Tres.

7 1 0
                                    

Blake se removió incómoda sobre la cama al ser despertada por los molestos rayos de sol que se colaban por su ventana. Sintió una punzada en la cabeza. Le dolía mucho, sin mencionar que había dormido incómodamente por llevar el corto vestido negro que se había puesto para la fiesta. Por lo menos se había quitado los tacones. ¿O alguien más se los había quitado? Al ver que tenía una cobija encima, dedujo que había sido Leo quien la había acomodado para que se sintiera lo mejor posible. Sonrió al pensar en su amigo: solo recordaba que unos instantes después de entrar a la discoteca Leo dijo que se quedaría sentado en un sofá y María le dijo que no fuera aburrido y se lo había llevado a quién sabe donde, mientras que los demás se habían ido a bailar, aunque Alex se había despegado de las dos chicas unas canciones más tarde para ir con una rubia. No era difícil encontrar a varias chicas con vestidos más cortos de lo que deberían o con ochenta kilos de maquillaje sobre la cara, pero ¿quién era Blake para juzgarlas? Cada quien que haga lo que quiera con su cuerpo, y ella no era la más indicada para hablar de eso. Se sentó en la cama con el pelo hecho un enredo y los ojos apenas abiertos. Se tomó unos minutos para asimilar lo que estaba pasando y tratar de recordar la noche anterior. Abrió el cajón de su mesa de noche donde guardaba uno que otro medicamento incluyendo pastillas para el dolor de cabeza, tomó una y bajó a la cocina por un vaso de agua. Bajó lentamente las escaleras y antes de poder llegar a la cocina una voz, que para ella fue estruendosa, sonó.
-Se nota que la que la pasaste bien ayer, ¿eh?- dijo su hermano levantando una ceja.
-¿Eh?
-Vamos, Blake, dime, ¿a cuántos te cogiste?- dijo Nicholas riéndose de ella.
-¿Cuál es tu problema, Nick?
-Nada...solo preguntaba. Por cierto, no sabía que también le caías a Leo. Pensé que eran solo amiguitos. ¿Crees que no me di cuenta cuando llegaron y subieron a tu habitación?
-¿De qué hablas? Seguramente Leonardo subió a mi habitación para que yo pudiera dormir decentemente. Si no fuera por él, me hubiera despertado en las escaleras o probablemente ni hubiera llegado a casa. Deja de hablar tanta mierda de una vez por todas.- para algunas personas esa era una respuesta algo dura, pero aparte del dolor de cabeza, Blake tenía que aguantar a su hermano diciendo cosas sin sentido y haciéndose películas que jamás pasaron. Blake entró a la cocina tirando la puerta y de mala gana se sirvió un vaso con agua. Se tragó la pastilla y trató de calmarse. Puso sus manos sobre la mesa mientras imágenes borrosas de la fiesta recorrían su memoria: recordaba que Nava la había convencido a beber el primer shot de Vodka. Blake no era una de esas personas que necesitaban estar de tragos a más no poder para divertirse en una fiesta, pero al tomar el primero, se tomó el segundo, y luego trajeron tequila y aguardiente. Otra vez, la voz de Nicholas la alejó de sus pensamientos.
-Mamá y papá van a llegar dentro de poco a almorzar acá- su hermano estaba apoyado en el marco de la puerta de la cocina con los brazos cruzados mirándola fijamente.
-¿Almorzar?¿A caso qué horas son?- dijo Blake sorprendida no solo porque sus padres vendrían a pasar tiempo en la casa con sus hijos, lo cual era poco común, sino también porque, según su hermano, ya había perdido toda la mañana.
-Son casi las tres.
-Bueno, me voy a arreglar un poco.
-Sí, hazlo. No creo que a mis papás les guste verte...- la miró de arriba a abajo- así.- Blake iba a protestar, pero no quería gastar más sus energías peleando con alguien como Nicholas, además no podía negar que no estaba presentable, con el pelo como estaba y el maquillaje corrido. Subió las escaleras a paso rápido y se cambió de ropa: unos pantalones deportivos grises y una camiseta de manga corta completamente negra. Ató su pelo en una coleta alta, se lavó la cara y se cepilló los dientes. Se recostó en su cama y cerró los ojos por un momento. Recordó otra escena de la noche anterior: ella y Nava estaban bailando mientras bebían su tercer vaso de whisky. Un chico de ojos azules le había pedido a Blake que bailara con él. Blake estuvo a punto de rechazarlo porque no quería dejar a su amiga sóla, pero Nava la animó diciendo que estaría bien y que podría cuidarse por sí misma. Cuando estaban bailando intercambiaron nombres y edad, aunque ahora mismo la chica no tenía ni idea de cómo se llamaba el chico o cuántos años tenía. A lo lejos algo captó la atención del chico y le dijo a Blake que mirara mientras reía.
*Flashback*
-¡Dios! Mira eso, Blake.- dijo riendo apuntando a la esquina de la sala. Blake se volteó y vió a tres chicas bailando sobre una de las mesas que había.- Eso es estar desesperadas por atención y no poder ocultarlo. Están bailando como si nadie las estuviera viendo- a este punto Blake ya no estaba consciente de lo que hacía y menos de lo que decía.
-Ay bueno, ¿a ti qué te importa? De eso se trata la vida, ¿no? De hacer cosas como si nadie te estuviera viendo, porque cuando las haces así, te salen lo más natural y sincero posible. Aquí la gente vino a pasarla bien, de hecho se ve muy divertido, yo me voy.- y sin más, la chica dejó a su compañero perplejo y con la boca abierta y abriéndose paso entre la multitud, llegó a la mesa más cercana y se subió en ella. Comenzó a bailar y cuando las chicas de antes la vieron, comenzaron a aplaudir y a chiflar. Blake sonrió y la gente no tardó en reunirse en su mesa. Su amiga Nava se subió a la mesa con ella después de gritar "¡esa es mi chica!".
*Fin Flashback*
Blake sonrió inconscientemente. Si toda la noche la pasó así, deseaba recordar cada segundo de la fiesta. Su celular vibró indicando que le había llegado un mensaje. Se sentó en la cama y alargó su brazo para alcanzar el móvil en la mesita de noche. La sonrisa que tenía en el rostro desapareció casi instantáneamente al ver quien le había escrito. Era Aaron, su ex-novio. Le empezaron a sudar las manos y se mordió el labio en forma de preocupación. No importaba qué dijera el mensaje, ella se ponía completamente nerviosa al saber que era de Aaron, además intuía que no podía ser nada bueno. Aaron y Blake no habían terminado en los mejores términos y todo fue culpa de él: las peleas, los insultos y la gota que derramó el vaso. Todo se había desmoronado el día que ella se sintió obligada a terminar con él y ¿por qué? Por el simple hecho de que ella lo amaba. Blake era una persona que, cuando tenía la oportunidad de conocer a alguien, odiaba con toda su alma o amaba con todo el corazón, no había intermedio, y para colmo, esa fue su primera relación seria, la primera vez que la morena se había convencido de que estaba enamorada de alguien; y a pesar de todo, ella aún lo amaba.
"¿Qué me pasa? Nunca nadie me había hecho sentir así o dudar de mí misma ¿Por qué me sigue gustando la persona que destruyó mi felicidad después de haberla construido conmigo por tantos años?" Estas y muchas frases más se repetía la de ojos castaños sin dejar de pensar en Aaron. Tomó una bocanada de aire, desbloqueó el teléfono y leyó los mensajes. A decir verdad, le costó mucho contener las lágrimas después de leer las palabras que la persona que amaba, o la que creía amar, le había dedicado:
Aaron: me dijeron que andabas de puta ayer en la fiesta. Que mal que no pude ir.
Aaron: ¿Que se la chupaste a medio mundo? Demonios, ojalá hubiera estado yo para divertirme un poco contigo, zorrita.
Aaron: Todo el show que montaste cuando terminamos fue pura mierda, no te dolió nada, pero tranquila, pronto la gente va a saber quien eres en realidad.
Sus ojos se aguaron pero ni una sola lágrima se resbaló por su mejilla ese día. Ya había llorado aún más de lo que tenía que llorar; no se iba a martirizar por un error que había cometido su pareja. ¿Un error puede seguir llamándose "error" aunque fuera hecho a propósito? No, no lo creo. Sin ánimos apagó su celular y lo dejó otra vez en la mesita esperando a que no sonara más. No soportaría otro comentario innecesario de Aaron. Se volvió a tender en la cama y agarró su cabeza sin saber desde cuando sus emociones dependían de lo que pensara un chico de ella.
Oyó la puerta de su cuarto abrirse.
-¿Ahora qué?- susurró fastidiada pasando sus manos por su cara.
-Mmm...¿Blake?- era Nicholas- Emm...papá y mamá llamaron: ella dijo que el hospital estaba infestado de pacientes y él está resolviendo unos temas de la empresa, así que no podrán venir. Dijeron que pidiéramos pizza.- sonrió.
-Pídela tú si quieres, yo no tengo hambre.
-¿Estas segura? Voy a pedir una grande por sí te da hambre después.
-Estoy bien, Nick.- su hermano asintió serio.
-Ugh ¿Blake?
-¿Qué pasa Nick?
-Lo siento por lo de antes. No pensé que te molestarías tanto.
-Está bien, Nicholas.
-Claro. Voy a pedir la pizza. Te dejo en la cocina por si quieres.- después de eso cerró la puerta. Blake no entendía a su hermano: a veces la trataba mal y otras veces su instinto de hermano mayor florecía y se arrepentía de lo que sea que había hecho. Se paró de la cama para tomar el control de la televisión. Siempre había creído que la mejor forma de no pensar en absolutamente nada era ver televisión; era como si los pensamientos fueran absorbidos por la pantalla para volver sólo cuando lo que estuviera viendo terminara. Al lado del mando había una nota escrita en un papel verde fosforescente. Sonrió al ver que era de Leonardo.
"Blake, te quedaste dormida mientras me hablabas. Quería que durmieras bien pero no quería despertarte, así que solo pude taparte con una cobija y quitarte los zapatos. Espero que hayas dormido bien. Te quiero. Leo xx." Leo era diferente a los demás hombres de la vida de Blake: él era considerado y cariñoso, nada que ver con su hermano, ni siquiera Aaron mismo la trató así cuando estaban saliendo. Cuando una persona como Leo aparece en tu vida, no puede ser más que un regalo. Después de un rato el sueño se apoderó de su cuerpo.


I'D LIKE TO TELL YOU...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora