XXXIII. Tengo que ir a ensayar

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Damon se había quedado dormido en su cama unos cuantos minutos después de haber terminado de escuchar el catorceavo álbum de Bowie, se habían besado por un buen rato y se habían quedado acurrucados entre las sábanas por otro más, Damon medio encimando las piernas sobre las de su novio, el cabello esparcido libremente sobre la cama como un pequeño cuerpo de agua dorada y suave, al mismo tiempo que paseaba la punta de su dedo índice sobre las clavículas y los tendones del cuello de Jamie, acercando el rostro de cuando en cuando para darle besos perezosos, eran besos muy cariñosos, pero el pobre chico estaba cansado. Y Jamie no lo culpaba, el día había sido demasiado... ajetreado.

Cuando Hewlett bajó las escaleras, se encontró con Joey agarrando otro pedazo de pizza, de las cuatro revanadas que quedaban. Volteó a verle en cuanto sintió su presencia.

—¿Cómo te fue, campeón? —preguntó el mayor con una sonrisa insinuante y rodeándole los hombros a Jamie con el brazo libre, ambos caminando despreocupadamente hacia la sala de estar.

—Bien, supongo...

—¿Y qué tal? —alzó las cejas. Jamie, por su parte, se sonrojó exageradamente hasta las orejas. No sabía mentir, o al menos no muy bien; sabía que Joey se daría cuenta de ese detalle.

—Eh... Yo, pues, tú sabes... Je, je... Bien.

—No hicieron nada ¿verdad? —tal y como lo sospechó.

—No... —dijo con un mohín en los labios, sin tomarse la molestia de seguir mintiendo, para ese punto de la tarde-noche ya no tenía ganas de armarse toda una mentira, era más fácil ser honesto y pedir algún consejo para la próxima vez que lo intentasen (si es que eso llegaba a suceder)—. Entré en pánico y él empezó a llorar y... No sé, creo que lo lastimé.

—Tranquilo —dijo su vecino dándole palmaditas en el hombro para que tomara aire y explicara mejor las cosas, Joey no era mala persona, si Jamie debía contarle algo, trataría de ayudarle en lo que sea que necesitase—. Dime qué hiciste y qué pasó después.

Jamie inhaló una bocanada de aire, llenando sus pulmones por completo y después lo dejó salir en un largo suspiro. Aún con las mejillas rojas, apenado de tener esa conversación tan íntima, le contó a Joey que después de meterle los dedos a Damon, trató de meterle el pene por el mismo lugar, pero casi de inmediato su novio comenzó a llorar y le pidió que hicieran algo más, no entró en muchos detalles respecto a eso. Joey se sentó sobre el sofá, con Jamie a su lado, comiendo su rebanada de pizza mientras que reflexionaba bien sobre la explicación brindada.

—¿Tu novio andaba tenso? —preguntó el mayor por fin.

—N-no lo sé... No sé de qué me hablas.

—Déjame preguntar con otras palabras —alzó la mirada al techo y después posó su mirada en el chico—. ¿Estaba muy apretado cuando le metiste los dedos?

Y otra vez, el sonrojo de su joven rostro apareció. Todo su rostro estaba rojo, rojo como un tomate y su vecino no pudo evitar soltar unas cuantas carcajadas. Ese chico seguía sintiendo que el tema de la sexualidad era vergonzoso, en cambio para Joey toda la situación era hilarante. El chico avergonzado de la sexualidad tiene como pareja a otro varón. Era gracioso de tantas formas que no lograba comprender.

—Sin avergonzarse —dijo Johansson—. ¿Sí o no?

—Sí...

—Tal vez no lo preparaste lo suficiente. Tienes que hacerlo todo con cuidado, unos diez minutos con el mete-saca y... —se encogió de hombros, dándole otra mordida a su pizza, acumulándola en una de sus mejillas como un hámster o una ardilla, cubriendo sus labios para seguir hablando—. Y luego le metes el pene lentamente y esperas a que te diga "muévete y déjame sin caminar por un mes."

jamie's sketchbook; jamionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora