Esa hermosa mujer

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Ahí estaba ella, tan hermosa, su larga cabellera que llegaba hasta sus muslos y de un color tan negro como la noche, su piel tan tersa, suave y nívea, a plena vista cualquiera se percataba de la belleza que transpiraba esa mujer, un cuerpo delgado con curvas perfectamente alineadas, era joven rondaba los veinte años, sus ojos grandes color cobrizo, su nariz delicadamente afilada y sus labios deliciosamente curveados con un color rosa tal flor de cerezo.

Disfrutaba de las deliciosas aguas termales mientras masajeaba ese perfecto cuerpo. Era una noche encantadora un sorprendente cielo estrellado y la bellísima luz de la luna la cubría por completo; entre suspiros, se relajaba después de un largo y cansado viaje a lado de ese enojón sapo verde y de su hermoso señor Sesshomaru.

Sesshomaru... se dijo entre pensamientos, su sola imagen reflejada en su mente la hizo bajar la mirada y ruborizarse, recordando aquel momento en que se había percatado de que ya no lo veía como su protector, se había enamorado de él, si, lo amaba más a nadie en este mundo. Se había percatado de sus sentimientos desde aproximadamente cinci años cuando era aún una adolescente, la edad en la que Kome se enamoró de su Inuyasha.

Ahora cada vez que veía esos hermosos ojos dorados que brillaban más que los mismos diamantes, su corazón latía fuerte, su respiración se alteraba y sus mejillas enrojecían ante su presencia, no importaba si solo se dirija a ella para indicarle seguir el camino o solo para tranquilizar las discusiones entre ella y Jaken el escuchar su voz todos sus sentidos se alteraban, su sola presencia la inundaba de emociones y sentimientos que en ocasiones eran difíciles de ocultar. Sin dejar de pensar en ese demonio perro del cual estaba sumamente cautivada continuo su relajante y delicioso baño.

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Sin duda exquisita ante la vista de cualquier hombre o demonio. Pero aún más irresistible para el Yokai que siempre la vigilada a donde sea que fuera. Y en esta ocasión no sería la excepción, ya que ahí se encontraba el, cubierto por los árboles que rodeaban ese hermoso paraíso de aguas termales donde la joven tomaba un relajante baño.

Ya era costumbre el seguir a su protegida y "cuidarla" a una distancia cada vez más cerca, ¿era realmente esa la razón por la cual siempre la observaba de esa forma? O ¿sería solamente para contemplar a la hermosa mujer que se había convertido su antes pequeña Rin? En realidad eran ambas, hace tiempo que cada vez que Rin se alejaba a buscar comida, en busca de flores o a pasear entre el bosque, la seguía no solo para cuidarla sino también porque el gran Lord de las tierras del Oeste sin darse cuenta en qué momento sucedió, ya no podía dejarla sola y mucho menos podía dejar de admirar tal belleza.

En ocasiones se le era difícil creer como es que su pequeña Rin ya era una mujer cuando para él en no mucho tiempo era aún una dulce niña que corría por doquiera siempre de su lado, al igual de increíble de los pensamientos que le ocasionaban tan solo verla, tan perfecta tan bella, tan irresistiblemente tentadora.

Una mujer realmente bella, esa hermosa mujer le ocasionaba deseos inexplicables, deseos de poseerla de sentir esa piel nívea, de poseer su curveado cuerpo y probar esos apetitosos labios rosas. Perdido entre sus pensamientos volvió en si cuando noto que la hermosa joven se disponía salir del agua.

Sin voltear atrás se retiró para esperarla en el lugar donde dejo a su espera a ese par que de seguro se encontraban dormidos; Ah- Un y Jaken. Se dirigió a aquel lugar para esperar la llegada de su pequeña nadie sabía ni tendría porque enterarse de donde se encontraba el gran demonio y mucho menos ella. - ella....- se dijo retirándose tan imponentemente como siempre.

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Salió de la deliciosa agua cubriendo su perfecto cuerpo por un kimono verde con flores rosas que tanto le encantaba, era un regalo de su señor, uno de muchos más que se encontraban guardados en el imponente castillo donde vivía desde hace más de 10 años. Era el último día de viaje, para la mañana siguiente ya estarían en el castillo de su señor y tenía que llegar al menos no tan sucia.

Tu eres lo que amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora