Poco a poco caigo,
dándome cuenta de algo;
que sigue siendo el mismo
tallo que me hace tropezar.
Cayendo al suelo frío
en medio del camino,
la frustración me invade
y no evitó el llorar.
La necesidad innata
de un grito ahogado
atraviesa mi garganta
por la decepción.
Golpeó mis palmas en
ese suelo duro,
sin importar el
que se puedan lastimar...—¿Podré llegar a la meta?...—
—¿Si quiera puedo avanzar?...—¡Inquietud en demasía!
Hace que pierda
todo rastro de esperanza,
todo rastro de alegría,
todas las fuerzas.
¡Me hundo! Socumbiendo
a aquella debilidad que
simplemente me vuelve
incapaz de avanzar.