Parte 1: El lago de Moscú

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Esta historia se remonta al año 1920, específicamente el 9 de mayo, ese fue el día de nacimiento del probablemente el miembro de la familia Kracovicht más decepcionante.

La familia Kracovicht es una reconocida familia judía Rusa alojada al norte de Moscú, han sido muy respetados desde el regreso del padre Vladimir Kracovicht del frente de batalla contra la Alemania Imperial. La madre, Titania Belinsky de Kracovicht, trabajó para Lenin y unos años después, en 1945 trabajaría directamente para Iosef Stalin siendo su secretaria, pero no cambiaría la reputación que el apellido se ganó en 1942 en la batalla de Stalingrado por su hijo, Iván.

Iván fue un hijo esperado, el padre y la madre deseaban un sucesor para su familia. Iván era un niño de apariencia cuadrada, con ello se refiere, a que sus cejas hacían una forma similar al de un rectángulo.

No compartió mucho tiempo con su familia, pocos eventos han tenido él y su familia, sin embargo, hubo una vez en la cual su padre e Iván fueron de casería cuando el pequeño sólo tenía 7 años, enseñándole a disparar un rifle y todo. Las cosas no fueron como su padre lo esperaba, su hogar que estaba ubicado cerca de un bosque por el cual se fueron a cazar, tenía entre su fauna osos. Como es fácil deducir, despertaron a susodicho animal, y tuvieron que salir corriendo de vuelta a su hogar; pero antes de finalmente llegar su padre fue tomado por la bestia y lastimado por ésta, de la nada por reflejos Iván levantó el rifle otorgado por su padre y disparó al oso, haciéndolo desvanecerse sobre Vladimir salvándole la vida.  Desde ese día, su padre le otorgó su Shapka, gorro que no se quitaría nunca.

 La familia era patriótica, y no se les ocurrió mejor nombre que Iván, el nombre más común Ruso. Fue un niño mimado, pero ingenuo, como todos los niños, les leen historias antes de dormir pero a Iván una noche por falta de tiempo se decidió simplemente contar cualquier cuento. Ni Tatiana ni Vladimir tenían la mínima idea sobre lo que estaban diciendo, pero al final estaban contando la leyenda de la Espátula de Titanio.

Esta leyenda se remonta al siglo 13, en Japón, los japoneses necesitaban un arma poderosa, un arma capaz de destruir a cualquier rival. Utilizaron el mineral más fuerte de la época, que sería descubierto por los demás país siglos después, una sartén capaz de controlar la mente de las personas con solo mirar su brillo. Eso explicaría la lealtad que los samurái tenían al emperador, y como dominaron gran parte de China.

El pequeño Iván se lo creyó completo, soñaba con hacerse con tal poder, esa adicción se llevaría a su adolescencia, haciéndole a sus padres a vida insoportable, la dibujaba, la describía y decía lo que iba a hacer con ella. Para que madurara, lo enviaron al ejército rojo a la edad de los 11 años, donde a poco tiempo de haberse integrado encajó perfectamente. El único y fatal detalle es que era un chico problemático, encontraba en hacerle daño e insultar a sus compañeros ventajas y buena rudeza a los ojos de sus superiores para que al final obtuviera una ventaja muy marcada por este tipo de comportamientos. Era el año 1941, septiembre, la batalla por Moscú había comenzado.

- Iván Kracovicht - llamó uno de los generales al entrar a la baraca número 3 ­- Tiene correo

- Oh, buenos días general - Dijo Iván mientras aún organizaba la bandera a un lado de su pared - ¿Quién en su sano juicio me enviaría algo a mí? - Preguntó mientras se acercaba al general

El general le entregó una carta a nombre de Tatania, su madre, el general al entregar la carta se dio media vuelta y se retiró de la baraca. Iván, un poco confundido, puesto que nunca le han enviado cartas antes, abrió el sobre lentamente,nervioso, la forma rectangular doblada de forma perfeccionista, tal y como su madre lo hacía, con la estampilla de la hoz y el martillo dentro de la estrella le daba a entender que fue enviado desde el trabajo de su madre. Él ya estaba preocupado desde antes, le habían informado sobre la invasión y él sabía que a su madre no la iban a dejar abandonar su puesto de trabajo en Moscú. La carta leía lo siguente:

Iván Kracovicht: la trilogíaWhere stories live. Discover now