;;1;;

886 30 0
                                    

comenzó a llover y miré por la ventana. observé como las gotas golpeaban contra el vidrio. aparté la mirada y seguí leyendo el libro que tenía entre mis manos.
leía y leía pero no podía concentrarme, así que opté por dejar el libro en la mesa y ponerme los auriculares. una canción de halsey comenzó a sonar y me levanté decidida a ordenar mi habitación.

ropa por todas partes.
una taza con un resto de café frío de hace días.
una pipa.
inciensos de lavanda ya consumidos.
mi mochila del colegio, al cual hace semanas que no asistía.

empecé levantando la ropa.
después de doblar dos pantalones y una remera me cansé y dejé de limpiar.
iba a levantar la pipa para fumar un poco pero mi celular vibró.

—hace días que no contestas mis llamadas, tindra. estoy preocupado.— habló étienne sin siquiera dejarme decir un simple "hola".

—estoy como siempre, étienne. no tengo la menor idea de donde están mis progenitores. hace días que no voy al colegio. me siento sola. quiero morir, pero no matarme. — contesté y sentí como un nudo se empezaba a formar en mi garganta.

—exactamente por eso estoy preocupado. tendríamos que hablar más seguido. así aunque sea te descargas. tus padres son lo peor, eso siempre lo supimos. te juro que si pudiera me tomaría el primer avión e iría a vivir con vos, tindra. — el acento francés de étienne me haciá sentir tranquila.

escuché un auto en la entrada de la casa y le pedí al chico al otro lado del teléfono que me esperará unos segundos. bajé las escaleras corriendo y cuando miré por la ventana ubicada al lado de la puerta todos mis sentidos se paralizaron.
eran mis padres.
habían llegado a casa después de dos meses.

—aunque no lo creas, llegaron mis padres. voy a tener con lidiar con ello. esta noche seguimos hablando, despiértate a las tres de la mañana allá, aquí serán las nueve. te amo, étienne.— susurre en el teléfono y colgué.

tocaron la puerta (como si no tuvieran llave) y sentí como una fuerte migraña se apoderaba de mi cabeza.
caminé lentamente hacia aquella estructura de madera que me separaba de mis irritantes padres.
ellos viven viajando y me dejan a mi, totalmente sola, en este pueblo. en esta casa. sumergida en esta depresión.

agarre el dorado picaporte y con una lentitud que parecía casi cómica comencé a girarlo. abrí la puerta bruscamente como buscando que todo el asunto terminara de una vez.

ahí estaban ellos. con dos modernas valijas negras a sus espaldas y unas sonrisas tan falsas que parecía que sus rostros estaban anestesiados.

—ay tindra, por fin estamos aquí. te extrañamos tanto— dijo mi madre cortando el hielo después de que nos hayamos quedado aproximadamente tres minutos sumisos en un silencio incomodo.

acto seguido me abrazó y su olor a perfume chanel inundó mis fosas nasales.

—si yo... yo también los extrañé. que bueno que estén aquí— mentí. aunque... quizás los había extrañado un poco. no se, muchas veces no entiendo lo que siento.

saludé con otro abrazo a mi padre y los ayudé a entrar todo su equipaje.

conversamos por un rato y me dieron los tantos regalos que me solían dar por dejarme tanto tiempo sola.

un libro en francés y otro en italiano. no es que sepa tantos idiomas, pero estoy aprendiendo.

velas holandesas. adoro las velas.

una caja de bombones suizos. otra cosa que adoro: el chocolate.

un sweater austriaco. sí, adivinaron, también amo los sweaters.

para nunca estar en casa me conocen bastante bien.

mientras mamá llamaba y le decía a marie (la sirvienta que vivía aquí cuando ellos no estaban de viaje y que venía una vez por semana cuando estaba sola) que quería que nos prepare para la cena y papá ordenaba cosas en su oficina, comencé a acomodar la mesa. segundos después tenía a mi progenitora a un par de centímetros gritándome suavemente (sí, gritaba pero suave. su labial, su perfume y su tono de voz hacían que aquella normal violencia sea estética), diciéndome que deje que la sirvienta haga aquello.

después de un largo rato de hacer nada, la comida llegó.
nos sentamos los tres juntos a comer e implícitamente nos colocamos nuestras caretas.
noté que se lanzaban miradas con un tinte pícaro entre si, pero supuse que simplemente era algo usual entre ellos.
cuando estaba por introducir comida en mi boca, mi madre comenzó a hablar.

—tindra, tenemos que hablarte sobre algo— su expresión demostraba entusiasmo.

—¿que quieren?— pregunté seria, intentado no sonar intrigada.

—tu madre y yo vivimos viajando. casi no estamos en casa— esta vez habló papá. —nos gustaría que pasemos más tiempo los tres juntos, así que estábamos pensando en.... bueno en realidad ya lo decidimos...—

—¿en que están pensando?— pregunté casi irritada.

—hija, nos mudaremos a riverdale.—

maze | riverdaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora