No sé si transcurrieron solo unos cuantos minutos o si fueron varios días desde que perdí el conocimiento. Ya no distingo bien cuál es la realidad. Mi recuerdo más claro es la horripilante sensación de asfixia que experimenté justo después de mirar unos extraños puntos amarillos que chispeaban... ¿Habré estado alucinando? El gran peso que me oprimía el pecho y la mano que me apretaba la garganta se han ido, no escucho voces chillonas ni veo ojos brillantes. Pero ya no estoy recostado sobre mi cama. ¿Qué hay debajo de mí? Deslizo mis dedos por la superficie y me encuentro con algo arenoso y húmedo que se me pega de los dedos. ¿Es tierra? Y si acaso lo es, ¿en dónde rayos estoy? Intento ponerme de pie, pero no consigo levantarme. Hay una barrera sólida en frente de mí que me está obstruyendo el paso. ¿Una puerta de madera, quizás? Intento moverme hacia el lado derecho y luego hacia el izquierdo, pero tampoco me es posible. Estoy atrapado en este lugar. La única explicación que viene a mi mente es aterradora: ¡me han enterrado vivo!
Comienzo a lanzar golpes y patadas descoordinados, al tiempo que intento pedir ayuda. Pronto descubro que mis porrazos no funcionan y que no puedo hablar, aunque así lo desee. Palpo mi garganta y me doy cuenta de que está mojada. No puedo ver lo que empapa mi mano, así que introduzco la punta del dedo índice en mi boca para intentar descifrar lo que es mediante su sabor. El pánico vuelve a invadirme... ¡Estoy salpicado con mi propia sangre! En mi mente, grito, pero en el mundo exterior no produzco sonido alguno. ¿Me habrán arrancado las cuerdas vocales? ¡Esto tiene que ser una maldita pesadilla! Varias lágrimas se escapan de mis cuencas sin que pueda detenerlas. Tal parece que moriré aquí, aprisionado, solo, mutilado, en tinieblas...
El potente graznido de un cuervo me saca de mi miseria. Pero, ¿cómo podría escuchar a un ave si estoy a tres metros bajo tierra? Ese sonido me llena de esperanza. Poco después, un nuevo chillido y varios golpecitos insistentes confirman mis sospechas: ¡el pajarraco está picoteando la tapa de mi ataúd! ¿Será posible que alguien vaya a rescatarme, después de todo? De pronto, escucho un crujido en la madera y salgo disparado hacia arriba, como una bala de cañón. Permanezco suspendido en el aire por unos segundos y luego caigo de golpe. Una noche de luna llena, despejada, me recibe. Miro los alrededores y distingo las siluetas de varias cruces desgastadas, recubiertas por espinas de rosales marchitos. Hay decenas de árboles de ciprés custodiando estas grisáceas tumbas olvidadas. El aire es pesado, huele a moho y a cadáveres en descomposición. ¿Por qué? En ese momento, una mano huesuda me sujeta el codo. Me doy cuenta de que estoy rodeado de cuerpos exhumados. Uno de ellos está recostado a mi lado, mirándome con sus resplandecientes ojos amarillentos. El cuervo grazna de nuevo mientras intento gritar otra vez, sin éxito...
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¿Qué estás mirando?
TerrorAlgunas visitas imprevistas pueden alegrarte el día, otras pueden cambiarte la vida y algunas más pueden destrozarte la cabeza... literalmente... [Relato participante del desafío "La hora del terror"]