabane-san no abra las suyas me viene bastante bien en ese aspecto. Prepararme con mi habitación a oscuras sólo me causaba más sueño y tener que lidiar con el excesivo calor artificial ofrecido por una bombilla no era mi ideal de temperatura a finales de Julio con la calentura que se traía el mes de por sí, por lo que la ventana abierta por fin no era tan mala opción.

Luego de extender el resto de mi bonito uniforme encima de mi cama -previamente dejado colgando detrás de la puerta cuando mami se encargó de plancharlo-, y empezar a abotonarme la camisa a lo largo de mi torso busco con la mirada a donde fue a parar mi bolso, pero, en lugar de encontrar el objeto en cuestión mis ojos se posan en algo más alarmante. La ventana de enfrente, que ahora está abierta y que en ella hay un Akabane Karma salvaje viéndome con una expresión leve de sorpresa.

Un grito digno de película de terror mala se escapa de mi garganta.

Me apresuro a cubrir mis bragas como puedo con la camisa y me dejo caer al suelo en un intento, probablemente fallido, de que no vea mi infantil ropa interior.

Un momento después mamá entra a mi habitación alterada preguntando qué pasó y al voltear mi cabeza hasta la ventana de Akabane, ésta se encuentra cerrada.

Cuando al fin me tranquilizo opto por no soltar la bomba para encubrir al pelirrojo que probablemente es una víctima de las circunstancias y evitarle una muerte. Porque papá no se va a tragar el cuento de los azares del destino.

-U-una... -Respiro profundo antes de responder -Una cucaracha.

Mamá golpea mi cabeza y como era de esperarse, sale reclamando por haberla asustado.

◇◇☆◇◇

Salgo de casa luego de haber desayunado y son apenas las seis cincuenta y tres. Voy bien de tiempo para llegar temprano y todo está perfecto, dentro de lo que cabe, porque no quiero ir a la escuela realmente.

Para empeorar mi ya palpitante ansiedad, se me ocurre la genial idea de mirar a la casa vecina cuando paso delante de ella. Lo que pasó hace un rato sigue martillando mi consciencia con la vergüenza como su arma de tortura, no me lo puedo sacar de la cabeza. Por si fuera poco todo empeora cuando veo salir al culpable muy tranquilo por la puerta principal de su morada.

Mi presencia capta su atención y mi frágil estado mental ve ese como el momento perfecto para empezar un maratón hasta la estación de trenes.

Me muevo lo más rápido que puedo por la calles con la ayuda del GPS y consigo llegar a la estación de trenes justo a tiempo para subirme al último tren que me llevaría a mi destino tan temprano como me proponía. Las entrañas me retuercen al ver que el peligro andante también consiguió entrar a tiempo, llevándome a la necesidad de mantenerme lo más alejada de él posible.

Through the Window - Akabane KarmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora