VII-Resurrección

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Insurgente: Puerto Viejo

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Insurgente: Puerto Viejo

Ella cruza por la gigantesca brecha de la muralla del norte de Puerto Viejo. Nada más hacerlo la temperatura sube. Mientras camina por la calle principal, siente como el fuego la abraza. A su lado, edificios de piedra, esculturas de madera, césped cuidadosamente cortado, todo arde en llamas. Con la mano acaricia suavemente una pared de un edificio purificado por el fuego. A ella le encanta el hormigueo que siente en las yemas de los dedos al hacerlo. Siente la unión entre el frío y el calor. Del cielo, caen pequeños copos de ceniza negros que no se descongelan cuando los toca. Cubriendo así, poco a poco los deformes cadáveres que hay en el suelo. Por primera vez siente algo acogedor en esta ciudad. Después de mucho sufrimiento, la ciudad parece haberla aceptado. Algunos edificios han sucumbido ante la justicia del fuego. Alguna estatuas endemoniadas se resisten a aceptar la sentencia ardiente. Ella comienza a correr. Necesita saber si de verdad las llamas han cumplido su promesa. Necesita saber si El Gran Faro ha pagado las consecuencias por encerrar entre sus cuatro paredes, tales actos crueles. 

De pronto nota que alguien golpea su pierna con un palo y sale de su trance. Inmediatamente después todo el estrés vuelve a sumirse en ella. Toda su fantasía se ha borrado y la realidad vuelve a golpearla con firmeza. Esta en un sótano. Hay tanta humedad en el ambiente que siente como la fina tela blanca de su vestido se pega a su cuerpo. Desde el pequeño escalón dónde se alza, puede ver tres, tal vez cuatro goteras.

Frente a ella y a sus pies, un grupo de personas, cubiertos por un blanquecino velo esperan su gran discurso. Al no reconocer a nadie comienza a temblar. No recuerda dónde está. Segundos más tarde, vuelve a a la realidad y sus latidos bajan de forma instantánea. Ella esta rodeada de insurgentes. Ella recuerda que el velo fue idea de Tiago, su único amigo fiel, para así proteger su identidad y la de todos los miembros. En esa habitación, el único al que se puede reconocer es al propio Tiago, a causa de su cojera.

Como de costumbre, él está su lado. La observa con impaciencia. Esta preocupado. La niña está cada día más ausente. Hoy mismo, él ya le ha sorprendido en mitad de cuatro vaivenes. Cuatro veces en las que su distracción podría haberle jugado una mala pasada. Puede parecer poco importante pero en realidad lo es. Es necesario no cometer ningún fallo. Comete un mínimo error, y la liebre sabrá que vas a por ella. Pese a la importancia de esto último y las veces que se lo repita, su elegida nunca aprenderá. Su necio espíritu libre no quiere estar ahí.

—Es tu turno.—Tiago le da otro golpe con su muleta de madera, ella vuelve a dar otro bote como el de hace escasos instantes—Ya sabes que decir. Las llamas confían en ti.—nada más decir esto, ella respira lo más hondo que puede. Aguanta el aire un momento. Las llamas la necesitan.

—¡Insurgentes! Hoy, acaban de masacrar la única chispa de libertad. Molonov, junto con sus habitantes, ha sido reducida a cenizas. Nadie ha apartado la mirada. Todos los Dewald han observado, con impotencia, cómo se iban cubriendo las salidas. Como los Protos, los iban asesinando uno por uno a medida que se los encontraban...—de pronto hay un silencio absoluto—Anker es el responsable de este crimen atroz. Él es el enemigo real. Debemos reaccionar. Ellos no tienen ningún derecho sobre nosotros y sin embargo nosotros somos mártires de una tortura mucho más lenta y cruel. La constante presión de lo más favorecidos, el constante miedo que pasamos... Nadie puede vivir así. ¿Acaso lo hemos merecido? ¿Acaso nosotros, seres modestos decidimos años atrás, en la Guerra de los 4 vientos, ir en contra de Anker? Os diré la respuesta. No. ¿Quien es sin embargo los que pagamos el precio? ¿Las casas que le rehusaron? Otra vez no. Somos nosotros. El pueblo inocente. Yo no lo acepto. No acepto que la mayoría sea controlada por diez casas, lideradas por el Emperador. ¿Lo aceptáis vosotros? —Nadie responde. Por unos largos segundos, piensa que ha fallado. Su discurso no ha tocado a nadie. Un miembro levanta las dos manos, juntando los pulgares y extendiendo el resto de los dedos lo máximo que puede. Lo sigue otro. Y otro. Poco a poco todos repiten el mismo gesto. La euforia se apodera de ella—Si él cae, las casas que nos oprimen lo harán también.

—¿Y como lo haremos? ¿Cuando?—pregunta uno de los allí presentes. El cojo da un paso al frente.

—Debemos ser precavidos. Un pie en falso y todos moriremos... Dar pasos firmes, para así alcanzar lo que más deseamos. La protección de lo que más amamos. Ese será el plan. El momento llegará por sí solo.—Da un golpe seco a la madera y encorva la espalda en el acto.—En cuanto sea nuestra oportunidad, deberemos estar preparados. Por el momento necesitamos más gente. Necesitamos expandir nuestras ideas de libertad. Tarde o temprano habrá un momento de desconcierto. Lo aprovecharemos y protegiéndonos los unos a los otros, lo lograremos.—los participantes de la secta comienzan a hablar entre ellos con cierta preocupación. Elaborando todo tipo de teorías o conspiraciones. El general vuelve a dar otro golpe seco. Esta vez la madera cede y deja un gran agujero en el escalón. 

—Tranquilos todo el mundo. Entiendo que el plan os parezca muy vago pero no hay que olvidar dónde estamos. Un sótano oscuro y viejo. ¿Quien sabe que no hay alguien escuchando? No deseo mostrar desconfianza pero ¿Quien podría decir si no hay alguien aquí mismo, en esta sala, que sea un espía? Se avecinan tiempos de cambios. Solo el tiempo es capaz de desenmascarar a un traidor...—al acabar el gran discurso, la reunión se da por zanjada. De forma ordenada, los participantes abandonan la espeluznante sala con la certeza de que el grupo Insurgente significa futuro y esperanza.

El Martillo De Térrakro © |#1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora