CAPITULO TRES

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-Hola!- exclamó Alex sentándose frente a mí dejando su comida sobre la mesa.

Estamos en el segundo descanso del día y he estado evitando a Alex toda la tarde. No quiero que vea los cardenales en mi rostro, sé que él no se cree mis excusas y no quiero mentirle, pero no me queda opción.

-Hola- le respondo sin levantar la vista de mi libro.
-¿Donde has estado? No llegaste a la primera hora-
-Se me hizo tarde- dije tajante.
-Siempre se te hace tarde- ríe.

Levanto la cabeza para debatir eso pero Alex me interrumpe al ver los ematomas en mi cara.

-¿Qué te pasó?- exclama poniéndose de pie y rodeando la mesa para llegar junto a mi y examinar de cerca los golpes.
-No pasó nada- intento calmarlo.
-¿Qué te pasó?- repite con tono molesto -¿Quién te lastimó?-

Me quedo callada sin saber qué decir.

-Sarah, ¿Quién te hizo esto?-
-Fue un accidente, resbalé ayer camino a casa- dije restandole importancia.

-¿Resbalaste?- pregunto atónito -¿Con qué?

-Aaaggg- volteé los ojos- No empieces, estoy bien-

Me levanté de mi lugar y salí lo más rápido que pude sin parecer que huía, aunque eso era justo lo que hacía... Huía.

Huía de las miradas.

Huía de las personas.

Huía de las preguntas.

Pero sobre todo, huía de la verdad... De las respuestas a esas preguntas.

Llegué a mi casillero y saqué mi bolso. No tenia ganas de seguir ahí, cada vez era peor... Aunque la misma rutina.

Golpes,

Maquillaje,

Preguntas,

Excusas,

Y finalmente huía para evitar más preguntas.

                                     ****                       ****                  ****

Me encontraba frente al teatro de la 10a calle, el lugar estaba completamente solo, nadie suele pasear por aquí a las 10 de la mañana.
Levanté la vista admirando la estructura, desgastada y algo descuidada pero puramente bella. Los escalones principales ascendían en media luna hasta las puertas principales, el edificio se alzaba al cielo con elegancia y belleza, el vitral que se encontraba coronando la entrada era hermoso, lleno de color y la luz del sol le daba un toque de luminosidad y vida que resaltaba sobre el resto de la estructura.
Empiezo a subir las escaleras hasta llegar a las puertas, estas estaban cerradas con una cadena vieja y un candado; sobre la puerta yacía una hoja de papel, un aviso de demolición.

"Fecha pendiente" 
Se leía en la parte de abajo.

El teatro había cerrado hace muchos años, sin embargo la dueña se ha negado a venderlo o remodelarlo. Ella es mayor y padece cáncer terminal, le queda muy poco tiempo y no tiene a quién dejarle el teatro. Solamente tiene un hijo, pero al quedar viuda, su hijo de 22 años se fue del país a estudiar, nunca regresó; si no fuese por algunas cartas que le ha mandado, no supiera que tiene un nieto, si embargo dudo que un día lo conozca.
Los vecinos de esa zona solo esperan que ella muera para demoler el lugar, pobre Adeleine.

Le doy un último vistazo al frente del lugar y me dirijo al costado del mismo.
Agilmente me escabullo tras una cerca de alambre y no me es difícil encontrar la puerta correspondiente.
Saco de mi bolsillo una llave con un pequeño colgante azul brillante, la introduzco en el cerrojo de la puerta azul; al girarla puedo escuchar como se destraba la puerta, la empujo y entro rapidamente para cerrarla nuevamente detras de mi.

Me quedo quieta un momento, escuchando nada más que mi respiración.
No veo nada, estiro mi brazo derecho tanteando la pared hasta encontrar el interruptor.

Cuando se encienden las luces puedo apreciar mejor el interior del teatro.

El techo resplandece como una cúpula de cristal, el arte de ve desde las paredes hasta el techo culminando con lo que debió haber sido un candelabro de cristal grande y majestuoso, ahora solo queda parte de él y ya no funciona, nunca lo he visto encendido o iluminado, debió ser bellísimo.

Me encuentro a la izquierda del escenario, desde aquí parece enorme, gigantesco. Desde aquí, se ve como si las escaleras te llevaran a un vacío enorme y oscuro hasta desaparecer.
Pero cada vez que me encuentro en él, cada vez que subo a este escenario todo se vuelve más pequeño, más comodo, más... mío.

Dejo mi bolso en una de las butacas de la primera fila, me saco los zapatos y los dejo a un lado de la misma y subo las gradas hacia el escenario.
En la parte de atrás, hay una pequeña mesa estratégicamente puesta para que no estorbe en el escenario, pero bien posicionada para que las bocinas que he dejado ahí suenen por todo el teatro.

Enciendo las bocinas y conecto mi celular. La primera canción suena.

Es lenta y relajante, apasionada y llena de sentimiento. Me dirijo al centro del escenario mientras escucho la canción. Estiro mis brazos, mi espalda, mis piernas y los tobillos.
Me quedo quieta un momento, viendo las butacas, el candelabro, las pinturas y la tenue luz que ilumina el lugar. Mi lugar.

La canción continua y empieza la parte emocionante, en el momento en el que el coro comienza me muevo.
Estiro suavemente mi brazo derecho siguiendolo con la mirada delicadamente, luego el izquierdo, haciendo lo mismo, suave, lento, delicado.

Cierro los ojos y empiezo a mover mis piernas al ritmo de la canción, en cuanto el coro llega a su punto culminante exploto en emociones, todas distintas.

Dolor.

Angustia.

Vergüenza.

Frustración.

Ira.

Todo sale, el mundo se detiene, el tiempo se detiene. Solo la música y yo. Nada importa, las veces que me han golpeado, las veces que mi padre me ha violado, las miradas de indiferencia y desprecio de mi madre, las miradas juzgadora de las personas a mi alrededor. Todo desaparece, para dejarme solo con un sentimiento.

Amor.

Mi amor por la danza es lo que ha impedido que me quite la vida, que todos los intentos de suicidio resultasen fallidos, es mi única razón de vivir. Quiero a Alex, tengo a Adeleine, sí; pero no es suficiente, la danza me permite ser yo misma sin importar nada, me permite gritar mi dolor en silencio, me permite llorar mis penas sin lágrimas, me permite sanar mis heridas sin medicina. La danza lo es todo para mí.

La música está por terminar, imagino el teatro en sus mejores días, el arte en las paredes intacto, las luces funcionando en su totalidad, el candelabro brillante y resplandeciente coronando el techo... Belleza, imagino belleza.

Giro lentamente mi cuerpo al ritmo de la música, al terminar la canción abro mis ojos. Estoy de rodillas justo en el mismo lugar donde empecé, mis manos sobre mis hombros y mi respiración agitada. Me quedo en esa posición hasta que mi respiración se normaliza, me levanto y me recuesto sobre mi espalda en el suelo.

No sé cuánto tiempo estuve así, tal vez un par de horas pero se sintió como si nada hubiese transcurrido.
Vi la hora, era la 1 de la tarde, debía irme ya o llegaría tarde a ver a Adeleine.

Me levanté, recogí mis cosas, me puse mis zapatos y me dirigí a la puerta azul.
Veo el escenario una ultima vez antes de apagar las luces y sumir todo en una densa oscuridad, abro la puerta y salgo de ahí.

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⏰ Última actualización: Dec 31, 2017 ⏰

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