4 - LA GRAN NOCHE

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Ya había pasado un día desde que le propuse salir a cenar a Klara. Eran las seis de la tarde, y ya me estaba vistiendo y preparando, aunque quedaran unas dos horas para verla, y de mientras, lo único que sonaba en mi cabeza eran algunas de las mejores canciones de Ace of Base.

Me puse mi mejor camisa, una totalmente blanca, y unos tejanos azules sujetados por un cinturón de piel marrón, y por último, para calzar, me puse unos calcetines negros (no era un día frío en Suecia, pero tampoco era cálido) y unos zapatos relucientes del color del cinturón.

El tiempo sobrante lo maté viendo alguna película en sueco que había por la tele (una de muy mala). Controlaba la hora a cada minuto, tenía unas ganas supremas de que fueran ya las siete menos cuarto para salir a tiempo e ir a buscarla.

Una vez ya era esa hora, rápidamente cerré la televisión y salí hacia el metro. En un abrir y cerrar de ojos, ya estaba en el andén, y como esperaba, el tren llegó justo a la hora que indicaba.

En cuestión de diez minutos, ya había llegado a la parada de metro que salía a su zona, y los cinco minutos que quedaban para verla a la hora que estipulamos los invertí en ir a su tienda, la cual estaba bastante lejos de la entrada del metro.

La tienda ya era cerrada, y era normal, porque los comercios en Suecia cierran a las seis, y a las siete si es verano, pero igualmente llamé al timbre, y para mi sorpresa, fue su madre quien me abrió:

- Oh, buenas noches señora Olsson.

- ¡Buenas noches Dani! Klara se está acabando de preparar, ¿quieres pasar mientras esperas?

- No, no quiero ser molestia...

- ¿Molestia? Anda, pasa - dijo cogiéndome de la mano haciéndome entrar.

- Y, bueno... ¿Cómo os va la tienda? - dije para sacar un tema de conversación y no acabar en un incómodo silencio.

- Pues mira, vamos haciendo, aunque eso no es lo más importante - dijo sonriendo - he visto cómo la miras.

- ¿A quién?

- A mi hija, te gusta, y a ella también, lo supo cuando os vi, ¡instinto de madre! - dijo soltando una carcajada.

Espera, ¿qué había dicho?, ¿qué le gustaba? No sabía qué hacer, ni qué decirle a su madre.

- ¡Ya estoy aquí! - apareció Klara con un vestido dorado que iba a juego con su cabello.

- Wow, ¡estas preciosa!

- ¡Muchas gracias! - dijo mientras se acercaba - tú también estás muy guapo.

- Gracias - dije y me limité a sonreír.

Los dos nos dirigimos a la salida, y la madre de Klara nos dijo que nos lo pasáramos bien.

- ¿Y a dónde me llevas?

- ¡Te llevo al que considero el mejor restaurante de toda la capital!

- Ohh, tengo ganas que ver cómo es la comida, aunque como mi madre no cocina nadie.

- Seguro que tu madre cocina de maravilla - dije sonriendo.

Entre risas llegamos a pie al centro de la ciudad, dónde estaba el restaurante al que llevé a Klara.

En el restaurante, ambos pedimos típicos de la comida sueca, ella salmón y yo albóndigas.

- ¿Y qué te gusta hacer? ¿Deportes, ocio? - le pregunté.

- Pues me encanta salir a hacer footing, y de pequeña iba siempre con mis padres a esquiar, es algo que me gustaría que se repitiera...

- Tal vez yo podría ir contigo.

- ¡Eso sería magnífico!

- No soy el mejor con los esquís pero algo podría intentar... - dije intentando ser gracioso.

Ella se rió:

- ¡Y tanto que podrías intentarlo! Es más, ¡yo te podría enseñar!

- ¡Sin ninguna duda me encantaría que fueras mi profesora! - dije y ella sonrió.

- ¿Y cómo te consideras tú? De carácter me refiero.

- ¿Yo?... Me considero... divertido, sociable, caritativo, un poco nostálgico y familiar, aunque últimamente esa parte de mi personalidad no la siento mucho, ya sabes, mis padres están en España, mis tíos, todo el mundo...

- Esto de estar alejado de tu familia debe ser duro... No me gustaría imaginármelo...

- Te acabas acostumbrando, es triste, pero lo asimilas... Tal vez es un punto y a parte y mi siguiente etapa familiar deba darse aquí, en Suecia...

- ¿Te refieres a tener hijos?

- Sí, pero por ejemplo de aquí a unos ocho años, a mis treinta, ¡que también quiero disfrutar de mis veinte!

- ¡Y tanto! A mi también me gustaría tenerlos, pero como tu dices, más tarde.

Una sonrisa se dibujó en mi cara y la miré a los ojos:

- ¿Te he dicho ya lo guapa que estás?

- Me lo dijiste al verme, tonto - dijo con un tono cariñoso.

- Perdona, es que me siento muy a gusto contigo.

- Yo también me siento igual...

Nuestras manos se acercaron y se llegaron tocaron:

- Tienes las manos frías... - esa frase hizo que sonriera, pero con mayor intensidad.

- ¿Y quieres calentarlas?

- Si me dejas...

Ella extendió sus manos y suavemente las froté:

- ¿Mejor ahora?

- Eso parece.

Minutos más tarde, pagué la cuenta y nos dispusimos a dar un paseo nocturno por la ciudad. Ambos no parábamos de sonreír y de mirarnos, me sentía la persona más feliz del mundo.

- Es raro, porque... a pesar de haber empezado a hablar hace tan poco... no sé, me siento muy bien contigo...

- A mi me pasa lo mismo... es como si hubiera una conexión entre nosotros...

- Exacto... - dijo ella.

Le miré a sus bellos ojos azules, y lo solté:

- La verdad... es que me gustas, mucho...

- A mi... también me gustas...

Poco a poco, nuestras cabezas se iban acercando, cerramos los ojos, podíamos sentir nuestro aliento y... nos besamos.

- Eres maravillosa...

- Y tu eres espléndido... - dijo antes de besarnos otra vez.

Ella se subió a mis brazos, y así fuimos hacia su casa, donde antes de dejarla, me besó otra vez:

- Nos vemos mañana...

- En el metro...

- Exacto - dijo y sonrío - te quiero.

- Yo también te quiero.

Y así acabó esa gran noche, en la que por fin ya era algo con Klara, algo más que un amigo o que la persona que le ayudó en el metro.

La chica del metroWhere stories live. Discover now