Tú y yo volamos más alto

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Capítulo 8: You and I fly higher.

Después de haber intentado arreglar disimuladamente su empapado y enmarañado pelo, Hermione se puso el casco y se subió a la moto de Draco. Cuando éste hizo rugir el motor, ella se agarró con fuerza a su cuerpo. Todavía se sentía un poco en las nubes después de lo que acababa de pasar, cual alegre pajarillo que con el revolotear de sus alas pretende ir de un árbol a otro en una tarde primaveral. Aunque para ellos la noche ya había caído y precisamente no hacía una temperatura agradable, más bien al revés. Seguía lloviendo a mares, hacía un frío del demonio y ambos se desplazaban a toda velocidad en un vehículo que daba la impresión de que iba a volcar de un momento a otro. Pero daba igual, Hermione seguía sintiéndose tan plena como ese pequeño pájaro de su imaginación.
Draco aceleró bruscamente y ella tuvo la sensación de escurrirse un poco en el asiento. Su ropa estaba chorreando, cosa que definitivamente ayudaría a hacerla saltar por los aires si él seguía tomando las curvas tan cerradas como esa última.
Hermione se apretó a su espalda con más fuerza, y a pesar del ruido del tráfico y la lluvia, creyó haber oído cómo Draco soltaba una carcajada. Le gustaba hacerla sufrir, estaba claro.
Un derrape claramente intencionado por parte de Draco le hizo cerrar los ojos con fuerza. Cada vez que se montaba en su moto pensaba que no tendría la suerte de contarlo más tarde. Sólo esperaba llegar viva para lo que sabía que vendría después... porque ese beso no podía quedar en sólo eso, un simple beso. Draco paró la moto y Hermione abrió los ojos creyendo que habían llegado. Pero se encontró de frente con un enorme semáforo en rojo. No, su pesadilla todavía no había pasado.

—¡Sé que no vas a hacerlo, pero por intentarlo que no quede! —exclamó Hermione para que pudiera oírlo a pesar de la tormenta—. ¿Puedes ir un poquito más despacio?

El semáforo volvió a ponerse en verde y Draco dio un acelerón tan fuerte que Hermione tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para no caer hacia atrás. Por supuesto que no iba a escucharla. Hermione volvió a cerrar los ojos. Durante el trayecto se planteó muy seriamente apuntarse al carnet de conducir con su primer sueldo. Tal vez pudiera comprarse un coche baratito de segunda, tercera o incluso cuarta mano. No le importaba. Lo que fuera por dejar de montarse en esa moto infernal con él de conductor. Aunque de momento su única alternativa era el transporte público, y en Londres la mayoría de las líneas de metro o autobús tardaban una eternidad o estaban abarrotadas.

Cuando el rubio paró de nuevo, Hermione sintió cómo ésta vez sí que apagaba el motor. Dio gracias al cielo y abrió los ojos mucho más tranquila... sólo para encontrarse con que no estaban frente al edificio de Draco, sino en su estudio. Ella lo miró extrañada.

—Ven —le dijo él con voz suave—. Quiero que hagamos algo.

Hermione se quedó de pie detrás de él mientras lo veía agacharse y quitar el candado de la reja. La deslizó hacia arriba sin demasiado esfuerzo, pero no la subió del todo, sino lo suficiente para que ambos pudieran pasar medio agachados. Luego abrió la puerta del estudio con las llaves que se sacó del bolsillo interior de la chupa y se hizo a un lado para dejarla pasar.
Los bonitos zapatos nuevos de Hermione dejaron grandes huellas de agua en el suelo, su pelo también dejaba caer bastantes gotas a su espalda.

—Vamos a ponerlo todo perdido —apuntó ella.

—Sólo es agua —respondió él, quitándole importancia mientras encendía las luces—. Por aquí hay toallas.

Hermione lo siguió hasta llegar a una habitación cuartillo muy pequeña donde había de todo un poco: Productos de limpieza, trapos, escobas y fregonas, algún kit de primeros auxilios, una veintena de tubos de la crema para tatuajes, maquinillas que parecían demasiado viejas, botecitos vacíos de tinta, toallas...

Y volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora