Belleza ||Primera parte||

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1880. Francia.

Ningún poeta ha publicado nada.

Ningún muchacho ha destrozado una casa.

Ningún viejo ha enloquecido de amor.

Ningún artista ha amado todavía.

Magnus Bane cerró su libro al pasar la última hoja. Acarició la contraportada, sintiendo la suavidad de la piel curtida y teñida de verde. Se levantó de su butaca y colocó el volumen de Madame Bovary en su lugar en la estantería. Acarició por última vez el lomo del libro para despedirse de él, y con un suspiró abandonó su estudio.

Miró el largo pasillo y como un animal ciego y herido siguió la voz de su hijo. Cruzó el angosto pasillo, dejando a su espalda puertas de madera de roble, blancas, puras y limpias, que quizás escondía trágicas y bellas historias o quizás solo albergaban habitaciones vacías en esa inmensa casa. Tan grande que resultaba grotesca pese a su belleza por fuera. La voz de su hijo se hacía cada vez más nítida y clara, y ese animalillo herido y ciego por fin abrió la puerta correcta.

Sonrió al ver a su hijo Max Bane cantando al lado del piano que tocaba su maestro, Woolsey Scoot. El rubio hombre parecía disfrutar del avance de su joven alumno, pues no detuvo la canción y tampoco lo hizo Max. Magnus se sentó al lado de su esposa y la madre de su hijo: Camille Belcourt. La mujer, pálida como un vampiro, de ojos verdes como un monstruo y de sonrisa filosa como un demonio parecía encantada con la voz de su hijo. Le miró, y en el instante que la mirada de su esposa se poso sobre él, se sintió sucio. Ella le sonrió.

-Ha mejorada mucho.

Magnus sonrió, sintiendo candentes y puntiagudos ganchos en la cara interna de sus mejillas obligándole a brindar esa sonrisa tan forzada.

-Es cierto.

El maestro dejó de tocar, y el alumno de cantar.

Max se apartó del piano con una resplandeciente y desigual sonrisa. Corrió hasta los brazos de su padre, que esta vez sonrió sinceramente.

-¿Te ha gustado padre?

-Lo has hecho muy bien Max-Le felicitó Magnus.

-¿Y usted madre?

-Tu canto ha mejorado, pero no entiendo porque deben ser canciones tan... sensibleras.

-El arte es pasión Camille.-Respondió Magnus.

-Que sabrás tú de arte.-Atacó ella.-Si me disculpas querido he quedado con las señoras para la merienda. Max acompáñame hijo.

El pequeño no parecía feliz cuando abandonó los brazos de su padre para tomar la mano de su madre y salir por la puerta. Magnus se levantó de su silla, alisando su pantalón y tendiéndole la mano a Scoot para estrecharla.

-Muchas gracias Maestro.-Dijo en el apretón de manos.

Woolsey le sonrió. Sus finos labios parecían más tentadores que los de Camille, sus ojos más cálidos y su piel más suave. El rubio hombre tiró de él, hasta pegar su cuerpo al del amo de la casa. El corazón de Magnus latió con fuerza, no por la cercanía, sino por lo inesperado que había resultado.

-Señor Bane estoy cansado ya de ofrecerle siempre lo mismo. Fúguese conmigo, no tiene porque soportar a esa arpía durante más tiempo.

Magnus apartó la cara, lejos de los besos de Woolsey.

-No me interesa señor Scoot.

-Eso no es cierto.

Magnus se apartó de él con fuerza, apartándose el pelo que había caído sobre sus ojos.

Malec AU-One-shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora