El motor del coche se apagó al quitar la llave. Podía ver perfectamente la entrada del edificio, puertas de cristal con el escudo de la policía de Nueva York. La gente entraba y salía, desde policías hasta civiles.
Mi madre y yo nos bajamos del coche. Cerré la puerte y mi madre bloqueó el coche con la llave.
Comenzamos a caminar tranquilamente hasta el interior de la estación. Mi madre me agarró la mano y me dio una sonrisa antes de susurrar "Espérame aquí ". Ella caminó hasta el policía que se encontraba tras el mostrador.
Al cabo de un rato regresó y ambas seguimos a un agente que nos acompaño hasta una salita.
El interior de la salita lucía como una sala de reuniones. Las paredes eran de cristal y había una gran mesa ovalada de madera.
El policía nos indicó que tomáramos asiento para luego decirnos que la teniente Prescott llegaría en breve.Delante de mi había una pared con un gran reloj. El sonido de las agujas era insoportable y la teniente Prescott seguía sin llegar.
Me moví constamente en mi sitio, cruzando las piernas, descruzandolas. Estirando los brazos, estallando mis nudillos...
Finalmente, llegó, acompañada de otro hombre vestido de traje y con una perilla blanca.
—Buenas tardes. —saluda la teniente. Le devuelvo el saludo con la cabeza.
—Buenas tardes. —responde mi madre.
La teniente se sentó y abrió una carpeta amarilla. Comenzó a pasar una hoja y luego otra, otra y otra más hasta que por fin terminó, levantó su vista y noté como esa mirada gentil había desaparecido de sus ojos. No sabría explicarlo, pero un escalofrío recorrió mi columna vertebral.
—Lamento la espera, tuve que arreglar ciertos asuntos relacionados con su caso.—dice adornando sus palabras con una sonrisa amable, pero esa mirada gélida sigue ahí.— Dani, te presento al agente Wallas, del FBI.
—¿FBI?—pregunto.
—Un secuestro es un delito federal, por lo tanto el caso se le suele asignar al FBI. Concretamente en tu caso, hubo una alianza entre le FBI y la policía. No es algo común, pero bueno, las condiciones de tu secuestro tampoco fueron comunes, así que fue necesaria la cooperación de todas las fuerzas de la ley del país para encontrarte.
—Y ni así lo lograron...—murmura mi madre.
El hombre que antes nos habían presentado como el Doctor Wallas, desvió rapidamente su mirada hasta mi madre al escuchar ese comentario.
—Señora Price, le pido disculpas en nombre del FBI por no haber podido encontrar a su hija durante estos dos últimos años.
Mi madre suspira y cierra los ojos.
—Olvídelo, lo importante es que mi hija está sana y salva en casa, conmigo.
El agente Wallas comenzó a explicar el motivo de está entrevista, pidiendome que recordase cada detalle por muy insignificante que fuese. Comenzaron a hacerme preguntas simples, sobre el lugar en el que estuve encerrada, a que olía, que ruidos había al rededor...
Preguntas tan simples me traían recuerdos demasiado dolorosos.
—¿Cómo acabaron esas cicatrices en tu cuerpo?—preguntó el el agente Wallas.
Clavé mi vista sobre la mesa ovalada y tragué fuerte. Aquellos recuerdos dolorosos de antes se fueron haciendo cada vez más intensos, más aterradores.
Rojo.
Ruidos.
Sangre.
Gritos.
Aquellos recuerdos que antes eran borroso empezarona esclarecerse.
Una voz empezó a llamarme desde la lejanía, aquella voz se volvió más fuerte hasta que por fin reaccioné a lo que en realidad eran los gritos de mi madre llamándome.
—¡DANI!
El rostro de mi madre se encontraba bañado de lágrimas, mostrando una mirada terror y sus delicadas manos que agarraban mis hombros, se movieron rapidamente hasta rodearme rapidamente con sus brazos.
—Tranquila cielo, estás a salvo.
El silencio invadió la sala y la teniente Prescott y el agente Wallas se miraron entre ellos. Mi madre me acariciaba la cabeza con su mano mientras siseaba en un intento de calmarme.
Con cada caricia suya,mi respiración se relajaba y con ella mi mente.
Las dos personas que se encontraban frente a mi se miraban sin saber muy bien que hacer. El agente Wallas se levantó de su asiento y salió de la sala. Para cuando él regresó, yo ya estaba completamente calmada.
Depositó una botella de agua enfrente de mi . Le di una mirada de agradecimiento y bebí un trago largo.
—Lo siento...—susurro con la cabeza gacha.
—No pasa nada, Dani. Tomate tu tiempo.—dice la teniente. —
—Mierda.
—¿Qué? —pregubta el agente Wallas confuso.
—Olía a mierda.
Levanto mi cabeza para mirar directamente a sus ojos.
—Durante las primeras semanas ese sitio apestaba a mierda. No, era más bien el exterior. Como si hubiese una granja cerca o un estercolero.
La teniente Presscot lo escribió en un cuaderno.
—¿Algo más?
—Siempre había alguien vigilando la celda en la que estaba encerrada, siempre estaban callados, pero solo habia uno que me trataba como un ser humano.
—¿Que quieres decir?
—Normalmente me ignoraban. Si yo preguntaba la fecha simplemente giraban la cabeza, pero aquel hombre no. Él me contestaba.—tomo otro trago de agua. — A veces él traía algún libro y me lo pasaba junto con la bandeja de comida.
—Eso es...
—¿Extraño? —cruzo mis piernas y recojo un mechon de pelo que me molesta. -—Sí, lo es.
La teniente Prescott inspiró profundamente y se giró hacia el agente Wallas.
Mi madre se secó las lagrimas con sus mangas para volver a mirarme.
—¿Que me dices de todas la cicatrices que tienes en el cuerpo? —pregunta el agente Wallas descruzando sus brazos y apoyándolos en la mesa.
—Me torturaron durante semanas.
Mi labio inferior comenzó a temblar y sentía que las palabras se quedaban atascadas en mi gargange formando un nudo cada vez más grande.
—No se pueden imaginar las cosas que me hi-
Mis palabras se cortaron y era incapaz de hablar por culpa de los sollozos. Hablar de eso solo me había traído viejos recuerdos que prefería olvidar.
—Dani, tienes que decirnos que pasó.—susurra la teniente. —Así podremos atrapar esos cabrones y hacerles pagar por lo que han hecho.
—Durante... Durante 7 semanas...me torturaron de todas las formas posibles. No sólo fisicamente.
El aire me empezaba a faltar, la habitación parecia más pequeñas que antes y entonces la vi.
Aquella niña de pelo rubio y largo, mirandome fijamente con sus ojos azules.
Aquellos ojos que ya no estaban donde debían estar...
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¿Que te han hecho Dani?
AcciónUna adolescente de 15 años va caminando tranquilamente por las calles de Nueva York cuando la secuestran. Dos años después regresa, pero no es la misma aunque intente aparentarlo. ¿Que te han hecho Dani? Esta historia será reescrita en verano. Porta...