capítulo 9

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En el instituto nos informaron que el Profesor Coleman (el profesor violador) se ausentaría hasta nuevo aviso por razones personales. Se me hizo un poco extraño el hecho de que nadie sabía qué había pasado realmente con él y, absolutamente nadie, se había enterado de que estuvo a punto de violarme. Es decir por lo menos debió de haber una nota en el periódico del pueblo, ¿no?

Algo parecido a: maestro intenta violar a joven estudiante o algo como: maestro abusa de jóvenes drogadas.
Porque estaba segura de que no había sido la única.

Pero nadie comentó nada al respecto. Como si nada hubiera pasado. Y estas situaciones no eran fáciles de pasar por alto.

Al final del día de estudio llamé a Nathan, pero no contestó. Llamé a Ángel y tampoco contestó. Aunque no conocía muy bien a Tove, por no decir nada, lo consideré mi salvación para no ver a Julian, así que marqué su número, esperé... esperé y rogué porque contestara... pero no contestó. Maldije en voz baja y marqué su número a regañadientes... contestó al tercer tono.

- ¿Si?

- ¿Puedes venir por mí?- pregunté.

- Ah, Skyler, estoy haciendo otras cosas... un poco más importantes.

- ¿Más importantes que pasar por mí?

- Definitivamente, si.

- Créeme que si supiera el camino a casa me iría yo sola, pero, ¡oh, sorpresa!, no me lo sé y no tengo en qué regresar.

- Tienes dos bellas piernas que funcionan bien.

- ¿Estás de broma, no?

- No, si son bellas.- dijo, y cortó la llamada. Volví a marcar su número.

- hijo de la grandísima puta, si no contestas...- susurré. Esta vez tardó en contestar, pero lo hizo.

- ¿Qué quieres, Skyler?

- Que vengas por mí al puto instituto, Julian, ¿qué otra cosa será, si no?

- ¿Alguna vez te han dicho lo fastidiosa que eres?

- Para tu desgracia, seguirá siendo así un tiempo, cariño- imité su mote.

- Llego en veinte.

- Por favor, que sean diez.

- Solo si me dices "cariño" otra vez.

- ¿Sabes?, puedo esperar veinte.

Veinte... veinte malditos minutos más tarde una camioneta se detuvo cerca de la acera, bajó la ventanilla y silbó para que subiera. Era Julian quien, cómodamente, estaba comiendo nieve o algo parecido.

Me miró por encima de sus lentes de aviador
- ¿Vas a subir, linda?- rodeé los ojos y me levanté de dónde estaba sentada para ir directo a la camioneta

- ¿De dónde sacaste el helado?

- Es pastel de helado y, respondiendo a tu pregunta, es un secreto.

- Como quieras- dije- ¿podemos ir a casa? Tengo algunos proyectos que entregar mañana y me gustaría comenzarlos ahora.- Julian suspiró, comió helado nuevamente y metió velocidad para ponernos en marcha.

- ¿Quieres?- preguntó, tendiéndome su plato con pastel de helado. Yo lo tomé porque venía conduciendo.

- ¿De qué es esto?- lo examiné dudosa. Como ya comenzaba a derretirse, ya no sé identificaba de qué era.

- De queso y zarzamoras, creo.- lo miré entre incrédula y divertida.

- ¿Crees?- me regresó la mirada y asintió no muy seguro de sí mismo.

- Si no quieres, devuélvemelo.- alejé el plato e igual, lo probé. Estaba buenísimo.- Puedes terminártelo, yo ya comí bastante.

- Esto es demasiado amable para ti, ¿lo sabes? ¿Qué sucedió con el que lanza mujeres por ventanas?

- Ahora está tranquilo, pero no te acostumbres, quizá lo haga más tarde. Quién sabe, a lo mejor no hay nadie abajo para atraparte esta vez.- lo miré incrédula, pero lo tétrico fue que ya no me devolvió la mirada ni hizo comentario alguno.

Vaya que el trayecto se me había hecho eterno. Había dejado media rebanada que Julian se había terminado de comer y, sobre todo, me tomé mi tiempo de observar al maldito.

Odiaba la idea de pensar que estaba chulo, pero mierda, así era. Con su cabello y ojos oscuros; con su maldito cuerpo trabajado y su rostro (apostaba) hermosamente tallado por la mismísima Afrodita. Qué hombre. Lo observé hasta que me agarró en el acto y sonrió como quien sabe que es más ardiente que el infierno.

- Eh, chiquilla, ¿te gusta?- ¿A qué idiota no le gustaría?

- Para nada, solo trato de imaginar cómo es que cabe tanta arrogancia en semejante cabecita tuya.- dije, me di cuenta que ya habíamos llegado a la mansión y Julian apagaba el motor.

- Claro, ¿es por eso que tienes saliva aquí?- se estiró y tocó la comisura derecha de mis labios, yo la aparté de un manotazo y tomé mi mochila para bajarme, pero una vez asegurada de que no me veía si me limpié con el dorso de mi mano. Por si las dudas.

Caminé hasta la entrada con el chico detrás de mí. Imponía su maldita presencia, yo no sé cómo, pero juro que me agobiaba de una manera candente.

Abrí la puerta y me dirigí a la cocina, donde estaba Rosa, la saludé y me estiré para agarrar un vaso y servirme agua. La bebí toda y lo deje en su celular para correr a mi habitación.

Me deshice del uniforme y me puse más cómoda. Eché un vistazo al celular y memoricé las tareas que debía hacer para entregar mañana.

Como a media tarde fui a la cocina por algo para comer y regresé.

Cuando terminé mi tarea estaba muriendo de calor a pesar de tener las puertas de mi balcón abiertas y el ventilador a máxima velocidad, tuve la necesidad de ir a una piscina, una que tuviera agua helada a pesar de ser las diez de la noche.

Salí a la cocina a dejar los trastes sucios y me di cuenta de que alguien estaba en la sala, era Julian. Estaba viendo la tele y comiendo algo frío ¿de dónde saca toda la maldita comida? Y lo más importante, si come como un desquiciado todo el día ¿por qué sigue tan bueno?

- ¿Qué haces?- le pregunté

- Lo que ves, ¿y tú?- preguntó sin despegar la vista de la televisión.

- Me preguntaba, ¿qué tan lejos está la piscina más próxima?

- Más o menos a unos 70 metros de aquí. He sabido que se ve linda a estas horas de la noche.

- ¿70 metros?

- ¿Olvidas que vivimos en una montaña?- preguntó algo incrédulo... Si, lo había olvidado. Estos tipos se tomaban en serio la privacidad, por lo que la mansión estaba ubicada en una montaña rodeada de árboles y a demasiados metros del suelo de la ciudad.

- ¿Podrías llevarme a esta... piscina natural? ¿O tendré que perderme en el bosque?

- Bueno, ya que estoy de buenas y hace tanto calor como en el mismísimo infierno, puedo llevarte.- no necesité que dijera nada más, antes de que se arrepintiera corrí a mi habitación a ponerme un traje de baño y en una pequeña mochila metí algo de ropa y una toalla para secarme.

Volví a correr con Julian, quién ya me esperaba en la puerta.

Siempre Fue Él (Subiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora