Pasaron los días y mi esperanza se iba con ellos.
Mis labios estaban secos y mis tripas rugían a pesar de tener una bandeja llena de comida delante de mi.
No pensaba tocar nada de esa bandeja a pesar de estar muriéndome de hambre.Recuerdo que un hombre algo joven apareció y me observó durante un buen rato.
—Come.— ordenó.—
Mis ojos se fijaron en él y por alguna razón la rabia mi inundó.
—He dicho que comas.—ordenó elevando la voz. —
Mis brazos se movieron solos y agarraron la bandeja.
Lo siguiente que pasó fue que la bandeja estaba tirada en el suelo y los barrotes estaban manchados de comida. El hombre al otro lado se limpiaba algunos restos que le habían salpicado en la ropa. Luego, se marchó.
Mi corazón empezó a latir más rápido, mi respiración estaba descontrolada. Yo solo quería regresar a casa con mi madre. Ese sitio en el que me encontraba era tan... Frío y solitario.
A penas había una persona vigilando y no se podía escuchar ningún ruido en otras partes del lugar.Cuando pasaban unas pocas horas, alguien relevaba a la persona que estaba haciendo guardia. No se exactamente cuantas horas, quizás no llegaba a ser una pero mi mente estaba cansada y el tiempo pasaba tan despacio delante de mis ojos...
Todos los recuerdos que tengo de ese lugar me desmoralizan, me torturan de tal manera que siento que morir es una buena salida.
Ahora, han pasado dos años desde que ocurrió aquello. Me encuentro sentada en una camilla, mientras un doctor lee atentamente mi ficha médica. Cuando termina, levanta su vista hacia mi y me sonríe con un toque de compasión.
—Daniela... ¿Puedo llamarte así?—me pregunta el doctor.—
—Sí.—respondo en voz baja. Resulta que eso es lo único que sé hacer.—
—Me alegra saber que estás a salvo, ya han avisado a tu familia de que te encuentras en este hospital. Ahira, procederé a hacer una revisión medica, para comprobar que estás bien de salud y para ver si... Has sufrido algún tipo de agresión.
Asiento levemente y el doctor se acerca para mirar mis párpados. Después, me pide que me quite la camiseta para poder escuchar la respiración.
No quería hacer esto, no quería que nadie más supiese de esto.
—¿Daniela?—me llama el doctor preocupado.—Necesito comprobar que no sufres de ningún problema respiratorio.
Levanto la vista y observo al doctor. Acto seguido, agarro el borde de la camiseta y la deslizo por mi tronco hasta que se desprende de mi cuerpo.
Los ojos del doctor viajan por mi abdomen. Sus ojos están llenos de sopresa, angustia y preocupación. Vuelve a mirar mi ficha médica para comprobar que ciertamente eso no estaba antes en mi piel.
Todas esas cicatrices que marcan un antes y un después en mi vida. Todo esos lugares de mi piel guardan algún secreto que no deseo revelar.
El doctor traga saliva y coloca el estetoscopio en mi pecho.
En una hoja anota algo y vuelve mi vista hacia mi.
—Solo falta comprobar una cosa más, pero es algo que puede resultar incómodo si lo hago yo, así que voy a llamar a mi compañera. Vuelvo en un minuto.
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¿Que te han hecho Dani?
AcciónUna adolescente de 15 años va caminando tranquilamente por las calles de Nueva York cuando la secuestran. Dos años después regresa, pero no es la misma aunque intente aparentarlo. ¿Que te han hecho Dani? Esta historia será reescrita en verano. Porta...