Riendo

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Capítulo 6: Laughing.

—¿Quedarnos a dormir? —La pregunta de su abuelo le había pillado completamente desprevenida. Hermione giró la cabeza para mirar por la ventana de la pequeña sala de estar, sin poder evitar sorprenderse al hacerlo. Fuera ya había oscurecido... ¿en qué momento había pasado el tiempo tan rápido? ¿Cómo no se habían dado cuenta de lo tarde que era? Pronto recordó que el día siguiente era el inicio de una nueva semana—. Pero yo mañana tengo clases.

Su abuelo echó un rápido vistazo al reloj de pared.

—Cielo, son las ocho. Fuera ya está completamente oscuro y Londres está lejos. Me da miedo que viajéis por la carretera a estas horas.

Hermione reprimió una mueca. Si supiera la manera de conducir de Draco se sentiría completamente aterrorizado ante la idea de que su nieta se montara con él en su moto.
Sin saber muy bien qué hacer optó por mirar al rubio. Éste se encogió de hombros despreocupadamente.

—Mi turno para mañana en el estudio es de tarde —comentó.

Pero ella seguía indecisa. Por una parte no quería morir en un accidente de tráfico nocturno (porque las probabilidades de que esto pasara eran muy altas), pero por otro lado tampoco quería perder sus clases en la universidad... ¿y si daban algo importante? ¿Y si se perdía alguna explicación esencial para los exámenes?
Hermione se percató de que las miradas de ambos hombres estaban clavadas en ella, así que optó por tranquilizarse. Al fin y al cabo, ¿no quería cambios? ¿No estaba rompiendo el récord de su vida de locuras en sólo unos días? Seguramente sobreviviría al hecho de faltar a clases una vez.
Respiró hondo y apretó un poco los labios. Realmente iba a costarle no preocuparse por aquella irresponsabilidad durante el resto del día, y estaba segura de que el día de mañana también sentiría la culpa pesar en su consciencia.

—Está bien —dijo al fin con un suspiro—. Pero abuelo, no tenemos pijamas.

Él sonrió de una manera bastante cálida.

—Tengo guardado el último pijama que dejaste aquí hace unos años, aunque tal vez te quede un poco pequeño —dijo, observándola atentamente—, has crecido muchísimo. —Hermione le devolvió la sonrisa, pero su abuelo recordó que había otro huésped al que atender. Se giró hacia él y Draco pudo apreciar un atisbo de tristeza asomar por sus ojos—. También tengo uno de Adam. Creo que te quedará bien... Él era más o menos como tú.

Draco se vio tentado a hacer alguna que otra pregunta, pero algo en el rostro de Hermione le dijo que no sería buena idea, así que optó por no decir nada.

Robert pronto se dirigió a la cocina para preparar la cena, y cuando su nieta le preguntó en qué podía ayudarle sólo le pidió que pusieran la mesa. Ella y Draco acabaron aquella tarea relativamente pronto, pero como el abuelo no quería más ayuda en la cocina Hermione optó por sacar el viejo álbum de fotos del mueble de la entrada.

—¿Qué traes? —preguntó Draco desde el sofá cuando la vio aparecer.

—Algo que me encanta ver siempre que vengo.

Hermione se sentó a su lado y puso el pesado álbum sobre sus piernas. Al abrirlo, una gran fotografía ocupaba toda la primera página.

—¿Eres tú? —preguntó mientras se inclinaba para ver mejor a la pequeña niña de ojos marrones y pequeños tirabuzones en el pelo que sonreía ampliamente en ella. Hermione asintió con la cabeza y pasó la página. Ambos se rieron al ver una fotografía donde lloraba tirada en el suelo, otra donde parecía estar bailando despreocupadamente mientras todos la observaban y otra donde enseñaba con orgullo el hueco donde debería haber habido un diente—. Vaya, eras una niña muy guapa —comentó él.

Y volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora