🍎1. Lista de supervivencia vs. Hadrien O'Connell

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Dicen que el último año de instituto es el mejor de tu vida si logras sobrevivir. Es evidente que, quien pronunció esas palabras, conocía los peligros que albergan estas cuatro paredes, porque cuando estás intentando descubrir quién eres en este mundo gigante, lo que menos necesitas es que alguien te recuerde que no eres nadie y que tu corazón, lleno de ilusiones y esperanzas, no vale nada.

Por lo tanto, para garantizar mi supervivencia, este año me he impuesto tres reglas básicas para resistir ante la amenaza que pulula por los pasillos del Palace High School.

La primera regla: prohibido acercarme a Hadrien O'Connell.

Hadrien, con su encanto irresistible, encarna el arquetipo del chico seductor y mujeriego. Aunque su cuerpo esculpido por los dioses y sus ojos negros e hipnóticos podrían hacer suspirar a cualquiera, no compensan el precio de perderme a mí misma. Es por eso por lo que mantenerme alejada de Hadrien O'Connell es la mejor decisión que puedo tomar si valoro mi identidad. Cualquier descuido podría hacerme caer en sus redes y, la chica que creo ser, la que todos conocen, simplemente dejaría de existir. Sería rebajada a una más en la larga lista de conquistas de un chico estúpido y superficial.

No quiero verme reducida a cenizas. No lo permitiré como que me llamo Naomi Brown.

Sin embargo, lo que parece sencillo en teoría, en la práctica es totalmente distinto. Deshacerte de la presencia magnética de Hadrien O'Connell no es fácil. No cuando todo el mundo pronuncia su nombre con respeto e incluso admiración. Y mucho menos si eres la novia de su compañero de fútbol y mejor amigo, Dylan Smith.

Dylan y Hadrien son dos personas totalmente diferentes: el día y la noche. Casi cuesta creer que lleguen a entenderse teniendo en cuenta que, donde Dylan ve a una persona a la que amar y respetar, Hadrien no encuentra más que un objeto al que manipular y menospreciar. Mi apuesta entre los dos está clara, pero no todas las chicas del instituto opinan lo mismo. No es que las culpe; Hadrien me ha demostrado en más de una ocasión que sabe jugar sus cartas.

Pero eso es todo lo que es para él. Un juego. Una demostración vil y cruel de quién tiene el poder. Y, precisamente porque quiero mantener el control, debería cumplir mi primera regla cueste lo que cueste. Pero, el día que el universo decida ponerse a mi favor, será porque se avecina el fin del mundo. Acabo de abrir mi taquilla cuando una figura alta y fuerte se deja caer a mi lado apoyada en la pared.

—Déjame adivinar —sonríe con picardía—. Estabas pensando en mí.

Intento mantener la calma para no delatarme y le dirijo una mirada de fastidio al atractivo chico de pelo negro que parece disfrutrar complicándome la vida.

—Sí, porque tú eres en lo único que pienso, Hadrien. —Chasqueo la lengua, irónica.

—Ya lo sabía, nena.

—¿No tienes a nadie más a quien molestar? —inquiero con un bufido.

Me arrepiento de haberle preguntado cuando un destello de diversión ilumina sus ojos. Sé, antes de oírla, cuál va a ser su respuesta.

—Tal vez, pero no serías tú.

Hay varios motivos más por los que no debería acercarme a Hadrien O'Connell:

1. Me saca de mis casillas que siempre me llame nena.

2. Detesto su sonrisa burlona y de superioridad, tanto que me dan ganas de pegarle un puñetazo.

3. Su presencia evoca la voluptuosidad de un remordimiento.

Intento luchar contra el pasado y no caer en las garras de la culpa, pero esta me golpea con más fuerza cuando veo a la persona que se acerca a nosotros con una sonrisa capaz de derretir la Antártida. Por suerte, en él también encuentro el remedio que me cura.

Stupid boy 1: Atracción prohibidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora