Nada es lo que parece

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                          Comenzaba a agradarme la idea de conocerla, cada día ella se iba mostrando y abriendo más conmigo, me tenía confianza. Hablé con la hermana Verónica sobre mis conversaciones con Valentina, de seguro ella la conocía mucho mas que yo y me ayudaría a entenderla, pero no fue así, entre conversaciones Verónica solo intentaba sacarme información de Valentina con la excusa de querer ayudarla, y solía suceder que siempre veía sus defectos y me decía cosas negativas sobre Valentina. Con tantas acusaciones en su contra y sin conocerla, comencé a hacerme un estereotipo de ella que con el paso del tiempo descubrí que estaba errado.

                         Pasó un tiempo y nuestras conversaciones con Valentina comenzaron a ser recurrentes, yo le estaba ayudando, aconsejando sobre cómo manejar esta etapa de su vida y superar sus luchas, la amistad se nos estaba dando bien, mi vida en esos momentos estaba volviendo a retomar su curso "bien con Dios" ya que, fuí a el evento con esa disposición y había dado por término una relación con una chica de la región metropolitana con la que estuve saliendo por algunos meses, Andrea, por la cual estuve a punto de perder la cabeza. "Todo iba bien" incluso conocí un chico por internet llamado Esteban de Ecuador, él era muy cristiano (o eso creí), comencé a pasar bastante tiempo con él al teléfono y orando cada noche, "estaba plena".

                            Luego de unas cuantas semanas mi entusiasmo con este chico se fue rompiendo, puesto que él y yo habíamos comenzado a gustarnos, él decía que yo era su "promesa" y que pronto vendría a Chile a conocerme, hasta ví unas conversaciones con una chica que no eran para nada agradables y decidí que era mejor culminar con "esa relación".

                           Cuando le conté a Valentina de mi "ruptura" con Esteban se molestó bastante por la actitud que él tuvo conmigo, ni siquiera fue capaz de dar la cara, me apoyó, consoló y me hizo reír, como siempre, solo le faltó decirme:- "hey nena, hay más peces en el mar para una guapura como tú", no lo dijo, pero de seguro así habría sonado; ella y sus maneras de hacerme sonreír. Cuanto la amaba sin saberlo..

                           Comencé a querer acercarme aún más a ella con el paso del tiempo, ya dejé de recibir los consejos de la hermana Verónica y opté por no contarle nada más, mi vida nuevamente comenzó con recaídas, recaídas que nadie conocía, mucho menos Valentina, ella debía verme bien, yo debía ayudarla, pero cada día y cada noche se me volvía más difícil, pasaban unos días y podía estar bien con Dios, pero pronto venían las luchas, las pruebas donde mi fe debía ser pasada y probada por el fuego, entonces ahí era donde yo no aprobaba. Definitivamente, me sentía NO APTA para el reino de los cielos, tenía una grave problema, me gustaba pecar. "Para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo" 1 Pedro 1:7.

                            Mi vida era/es aún más difícil de lo que parecía/parece, en resumen, hace un par de años atrás, para ser exacta cuatro años, yo fuí/soy un desastre, ya que, para muchos era una "lesbiana" odiada por la sociedad, odiada por mi familia, soberbia, abominable, excluida, macabea y sometida, sí, eso era. Mantuve una relación de dos años con una chica llamada María, mi primera polola para la sociedad, ya que con ella "salí del closet"; cuando mi familia se enteró de esta relación, no estuvo de acuerdo, mi madre se encargó de hacerme "la vida a cuadritos", no me dejaba salir, le tenía que entregar mi celular todas las noches, no podía hacer nada más que ir al colegio y volver a casa, y eso hacía... o eso creía ella. Un día mi abuela intentó echar fuera mis demonios a la fuerza y las cosas no se le dieron como ella esperaba, solo provocó que me escapara muy lejos y me fuera de la casa. Siempre me vi forzada a ejercer o hacer cosas en la iglesia que yo no quería hacer, siempre debía a ser alguien "perfecto" y hacer "lo correcto", siempre hice lo correcto a la vista del resto, pero en mi interior no, solo quería que los demás vieran en mí lo que ellos deseaban, porque, así dejaban de fastidiarme y yo podía vivir en paz.

                                 Si, llevaba una segunda vida tremenda, vivía una vida en la iglesia y en casa de manera distinta a cuando estaba con mis amigos, ni ellos me conocían de verdad.

                                  En vista a mi frustración y pésima vida espiritual que estaba llevando, decidí alejarme de Valentina por un tiempo después de volver a reencontrarnos en una vigilia, y así fue, hubo vario tiempo sin hablar, hasta que no recuerdo cómo empezamos a conversar de manera fluida de nuevo, yo empecé a contarle cuando me sentía mal y ella me daba palabras de aliento, y así yo a ella, siempre edificandonos, pero yo no estaba bien, solo fingía, no era la chica cristiana que ella creía; la Francisca que ella conocía había desaparecido hace bastante tiempo, esa chica que conoció a Dios, que se apasionaba por él, ya no estaba, no existía, dolía.

                                    "Intenté" levantarme una y mil veces de mi pésima condición espiritual en la que me encontraba, le entregaba mis cargas a Dios, pero al instante las volvía a tomar, estaba bien una semana y a la siguiente mal.

                                     Cuando dejas las cosas en las manos de Dios, realmente todo fluye como él lo desea, ("Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis" Jeremías 29:11.) pero cuando no lo haces todo se vuelve un caos. ("Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer." S.Juan 15:5)

                                      Eso estaba pasando, yo no le estaba dejando mis cargas a Dios, realmente no lo hacía de corazón, creía y muchas veces me sigo cuestionando si realmente él me perdonará por volver a caer en lo mismo; conozco la biblia, sé que dice (parafraseo) "si el justo cae setenta veces, Dios le levantará", pero tal vez no soy tan justa... bueno también sé que la biblia dice que "somos justificados en Cristo", ¡rayos! En realidad, no hay excusas.

¿Alguna vez lo intenté realmente?

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