Mis pasos son lentos y hacen eco cuando camino por la banqueta, no tengo ganas de ir a "trabajar" hoy pero bueno, en realidad no tengo ganas de trabajar nunca.
Llegó a la usual esquina donde trabajo, la calle 35 no es conocida precisamente por ser una buena zona.
Estoy parado con mis usuales pantalones ajustados grises, aún puedo recordar cuando eran negros.
Mis Converse blancas desgastadas han visto mejores días, y la camiseta azul marino está tan gastada y delgada que apenas y me cubre de la fría noche, no llevó un abrigo porque es evidente que no tengo, mi cabello es un desastre ya que lo corto yo mismo, alguna vez llegue a pensar dejarlo largo, claro que eso fue antes de que un maldito sádico disfrutará de jalarlo a la hora de tener sexo, no tenia el dinero suficiente para pagar un corte así que lo corte yo, haciéndome la promesa de en cuanto tuviera lo suficiente iría a una estética a cortarlo, bueno, eso fue hace 3 años.
El sonido de un claxon me saca de mis pensamientos cuando un auto se detiene delante de mi y baja la ventana, se quien es incluso antes de que baje la ventana, el auto rojo y casi oxidado por todas partes emite un toque más y sin siquiera pensarlo otra vez me subo en el copiloto, la mujer que está conduciendo me sonríe.
-Hola Michael, espero un gran revolcón por tu parte.- sólo asiento con la cabeza, y pienso en alguna fantasía que tenga para que logre tener una erección, es difícil ya que después de toda la mierda que me persigue no tengo demasiadas.
Llegamos a la calle 27, un barrio un poco más tranquilo, la señora Dalia se baja del auto y se mete en la parte trasera, la sigo pocos segundos después, bajandome el cierre de mis pantalones al estar adentro, comienzo a besarla como se que a ella le gusta, le tocó los pechos y meto una de mis manos bajo su falda.
Está es la parte que más odio, no logró conseguir exitarme con una vagina o unos pechos, lo cual hace que me cueste más trabajo tener una erección.
Sacó un preservativo de mi pantalón y estoy a punto de ponermelo cuando la voz agitada de la señora Dalia me interrumpe.
-Deja que lo haga yo Michael- se que quiere montarme ya que me empuja levemente abajo de ella después de ponerme el condón, e logrado tener una semi erección después de tocarme yo mismo, y cuando ella me introduce en si bloqueo todo de mi cabeza.
Bloqueo sus gemidos fuertes y ásperos, bloqueo sus pechos balancearse de arriba a abajo, bloqueo la presión que ejercen sus uñas en mi abdomen, bloqueo su rostro, porque eso es lo que es, sólo un rostro más, un cliente más.
Eh olvidado cuantos rostros eh visto a la hora del sexo, hasta el momento son varios y estoy casi seguro de que un 80% son de hombres.
No me malinterpreten, el hecho de que sea gay no significa que sólo los recuerde a ellos, no, los recuerdo porque fueron bruscos, me golpearon, incluso no me pagaron, pero aquí estoy en estos momentos, corriendome con una mujer en mi regazo.
Espero alrededor de 5 minutos a que se regule su respiración y me quito de debajo de ella lo más cuidadoso que puedo, salgo del coche a la oscuridad de la noche, quito el condón de mi le hago un nudo y lo guardo en mi bolsillo, ya lo tirare cuando llegue al departamento, me alistó y espero en el lado de copiloto a que suba Dalia, cuando está lo hace no dice nada, simplemente arranca y se dirige de nuevo a la calle 35.
Cuando llegamos detiene el auto y saca su billetera, dándome un billete de 50 dólares.
-Te lo ganaste Michael - es lo único que dice yo sólo le doy las gracias y bajo, no se como fue que lo gane, no está haciendo nada según recordaba.
Me paro en la esquina de nuevo, viendo como se va y guardo mi dinero en un agujero de mi pantalón que sirve de bolsillo con un pedaso de tela que le cosi, son las 11:00 y no estoy seguro de querer quedarme unas horas más, tengo el dinero suficiente para comprar algo de comer y guardar un poco para la renta, tengo los 50 dólares de Dalia y otros 35 más por hacerlo en una camioneta mugrienta y oxidada de un camionero.
Estoy a punto de irme cuando un BMW negro se para justo frente a mi, no estoy seguro de que hace aquí o que es lo que necesita, ese es un auto demasiado increíble para estar en está zona.
La ventana se baja, y no puedo ver nada salvo unos brazos enfundados en un sacó negro, no me muevo ni digo nada hasta que una voz fuerte y un tanto aguda me habla-
-Sube- no es una sugerencia, es una orden y eso me asusta, e estado con hombres autoritarios y es un dolor de trasero, literalmente.
Dudo un poco, estoy a punto de decirle que por hoy no hay más servicio, pero necesito el dinero, abro la puerta con sumo cuidado y entró sentándome en el sillón de cuero, es tan cómodo que podría dormir aquí, cierro la puerta muy cuidadosamente y aún no me atrevo a mirar hacia el conductor.
-¿Cuanto cobras...tus servicios?
-30 dólares - murmuró apenas audiblemente, su voz es sexy-
-¿Y por llevarte a mi apartamento?