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Desde que Dean Winchester tenía uso de razón, había estado rodeado por los Novak, había crecido junto a ellos y se había criado con ellos, no recordaba un solo momento de su infancia sin estar pasando el rato o jugando con uno de los hermanos mayores del joven Castiel.

Miguel Novak, el primogénito de la familia era el encargado de cuidar del resto por el simple hecho de ser el mayor de todos. Se ocupaba de sus hermanos con cariño y atención, y de la misma manera, acogió a Dean para cuidar de él como a uno más.

Pasaban la mayor parte del tiempo en la casa del mayor de los Winchester, él y Gabriel, siempre fueron los encargados de sacar de quicio al pobre Miguel, y no fue hasta que nacieron los más pequeños de ambas familias hasta que Dean consiguió cambiar de actitud, intentando parecerse de algún modo, al primogénito de la familia Novak, quien desde pequeño, y sin darse cuenta, había sido uno de los pocos ejemplos a seguir que había tenido.

Seguía gastando bromas junto a Gabriel, pero intentaba pasar todo el tiempo que pudiese junto a su querido hermano pequeño. Dean, quería cuidar de Sam de la misma manera en la que lo habían cuidado a él, y a medida que pasaba el tiempo, el pequeño niño de ojos azules consiguió hacerse hueco en su corazón.

Y desde aquel instante no solo se trataba de hacer que su hermano estuviese alegre y feliz, también empezó a ser muy importante para él que Cas no se sintiese ignorado.

La familia Novak era muy numerosa, contaba con cinco hermanos, cada uno más peculiar que el anterior, todos y cada uno tenían una personalidad única, lo que provocaba que Miguel prestase su atención a aquellos que él creía que la necesitaban más, y por desgracia, Castiel no parecía entrar en aquella ecuación. Y esa fue principalmente, la única razón que tuvo al principio el mayor de los Winchester para cuidar de él.

Pero a medida que pasaba el tiempo, dejo de sentir lástima por él, le gustaba pasar el rato a su lado, resolver las dudas que el muchacho presentaba, y aunque Castiel era un niño muy tranquilo, siempre intentaba que jugase con él e hiciese cosas nuevas.

Dean recuerda lo emocionado que estaba por entrar en Hogwarts, recuerda cada sentimiento que tuvo al recibir la carta, y también recuerda a la perfección como los ojos azules del pequeño Novak empezaron a humedecerse para después empezar a llorar.

Estaba muy triste, pues no quería que Dean se fuese a la escuela junto con el resto de sus hermanos mayores y se quedase solo. Y toda la felicidad que había sentido minutos atrás se evaporo al instante al contemplar como el niño lloraba sin consuelo.

Le habló de muchos temas diferentes para intentar tranquilizarlo, y después, le prometió que nunca estaría solo, que incluso cuando entrase a Hogwarts estaría junto a él, gracias a eso, Castiel dejo de llorar, y se guardo aquellas palabras en lo más profundo de su corazón, deseando que pronto se hiciesen realidad.

Pero no fue así, y ninguno de los dos, pudo hacer nada para impedirlo.

─¿Has conseguido adaptarte bien a tu nueva casa?─ Preguntó Dean mientras le observaba con atención y con curiosidad.

Estaban paseando por los pasillos que daban al pequeño patio del castillo, hacía mucho frio, por lo que no salían al exterior en ningún momento. Los copos de nieve se deslizaban por el cielo hasta aterrizar con soltura en el precioso césped comenzando a cuajar, y poco a poco un fino manto blanco empezó a cubrir el suelo.

─Todo empezó a ser mejor cuando conocí a Charlie.─ Explicó el joven Castiel mientras le devolvía la mirada y se encontraba con sus bonitos ojos verdes.

─¿La pelirroja?

─Ahá.─ Dijo a la vez que asentía.

─Supongo que me alegro.─ Dean le observo atentamente para después, dedicarle una tierna y suave sonrisa.

─¿Supones?─ Preguntó extrañado el menor de los Novak mientras fruncía confundido el ceño y ladeaba levemente la cabeza.

Ambos muchachos se quedaron quietos mientras se observaban el uno a otro, Dean no sabía muy bien que responder a aquella pregunta, porque sabía lo mucho que le dolía a Cas no estar en Gryffindor y lo que menos quería en aquel instante era recordárselo.

Tampoco podía decirle que tenía algo de envidia de la chica, pues ella había pasado mucho más tiempo con el muchacho de ojos azules que él, y Dean se lo había prometido, y le había fallado, y no podía hacer nada para remediarlo más que sonreírle esperando a que eso fuese suficiente.

─Siento no haber estado contigo estos meses.- Sentenció el mayor de los Winchester mientras frenaba en seco. Castiel le observo parando enfrente de él y volvió a ladear levemente la cabeza.

─No pasa nada, Dean.

─Sí que pasa, hemos tenido varios días libres, podría haberte buscado y podríamos haber pasado el tiempo juntos, tu, Gabriel y yo, podríamos incluso haber ido a la biblioteca a por Sam...

─No.─ Dijo con voz firme mientras le dedicaba una mirada dulce y tranquila.─ No hubiésemos podido, había mucho que estudiar, muchos deberes que hacer, yo no he tenido tiempo libre, ha sido muy duro, ha sido un cambio muy diferente a lo que estoy acostumbrado...

─Debería haberte ayudado a adaptarte.─ Dijo Dean interrumpiendo al muchacho.

─No Dean, si me hubiese ido contigo y con Gabriel jamás me hubiese puesto a estudiar, no hubiese cogido el ritmo de las clases, no me habría adaptado, por mucho que me duela decirlo...─ De inmediato bajo la mirada al suelo para no tener que hacer contacto visual con aquellos intensos ojos verdes, pues si decía lo que estaba a punto de decir, mientras le miraba, no podría perdonárselo jamás.

No podía decirle que había sido mejor no verlos, porque cada uno de los días había suplicado porque en aquel momento alguno de los dos apareciese. No podía decírselo porque aunque fuese verdad, no lo pensaba, y aquello le estaba produciendo un nudo en el estomago, quería llorar, pero no quería hacerlo delante de él.

De repente sintió un cálido tacto en su cabeza que con cuidado empezó a revolver su cabello.

─Después de que volvamos de las vacaciones de navidad, vas a tener que presentarme en condiciones a esa tal Charlie, ¿de acuerdo?─ Dijo Dean con un tono tranquilo y acogedor. El joven Novak simplemente asintió manteniendo la mirada aun fija en el suelo a la vez que unas rebeldes lagrimas se escapaban de sus ojos.

Entre paredes de piedra. [Destiel AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora