Recuerda

Los gritos de mamá y papá. El hermoso sonido de una pelea. De una discusión que no planea tener aparente ganador. Ninguno de los dos planea ganar, lo que es planeado en soledad es herir a tu par. Herir a la "persona que amas" con quien pasaras él resto de tu vida.
Eleanor se sienta de rodillas en una esquina de su cuarto, se tapa los oídos, apreta su mandíbula al igual que sus ojos, comienza a llorar. No se que hacer. Aparentemente nunca se que hacer en estas situaciones. Como consolar a una persona que amo, mas que a mi mismo. Porque por mucho que la consuele nunca sentiré su dolor como propio y le mentiré. Le mentiré diciendo que si la entiendo y que todo estará bien, siendo que es eso lo mas improbable de la vida.
- Eleanor.- Me siento al lado de ella, comienzo a acariciarle él pelo.- Eleanor mirame.- Ella levanta su cara, veo su rostro y hasta sus pestañitas estaban colmadas esa agua salada que llaman llanto.
- Que.
- ¿Quieres que salgamos a comer algo? Cenemos en otra parte.- Se escucha como algo así como un jarrón que cae y se rompe en mil pedazos.
- Está bien.- La cojo de la mano, salimos de la habitación, bajamos las escaleras y ahí estaban en pleno espectáculo de gritoneos continuos. Sólo pasamos de ellos. Cuando ya estabamos saliendo por la puerta recibo un gritoneo de mi mamá.
- ¡Tu no vas a ninguna parte!
- Ya lo hice.
Entramos al auto. Manejo y no paro, era lo único que sabía hacer bien. O eso creía.

Veo una luz en frente del auto. Una luz demasiado potente, me ciega. Solo tengo la estúpida reacción de tomarle la mano fuertemente a Eleanor.

El auto estaba volcado. Miré hacia Eleanor. El cuerpo que veía era irreconocible, lleno de cristales en lo que se suponía que era una cara toda ensagrientada. No quiero seguir analizándolo. Me doy vuelta, porque se que ese cuerpo no es mi hermana.
- ¡Eleanor donde estás! - Grito lo mas fuerte que puedo. Me vuelvo a ver el cuerpo. Era Alaska. Estaba intacta durmiendo.
- ¡Alaska! - Comienzo a rosar su cara con las yemas de mis dedos. Necesito que despierte. Necesito que me ayude. Escucho su voz sin que ella despierte.
- Despiertame Adam. Queda poco tiempo. Necesito hablar... Buscame con las enfermeras.
Él auto explota.
Despierto en un mar de sudor. Salgo corriendo al hospital mas cercano. Necesito verla.

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Habitación 310.
Abro la puerta, ahí estaba.
Alaska Edwards.
Me siento al lado de su camilla. Estaba paliducha. Tomo su mano, ella despierta y sonrie apenas un poco.
- Adam...
- Lo recordé... Todo
- Lo siento.- Comienzan a salir pequeñas lágrimas de sus ojos.
- ¿Porque? - Digo secándolas.
- Porque no pude dejarte ir. Hubieras tenido una vida normal. No con él pesar de todo lo que pasó... Yo tenía que verte otra vez. Tenia que contarte todo lo que paso después de que te fuiste. Lo incompleta que estaba. Pero ahora no hay. No hay tiempo. Casi nada...- Lo puedo ver hasta yo como ella lentamente se va desvaneciendo en la nada y con hace esfuerzos por no hacerlo aún.
- Gracias... Por hacerme ver todo lo que estaba oculto debajo de la alfombra. Por hacerme ver lo falsa que era mi vida, lo plástico que era todo. Por hacerme verte a ti, tal y como eres.
- Te amo Adam Wayland.
- Te amo Alaska Edwards.
Y de pronto solo dejo de apretar mi mano. Se desvaneció de esta habitación. La abracé lo más fuerte que pude, para comprimirla en su cuerpo, evitar que se vaya, para que no me deje. Pero se que es estúpido, porque antes de que yo me diera cuenta siquiera ella ya se había ido.
- ¡Mi pequeña desconocida! Lo siento.- Apenas puedo hablar entre tanto llanto que llevaba acumulado hace meses.- Yo debí haberte regalado mi tiempo. Ya que tu... Tu me diste todo él tuyo.

<<Recuerda>>
Recordé.
Pero como siempre, como en toda la historia de la raza humana... Siempre demasiado tarde.