Ya había pasado un día desde que le propuse salir a cenar a Klara. Eran las seis de la tarde, y ya me estaba vistiendo y preparando, aunque quedaran unas dos horas para verla, y de mientras, lo único que sonaba en mi cabeza eran algunas de las mejores canciones de Ace of Base.
Me puse mi mejor camisa, una totalmente blanca, y unos tejanos azules sujetados por un cinturón de piel marrón, y por último, para calzar, me puse unos calcetines negros (no era un día frío en Suecia, pero tampoco era cálido) y unos zapatos relucientes del color del cinturón.
El tiempo sobrante lo maté viendo alguna película en sueco que había por la tele (una de muy mala). Controlaba la hora a cada minuto, tenía unas ganas supremas de que fueran ya las siete menos cuarto para salir a tiempo e ir a buscarla.
Una vez ya era esa hora, rápidamente cerré la televisión y salí hacia el metro. En un abrir y cerrar de ojos, ya estaba en el andén, y como esperaba, el tren llegó justo a la hora que indicaba.
En cuestión de diez minutos, ya había llegado a la parada de metro que salía a su zona, y los cinco minutos que quedaban para verla a la hora que estipulamos los invertí en ir a su tienda, la cual estaba bastante lejos de la entrada del metro.
La tienda ya era cerrada, y era normal, porque los comercios en Suecia cierran a las seis, y a las siete si es verano, pero igualmente llamé al timbre, y para mi sorpresa, fue su madre quien me abrió:
- Oh, buenas noches señora Olsson.
- ¡Buenas noches Dani! Klara se está acabando de preparar, ¿quieres pasar mientras esperas?
- No, no quiero ser molestia...
- ¿Molestia? Anda, pasa - dijo cogiéndome de la mano haciéndome entrar.
- Y, bueno... ¿Cómo os va la tienda? - dije para sacar un tema de conversación y no acabar en un incómodo silencio.
- Pues mira, vamos haciendo, aunque eso no es lo más importante - dijo sonriendo - he visto cómo la miras.
- ¿A quién?
- A mi hija, te gusta, y a ella también, lo supo cuando os vi, ¡instinto de madre! - dijo soltando una carcajada.
Espera, ¿qué había dicho?, ¿qué le gustaba? No sabía qué hacer, ni qué decirle a su madre.
- ¡Ya estoy aquí! - apareció Klara con un vestido dorado que iba a juego con su cabello.
- Wow, ¡estas preciosa!
- ¡Muchas gracias! - dijo mientras se acercaba - tú también estás muy guapo.
- Gracias - dije y me limité a sonreír.
Los dos nos dirigimos a la salida, y la madre de Klara nos dijo que nos lo pasáramos bien.
- ¿Y a dónde me llevas?
- ¡Te llevo al que considero el mejor restaurante de toda la capital!
- Ohh, tengo ganas que ver cómo es la comida, aunque como mi madre no cocina nadie.
- Seguro que tu madre cocina de maravilla - dije sonriendo.
Entre risas llegamos a pie al centro de la ciudad, dónde estaba el restaurante al que llevé a Klara.
En el restaurante, ambos pedimos típicos de la comida sueca, ella salmón y yo albóndigas.
- ¿Y qué te gusta hacer? ¿Deportes, ocio? - le pregunté.
- Pues me encanta salir a hacer footing, y de pequeña iba siempre con mis padres a esquiar, es algo que me gustaría que se repitiera...
- Tal vez yo podría ir contigo.
- ¡Eso sería magnífico!
- No soy el mejor con los esquís pero algo podría intentar... - dije intentando ser gracioso.
Ella se rió:
- ¡Y tanto que podrías intentarlo! Es más, ¡yo te podría enseñar!
- ¡Sin ninguna duda me encantaría que fueras mi profesora! - dije y ella sonrió.
- ¿Y cómo te consideras tú? De carácter me refiero.
- ¿Yo?... Me considero... divertido, sociable, caritativo, un poco nostálgico y familiar, aunque últimamente esa parte de mi personalidad no la siento mucho, ya sabes, mis padres están en España, mis tíos, todo el mundo...
- Esto de estar alejado de tu familia debe ser duro... No me gustaría imaginármelo...
- Te acabas acostumbrando, es triste, pero lo asimilas... Tal vez es un punto y a parte y mi siguiente etapa familiar deba darse aquí, en Suecia...
- ¿Te refieres a tener hijos?
- Sí, pero por ejemplo de aquí a unos ocho años, a mis treinta, ¡que también quiero disfrutar de mis veinte!
- ¡Y tanto! A mi también me gustaría tenerlos, pero como tu dices, más tarde.
Una sonrisa se dibujó en mi cara y la miré a los ojos:
- ¿Te he dicho ya lo guapa que estás?
- Me lo dijiste al verme, tonto - dijo con un tono cariñoso.
- Perdona, es que me siento muy a gusto contigo.
- Yo también me siento igual...
Nuestras manos se acercaron y se llegaron tocaron:
- Tienes las manos frías... - esa frase hizo que sonriera, pero con mayor intensidad.
- ¿Y quieres calentarlas?
- Si me dejas...
Ella extendió sus manos y suavemente las froté:
- ¿Mejor ahora?
- Eso parece.
Minutos más tarde, pagué la cuenta y nos dispusimos a dar un paseo nocturno por la ciudad. Ambos no parábamos de sonreír y de mirarnos, me sentía la persona más feliz del mundo.
- Es raro, porque... a pesar de haber empezado a hablar hace tan poco... no sé, me siento muy bien contigo...
- A mi me pasa lo mismo... es como si hubiera una conexión entre nosotros...
- Exacto... - dijo ella.
Le miré a sus bellos ojos azules, y lo solté:
- La verdad... es que me gustas, mucho...
- A mi... también me gustas...
Poco a poco, nuestras cabezas se iban acercando, cerramos los ojos, podíamos sentir nuestro aliento y... nos besamos.
- Eres maravillosa...
- Y tu eres espléndido... - dijo antes de besarnos otra vez.
Ella se subió a mis brazos, y así fuimos hacia su casa, donde antes de dejarla, me besó otra vez:
- Nos vemos mañana...
- En el metro...
- Exacto - dijo y sonrío - te quiero.
- Yo también te quiero.
Y así acabó esa gran noche, en la que por fin ya era algo con Klara, algo más que un amigo o que la persona que le ayudó en el metro.
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La chica del metro
RomanceHace seis meses que Dani se trasladó de Barcelona a Estocolmo para enseñar castellano. Para ir a trabajar a la academia, tiene que coger el metro, en el que, casualmente, siempre encuentra a una chica autóctona de Suecia, peroaunque nunca hablan, si...