Epilogo.

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Fernando•

Cuatro personas duermen con la mujer de mi vida, no debe de impresionarme pero... cada vez son más: Primero llega Luz acompañada de Fernanda, después el recién llegado Jorgito le da hambre y se queda en la cama. Y para rematar está aquí Guillermo, Alex no debe de tardar.

Llegue tan solo una hora después del trabajo, tengo que aplicarme para ganar espacio en mi cama...

Estoy cansado, y no hay lugar en mi cama. Noté que alguno de los invasores en mi cama se levantaba:– ¡Si!–. Dije en voz baja.

Pero al ver mejor, note que era Ana.

– ¡Hola mi amor!– me dijo suavemente. Después yo le bese las mejillas y los labios.

– ¿Por que te despiertas?–

– ¿Como te fue en el trabajo?– me rodeó con sus manos.

– Digamos que bien...

– Digamos que bien.– repitió eso último–. Guapo, es medianoche, debes estar muy cansado.

– obvio.– me soltó y después me tomó de la mano.

– ¿Vamos abajo? Te preparo un té que te súper relaja y dormirás como Jorgito, te doy un masaje súper relajante y después nos vamos a dormir.

– El que debería de hacer eso soy yo.

– ¿Quien llegó de trabajar y quien ya estaba dormido? ¡A verdad!–

La acompañe abajo, me senté en uno de los taburetes y me quedé embelesado viendo cada movimiento que hacía, sin duda es y será la mujer de mi vida.

El té que me preparo estaba súper delicioso, pero el masaje en mis hombros era mejor; sí que me hacía falta.

Casi cuando me termine el té sentí que el sueño comenzaba a llegar.

Pero el masaje era la mejor parte.

– Vamos a la biblioteca.– dije casi en un susurro.

– Ve, en un momento te alcanzo.– salí y me dirijo hacia el sofá de la biblioteca.

Me siento y mi cabeza queda sobre su respaldo.

Aún sin cerrar los ojos, noto que ella aparece frente a ellos.

– Te amo.– le digo suavemente. Aunque la vea de abajo, se ve aún más bella.

– Yo mucho más...– no me deja contestar por qué entonces me besa, cierro los ojos y me comienzo a relajar.

Se separa de mi y no noto ni siento que se me acerque. ¿A donde rayos fue?

Me dejo llevar por la comodidad del sofá y del cansancio que me invade y entonces ¡puf! Ahí está ella, arropándome. No se en qué momento volvió, pero ahora mi cabeza está en sus piernas y mi cuerpo sobre el sofá.

Vuelvo a cerrar los ojos.

Al abrirlos de nuevo a causa de los grititos de los niños por la mañana, está aquí aún, dormida y una de sus manos me acaricia la mejilla, como si estuviera aún consciente de lo que hace.

Sonrío. Me quedo viendo por un largo rato su rostro de en la mañana.

Noto como ella abre sus ojos:– Buenos días preciosa–. Le digo suave.

– ¿Como dormiste?–

– Súper, gracias a ti.– se acercó a mí y me besó.

– ¿Que hora es?–

– Alrededor de las siete, o siete treinta.– ahora no se levantó apurada por los niños.

– Supongo que ya se fueron.– fue lo único que dijo.

Amo tus besos #FerAnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora