XLVI. Al llegar a casa

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Damon Albarn entró a casa con una bonita y discreta sonrisa plasmada en su rostro. En verdad seguía atontado por el beso que Jamie le robó una vez que ambos hubieron bajado de su bicicleta al haber llegado a su destino. Su novio sólo le jaló del brazo, se lo llevó detrás de un árbol y sin previo aviso besó sus labios con mucho cariño, con mucha delicadeza y con muchas caricias pequeñas a lo ancho de su cintura estrecha. Bien pudo haber sido un gesto amable por lo preocupado que debía de estar su novio por la pequeña crisis nerviosa que tuvo en su momento, pero Damon ya ni siquiera pensaba en eso, sólo pensaba en el hecho de que tenía al mejor novio y eso lo ponía feliz.

Sin embargo, la sonrisa desapareció de su rostro en cuanto vio que su madre estaba en la cocina, preparando la comida. Traía un mandil puesto y también tenía unos guantes para sacar algo del horno. Ese tipo de guantes siempre le provocaron gracia, además del dedo pulgar, no marcaban la diferencia entre ninguno de los otros dedos de la mano, y muy aparte de eso se sentían muy acolchonados. Como sea. El tema de interés de hoy no son los guantes de su madre. La sonrisa de Damon desapareció al recordar que debía darle las malas noticias a mamá.

No quería, pero debía hacerlo.

O quizá la ahora ausencia de su felicidad no era más que nerviosismo porque hace unos momentos se había arriesgado a ser descubierto con Jamie. Hasta cierto punto no entendía por qué le daba miedo que su madre se enterara, es decir, a ella le contaba demasiadas cosas y siempre han sido muy unidos, pero... ¿En verdad deseaba decirle que Jamie era su novio?

Tal vez no.

-Hola, mamá -dijo el chico entrando a la cocina, sujetando las correas de su mochila mientras trataba de calmar sus nervios. Su cabeza no dejaba de repetirle que debía decirle lo de la suspensión lo antes posible, que entre más rápido mejor... Claro que eso no le quitaba lo difícil que era.

-Hola, bebé -saludó la señora Albarn, volteándose a ver a su hijo. A pesar de estarle sonriendo, su madre seguía teniendo ese sentimiento de compasión por ver el moretón de su rostro. No le agradaba ver a su hijo así y le tampoco le agradaba el hecho de no saber qué es lo que había sucedido exactamente. Damon le contó lo que pudo, pero ella quería saber por qué un chico cualquiera de la escuela querría ir a golpearlo, sin embargo, esa incertidumbre nunca fue calmada y la intriga seguía imperante.

-Ehm... Hoy me llamó el director a su oficina -dijo el menor, colocando su mochila de frente y buscando entre la basura de golosinas y papeles arrugados el único papel que a su madre le interesaría ver en ese momento-. Me dijeron que tenías que firmarlo...

Una vez lo hubo encontrado, se lo alcanzó a su mamá y ésta lo tomó entre sus pálidas manos -para ese momento los graciosos guantes afelpados ya no estaban en sus manos, sino sobre la tabla de la cocina, cerca del fregadero-, leyendo lo que el director había escrito, sin pensar mucho en el castigo y con un trazo de letra muy fluido, pero algo difícil de entender. Cabe destacar que Hazel Albarn en realidad se tomó su tiempo para digerir la información y entender el mensaje por completo. Es decir, era muy difícil para ella el aceptar que su hijo había sido suspendido por tres días a pesar de no haber sido el chico que arrojó el primer golpe.

-¿Tres días? -preguntó ella casi en un murmuro. Damon asintió apenado, sin saber qué decir en realidad, y es que no quería decir nada, es más, ni siquiera deseaba tener esa conversación.

-Eso dijeron...

-Pero ¡¿cómo es posible?! -exclamó la madre masajeándose la frente con el dedo índice y pulgar, estaba enojándose mucho-. ¿Qué le dijiste al director?

-Lo que te dije a ti, mami.

-¡¿Y aún así te suspendieron?! -Damon asintió asustado, sabía que su mamá no estaba gritándole a él, porque obviamente el enojo no era para él, pero de cualquier forma se sentía intimidado y la parte más infantil de él sentía ganas de echarse a llorar-. ¡No voy a firmarte ese papel! Voy a hablar con ese director tuyo y me va a escuchar. No es posible que no hayas hecho nada malo y te castiguen. Esa gente me va a escuchar ahorita mismo.

jamie's sketchbook; jamionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora