"Abandonados"

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—¡Papá, el avión ya está aquí! —La pequeña mano de Paris tira de mi manga negra. Por fin llegó, no puedo creerlo.

Cierto vértigo me llenó la garganta, estaba tan ansioso, quería tomarla entre mis brazos y agradecerle por estar ahí. Esperamos a un costado de la salida de los pasajeros, en un reservado dónde mirábamos tras una ventana polarizada de marco metálico gris.

—Le traje un regalo —dijo Blanket mostrándome el tanque de guerra, uno de sus juguetes favoritos—, ¿Crees que le guste?

—Le va a encantar.

Paris tomó mi mano, estaba tan nerviosa como yo, sus ojos se reflejaron contra el vidrio, esos verdes tan claros que un día significaron el sueño más hermoso de todos, le di un beso en la cabeza sin soltar su mano.

—Papi, no la veo —susurró Prince dándome una mirada preocupada.

—Debemos ser pacientes, hay muchas personas en ese avión.

La sonrisa de Paris se mantuvo radiante durante la espera, había personas por todos lados, chicas a montones, pero ninguna de ellas era Lisa. La temperatura de mi cuerpo comenzó a aumentar, el cuello de mi camisa parecía más apretado, no recordaba haber comprando un boleto tan atrás.

—No deben preocuparse —la tierna voz de Blanket rompió con el silencio—. Tal vez está esperando a ser la última.

Paris notó mi angustia, apretó mi mano nuevamente reanudamos la espera en silencio intentando darle la razón a Blanket​, pero el tiempo pasaba lento y doloroso, ¿Estaba perdiendo el tiempo ahí, esperándola cuando sé que no va a llegar? ¿Por qué querría venir después de todo lo que hice en el pasado? Únicamente para hacerle más daño. Una parte de mí cree que aparecerá justo ahí, debajo del marco plateado con esa sonrisa y sus hermosos ojos para estar juntos a partir de ahora, mientras que la otra cree que jamás la volveré a ver, pero prefiero aferrarme a la esperanza, Lisa aún me ama y a los niños tanto como yo a ella. El tic tac de mi reloj se escucha fuerte y golpeteo con impaciencia el suelo con mi zapato mientras veo a desconocidos cruzar las puertas. La gente disminuye junto con las esperanzas de verla descender.

Un chico de cabello cobrizo se acercó a la puerta para cerrarla, perdí los estribos en esos momentos, salí corriendo del privado poniendo mi pie de por medio para evitar el cierre de la puerta.

—No puede cerrar la puerta, esos no son todos los pasajeros.

—Lo siento señor, pero son todos.

—¡No! —le grité al borde de la locura—. No son todos, aún falta una mujer.

—No señor —su voz temblo—, abordo únicamente quedan las azafatas y pilotos.

Molesto conmigo, con la vida y el su respuesta lo tomé por la solapa.

—Usted está equivocado —le hablé con la mandíbula apretada—, no son todos.

—Tiene razón —levantó las manos en señal de paz—, iré a revisar si me lo permite, puede esperar aquí.

—Estoy harto de esperar.

Lo solté abriendo la puerta, corriendo por el pasillo a toda prisa hasta llegar a los asientos completamente vacíos.

— ¿Puedo ayudarle en algo, señor? —la voz dulce de una azafata apareció en medio del silencio.

—Los pasajeros...

—Todos han descendido del avión, señor —respondió sin demora.

Mis ojos se llenaron de lágrimas, se siente como un golpe directo al estómago, el avión está vacío, un agujero se me formó en el pecho y el estómago, susurré su nombre como si con eso pudiera hacerla aparecer de pronto, necesitaba tragarme el llanto, ¿De verdad fui tan estúpido para creer que vendría? ¿A caso los niños no significan nada para ella o yo? ¿Por eso debía hacer sufrir a mis hijos? Nos abandonó. El mismo chico de unos instantes antes apareció acompañado de dos guardias de seguridad para escoltarme fuera del avión.

Los ojos de mi princesa fueron los primeros en localizarme.

— ¿En dónde está Papi?

Me quedé sin palabras, el brillo de sus ojos delató las lágrimas a punto de salir.

—Cariño... yo...

— ¿Vendrá en otro avión?

— ¿O nos verá en la isla?

No podía romper las ilusiones de mis niños, sus ojos brillantes me convencieron de evitar las preguntas.

—No tenemos​ mucho tiempo disponible y aún debo terminar de arreglar un par de asuntos, es hora de volver a la sala de espera.

Con el corazón partido por la mitad ignore sus caras llenas de tristeza, no tenía otra opción, sin embargo, sentía esa mirada verdosa aún cuestionando la razón por la cual su madre no había estado abordo de ese vuelo.

No dejé de caminar con ellos casi en fila frente a mí, Paris abandonó la formación para poder tomar mi manga y tirar de ella un poco.

—Paris, ahora no.

Dejó pasar un par de minutos antes de realizar la misma acción, intenté mantener mantener la postura ignorando aquel pequeño gesto de su parte, sin embargo ella no parecía dispuesta a ceder. Llegamos a una puerta en donde se encontraba una mujer de uniforme azul marino.

—Únicamente puede  entrar personal autorizado.

Arranque el látex de mi cara con fuerza logrando irritar mi piel.

—Estamos en la lista —Paris tiró de mi manga de nuevo.

— ¿Nombres?

—Michael Jackson, Paris Jackson, Prince Michael Jackson primero y segundo. Los Black.

—Sí, claro.

Abrió la puerta para nosotros, Prince guió a Blanket hasta una hilera de asientos, Paris jalo de mi manga y esta vez habló.

— ¿Papá?

—Ahora no Paris —dejé la única maleta metálica que llevaba conmigo, busqué los boletos en el interior y los revisé.

—Papá...

—Espera, por favor.

—Papá, házme caso.

— ¡¿Qué quieres?! —le grité exasperado, frenético y con la cabeza dándome vueltas por la ausencia de Lisa.

—Quiero saber por qué no vino —respondió asustada.

—No lo sé, no tengo ni la más mínima idea, pero a veces no puedes obligar a nadie a quererte o estar contigo —la había tomado por los hombros obligándola a mirarme directo a los ojos—. Necesitamos suerte para poder tenerla con nosotros.

— ¿No nos quiere? ¿Mi mamá... no me quiere? — Su rostro reflejó terror y tristeza, su labio inferior estaba temblando, ¿Qué había hecho?

—Paris... —con la intención de remediar el mal le tomé las manos, pero mis palabras fueron interrumpidas.

— ¿Señor Jackson, o señor Black?

— ¿Sí? —giré la mirada en su dirección.

—Estoy listo para hablar con usted, sígame por favor.

—Hablaremos cuando le vuelva —le aclaré a la niña mientras caminaba en dirección a algún lugar, la vi limpiarse un par de lágrimas mientras la perdía de vista.

La junta terminó de manera exitosa con el señor Stone, pero en esos momentos no tenía cabeza para nada, necesitaba ver a mis hijos, y lo primero que note al llegar a la sala de espera fue su ausencia, Prince, Paris y Blanket habían desaparecido.

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