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Cata: En Nueva Molonov ( Hace 7 años):

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Cata: En Nueva Molonov ( Hace 7 años):

—Eulalio estoy harta de estudiar los personajes importantes del Imperio Kami. —apoyo la cabeza contra la pared y abro los ojos como platos.—No puedo más. Estoy agotada. Mi cabeza no puede asimilar ni una sola historia más, ni siquiera una fecha ¿Cuando me vas a enseñar algo útil?

Eulalio está en frente de mí, mirándome con esa tranquilidad que siempre le ha caracterizado. Intento taparme la cara con la manta que recubre mi cuerpo. Es invierno, e incluso en un sitio tan cerrado como Nueva Molonov se nota. Ni siquiera el Palacio Real se libra de la heladora atmósfera que hay. La vieja madera de las paredes está húmeda. Tan húmeda como casi cualquier cosa que este hecha con tela de hoja; las sábanas, los vestidos o esta manta misma.

—Cata la historia es siempre algo útil. Una buena reina tiene que conocer la historia para así no cometer errores del pasado.-hace una breve pausa— No creo que quieras acabar como Aswad el Negro...

—No seré reina.—le corto yo—Mi padre ya no esta y con él, la dinastía Wald ha desaparecido. Eulalio, la realeza en los Campos de Molonov ya no existe. No sé ni como sigo en este palacio y no estoy en un simple apartamento como el resto de los Dewald.

—El pueblo no piensa lo mismo. Tal vez no tengas el título, tal vez ya no dirijas el país, pero la gente no olvida tan fácilmente. Para nosotros, los Wald siempre han sido buenos líderes. Nunca hemos tenido algo para quejarnos. Sigues siendo nuestra princesa favorita y un ejemplo a seguir. 

—Pues yo si olvido fácilmente. No quiero ser princesa de ningún sitio, tampoco quiero ser una reina. No puedo ser ejemplo de nadie si no lo merezco por mis actos. Es momento de que la gente cambie. Los cambios siempre son buenos. Yo quiero cambiar, quiero salir de este agujero.—chasqueo con los dedos—Eulalio enséñame a usar la magia...No, no espera... Enséñame a hacer el Escudo Wald porfa.

—Por favor—me corrige— Cata habla con propiedad. Escucha, los cambios no son siempre buenos. Eso es algo subjetivo. ¿Fue acaso Tarik, el primer rey de Xylia, un cambio para bien? —se queda un rato pensando, tal vez en como negar otra petición mía. —De acuerdo, te enseñaré a hacer el Escudo Wald—levanto un poco la cabeza. Me muevo lentamente mientras asimilo sus ultimas palabras. ¿Acaba de decir que sí?—pero antes dime ¿sabes de donde proviene la magia?

—¿Esa pregunta tiene truco?—pregunto yo por si acaso. A lo mejor es otra de sus técnicas para evadir mi pregunta. Él me lo niega con la cabeza.—De una explosión ¿no?

—Te contaré una pequeña historia.—dice mientras se acomoda en su silla. Yo pongo los ojos en blanco y vuelvo a mi posición natural. Pongo las piernas encima del reposa—brazos y estiro mi espalda hasta llegar al del otro lado. Su cara comienza a brillar de ilusión. Me suena haber oído que antes de ser maestre, solía escribir pequeñas historias mitológicas. Respira hondo y sonríe de oreja a oreja. Al hacerlo muchas arrugas comienzan a dibujarse en su rostro.

—Hace mucho, mucho tiempo, se formó el último planeta de un sistema solar. Aquel planeta era una bola de hielo gigante. A diferencia de los otros planetas, todo allí estaba muerto. Fue el hazmerreir de todo el sistema. ¡El Sol ni se había inmutado de su presencia!—dice con un tono serio que consigue sacarme una carcajada. —Un día, Belenus, la diosa encargada de aquel nefasto planeta comenzó a llorar. Su llanto era tan fuerte que el Sol por fin se percato de su presencia. Aquel día, el Sol quedó maravillado por el potencial de aquel planeta. Desde ese instante, él siempre le daba los mejores rayos de luz que podía. El duro hielo se derritió. 8 vastos continentes surgieron de la tierra, divididos por grandes superficies de agua. La temperatura comenzó a ser agradable. Las pequeñas moléculas comenzaron a expandirse. Los árboles brotaban con intensidad. Fue así como Belenus cobró vida. Poco después, era el planeta más bello de todo el sistema solar. Criaturas de todo tipo comenzaron a poblar los vacíos campos de tierra. De forma imparable, una nueva especie apareció. Habitaba en 7 de los 8 continentes del planeta. Aquella especie se llamaría tiempo después, la raza humana. Para los humanos, aquella inmensa distancia entre continentes no suponía un problema. Lograron cruzar las grandes fronteras. Con el paso del tiempo una tecnología muy avanzada les permitía comunicarse con el resto como si fuesen vecinos. Sin embargo nada era tan bonito como te he mostrado. Sus habitantes, utilizaban esa tecnología para fines puramente propios. Poco a poco, los humanos iban consumiendo su planeta. El aire era cada vez más tóxico, la vegetación ya no brotaba y las estaciones no seguían el calendario. Belenus estaba pues entre guerras constantes. Guerras fatales que a veces reducían ciudades enteras de la noche a la mañana. Se dice que, un día el sol estalló lleno de furia. Una rabia ciega contra los humanos, que destruían su bella creación. Sus llamas se expandieron por todo el sistema y uno a uno fue tragándose a todos los planetas del sistema. Cuando aquel mar de llamas llegó a Belenus, ella decidió darles una segunda oportunidad. Acabó luchando contra el que fue antiguamente, su salvador. Belenus tembló por días y semanas enteras pero las llamas estaban congeladas en el tiempo. Numerosas ciudades sucumbieron ante los temblores. Ayudada por una barrera que los humanos crearon, ella ganó. En unos instantes el azul circulo llameante comenzó a volver sobre sus pasos. El sol empezó a girar en el sentido contrario de las agujas del reloj, volviéndose azul mientras absorbía las llamas. El sol se detuvo y volvió a estallar en un circulo azul pero esta vez no era destructiva. Los antiguos testimonios cuentan que cuando aquel círculo llego al planeta, una gran aurora boreal iluminó el oscuro cielo. Aquello fue el primer Púlsar de la historia. Fue también el primer día que aquellos habitantes tuvieron que vivir sin su amada y destructiva tecnología. Había un nuevo elemento en el aire que no la permitía funcionar. Con el paso de los años, todos los seres vivos presentaban alguna modificación física a sus predecesores. Años más tarde, nacieron los primeros individuos en poder recoger ese elemento que el Púlsar había dejado en el aire. Eran capaces de usarlo para crear uno de los cuatro elementos básicos: el agua, el fuego, la tierra y el viento. Estos fueron los primeros pasos de la magia. Aún y todo, había continentes en los que la magia no tuvo tanto impacto. Algunos incluso nulo. Se dice que fue por su lejana posición cuando el sol estalló aunque sus cuerpos si que fueron modificados. —Eulalio respira hondo al acabar su gran historia.

—Pues lo que había dicho. La magia viene de una gran explosión.—Eulalio frunce el ceño y por un momento pienso que me va a caer otra bronca. En vez de eso, se levanta con una sonrisa.

—Anda. Vamos a ver si puedes hacer magia...—me quito la manta de golpe y me levanto como un resorte.

—¡Si!—los dos empezamos a caminar hacia la gran puerta de madera recubierta de oro. Antes de llegar al pomo, la puerta se abre. 

De entre las sombras aparece Agrippa. Solo con ver su cara mis tripas se revuelven. Este le espeta a Eulalio que lo llevaba buscando mas de media hora. Al parecer lo necesita para algo urgente. Eulalio niega con la cabeza. Le explica que estaba conmigo, que ahora nos íbamos a ir a aprender magia y que su asunto tendría que esperar. Nadie toma en serio a ese memo. El maestre hace una reverencia y comienza a caminar. El susodicho se hace a un lado para dejarlo pasar. Yo le sigo por detrás. Justo cuando estoy delante suyo, Agrippa me observa detenidamente con una mirada asesina. Con una mano me estiro un ojo y le saco la lengua. Él hace un sonido similar al de un rugido de un animal degollado y comienzo a correr para atrapar al maestre. Ni siquiera el mago tonto puede quitarme la felicidad que llevo encima.

El Martillo De Térrakro © |#1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora