Capítulo 7

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Mi día había sido totalmente aburrido, analizar personalidades era algo que hacía sin darme cuenta, extraño pero cierto. Nathan y yo ahora investigábamos a mi maestro, lo seguimos a unos cuantos autos de distancia, pero siempre lo teníamos ubicado.

– ¿Y desde cuándo lo haces?–  preguntó Nathan, era la primera vez que escuchaba su voz desde que salimos del aparcamiento.

– ¿Lo de las personalidades?– asintió– desde los siete, creo, ¿por qué la pregunta?

– Curiosidad... ¿Cómo fue tu estancia en el orfanato? digo, si se puede saber– también había pensado sobre eso en mi día, incluso consideré escapar, ellos no estaban y no me encontrarían de haberlo hecho, sin embargo, llegué a la conclusión de que debo de quedarme, al menos hasta conseguir dinero suficiente para irme y no depender de nadie. Sonreí ante su pregunta, era muy obvia.

– Monótona, vacía. No sabía quién era yo, incluso creo que estoy perdida y sola– fijé la vista de nuevo en el camino, buscando el auto de mi profesor.

– ¿No tienes recuerdos de antes del orfanato?, ¿alguna pista de quiénes son tus padres?– pensé. La misma pregunta me había hecho yo durante diez años, cabe destacar que jamás llegó la respuesta, terminaba como al principio, sin nada, sin ninguna respuesta.

– ¿Por qué tanta curiosidad?– insistí, pero él sólo se encogió de hombros.

– Para romper el hielo, supongo.

– Ah, ¿quieres que me abra como flor en primavera a uno de mis secuestradores?– lo vi con incredulidad.

– Creí que habías decidido quedarte, puedes irte si quieres, eres libre– sus ojos se separaban por momentos de la carretera para fijarse en mi.

– Libertad sin dinero es como una mariposa sin alas, así que por ahora, me quedo– fijé la vista de nuevo en el camino.

– Escucha...

– Dio vuelta a la izquierda– lo interrumpí, haciendo referencia a mi profesor; siguió mis indicaciones y ya no volví a mirarlo a la cara.

– Mira, si te sientes tan infeliz como dices sentirte, puedo darte el dinero que necesitas para que te vayas; sin condiciones, sin trampa.

– ¿Harías eso?

– ¿Te sientes tan infeliz?, ¿lo eres? - pensé su pregunta a fondo, ¿realmente lo era?... No, no lo era.

– No.

– Bien, aunque debes comunicarte más con nosotros, sé que es raro que vivas con cuatro hombres, pero verás que no somos tan malos; quién sabe, a lo mejor te termina gustando uno de nosotros.

– JA! Apenas si los conozco, no creo que eso suceda.

– Nunca digas "nunca".

– Acabas de decirlo, dos veces.

– Bueno, teóricamente tienes elección.

– Ya basta, empiezas a hablar incoherencias.

– Pero sólo uno, si no, nos confundes– me estaba ignorando, ¡incluso lo disfrutaba!

– ¡¿De qué hablas?!, ¡ya basta!

– ¡Bien, bien! - dijo, riendo

– ¿Te parece divertido?

– Un poco– dijo, entrecerré los ojos en su dirección y él se encogió de hombros. Justo cuando iba a decirle algo, frenó de golpe, de no ser por el cinturón de seguridad me hubiera roto la nariz en el tablero.

Siempre Fue Él (Subiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora